Abro los ojos algo cansado y a la vez relajado. Estoy algo ansioso, por así decirlo. Me desperté como tres veces en la noche una a las 23hr luego a las dos de la mañana, luego a las cuatro y finalmente ahora seis de la mañana debido a mi despertador, el cual adelante una hora de mi alarma normal. Generalmente siempre me despierto a las cinco, pero con todo lo de anoche lo adelante.
Estiro mis brazos mientras doy un largo bostezo, me levanto y camino hasta mi baño a lavarme la cara hoy tengo algo de trabajo y tiene que ver con la cosecha de frejol del señor Martínez. Prometí ayudar a recoger, generalmente siempre ayudo en el trabajo a todos los que me piden espacios de mis terrenos para sembrar. No soy de los que solo se limitan a observar y cobrar su dinero al final de la cosecha no es mi estilo.
Miro el reloj ya va siendo hora de que vayan llegando, antes de eso hay algo de lo que me debo ocupar aun y son las dos mujeres durmiendo a un piso debajo de mí. Espero que estén preparadas para lo que viene. Camino hasta el armario negro de Paloma, aun lo conservo abro sus puertas y veo todos los juguetes que solía usar y esos momentos se me vienen a la cabeza. Escojo un par de vibradores y los dejo sobre la mesa de noche. Bajo para prepararme un ligero desayuno, pero me detengo a dos escalones al verlas a los dos en la cocina cocinando. Se quedan quietas al verme.
–Eh… buenos días –Lucrecia es la primera en saludarme.
–Hola. Buenos días –le sigue Salomé.
Me acerco a ellas –buenos días –digo mirándolas atentas.
–Eh… no queríamos ser atrevidas, solo…
–Viven aquí es comprensible –la corto.
Miro lo que han preparado y se ve delicioso. Tortillas de huevos con vegetales y queso derretido arriba, tostadas con queso y jamón, algo de fruta picada, pero algo que no me agrada mucho y es el café. No soy de tomar café. Solo en ocasiones raros lo bebo, de ahí solo bebo agua, aguas aromáticas o Té, me acerco hasta el refrigerador sacando el yogurt sirviéndome un gran vaso.
–Aquí tienes –Salomé me entrega el desayuno sobre la mesa.
Debo establecer ciertas reglas, hay algunas cosas que la verdad no me gusta y esta es una de ellas.
–Tomen asiento –digo y obedecen. Ambas se sientan juntas. –Salomé ponte a mi izquierda –ordeno. Se levanta y lo hace.
–¿Qué sucede? –pregunta Lucrecia.
Respiro profundo y pongo mi expresión más seria posible. Junto mis manos y apoyo mis labios sobre mis nudillos –les agradezco esto, pero para la próxima no lo hagan. Si van usar la cocina, úsenla para ustedes misma, pero no para mí. De eso yo mismo me ocupo, tengo manos para hacerlo –se ponen tensas.
–Lo sentimos no…
–No hace falta. Es mi error –corto a Salomé –me esperan en su cuarto después del desayuno –digo mi concentro en comer.
Ellas asienten y comen tranquilamente. Pruebo su desayuno y esta rico, creo que, lo que acabo de decir también es un error. Cocinan muy bien esto sabe delicioso. Termino de comer y subo a mi habitación a cepillarme los dientes y tomo los vibradores y bajo hasta su habitación. Golpeo a la puerta.
–Adelante –es la voz de Lucrecia.
Ingreso y todavía siguen con sus pijamas, me miran nerviosas. La cama esta tendida, me agrada eso. Sus ojos me escanean de arriba abajo deteniéndose unos segundos, sus ojos se abren ligeramente.
–Eso… –dice Salomé nerviosa.
Mantengo mi expresión neutra y cruzo mis brazos. Sus miradas siguen ahí donde un par de bolitas caen por mi camiseta.
–¿Qué vas hacer con eso? –continua Salomé más nerviosa.
–Desvístanse. Se quedan en ropa interior –ordeno.
Ellas nerviosas comienzan a quitarse sus pijamas, sus cuerpos son esbeltos. Lucrecia tiene el abdomen plano, mientras que Salomé es un poco más voluminoso, pero igual su abdomen es plano y tienen una cintura increíble. Por más que intento mirar entre ellas hacia la pared, no puedo evitar mirarlas. Calmo mi mente para no quedar como un pervertido, aunque claramente lo soy, al tener dos vibradores en mis manos, además de estar excitándome al verlas en ropa interior.
–¿Ahora qué? –pregunta Lucrecia.
–Acuéstense en la cama y levante las caderas –ordeno.
Despacio temblorosas lo hacen. Paso mi legua por mis labios y acerco a ellas y observo sus entradas aun cubiertas. Dejo los vibradores uno bajo de ellas, subo mis manos manteniendo mis ojos en ellas y lentamente desciendo sus bragas. Se estremecen un poco y no es por placer, es por el motivo de que no tienen voluntad, al firmar ese contrato la perdieron conmigo. Están depiladas. Acaricio sus vientres suavemente con movimientos circulares.
–Si vas hacerlo. Hazlo –dice Salomé.
La miro, pero no detengo el movimiento de mis manos sobre ellas. Trato de evitar que se sientan humilladas, por lo que soy lo más flexible posible con ellas. Continuo y finalmente bajo hasta ese lugar donde extiendo mis cuatro dedos cubriendo sus hendiduras y suavemente las acaricio. Escucho sus leves gemidos. Sus cuerpos empiezan a ceder. Tomo los vibradores y se los muestro, sus ojos se abren como platos. Sonrió. Repaso sus hendiduras antes de ingresarlos en ellas, tomo mi celular y los activo a una escala baja. Gimen. Bajan sus caderas.
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Editado: 10.06.2023