Ellas Mis Chicas

Capítulo 18

Siento una tranquilidad que jamás pensé en tener, estoy en un lugar recostando donde a mi espalda hay nubes blancas y al frente de mí el cielo nocturno, con las estrellas más brillantes y luna llena de un color crema tan brilla. Esto, es volar sobre el cielo, es la sensación más maravillosa que jamás eh sentido en toda mi vida. Siento frio y a la vez una cálida brisa de primavera recorriendo todo mi cuerpo.

Los suaves toques de unas manos sobre mi abdomen me despiertan, encontrándome con ellas a mi lado están igual que yo, sus cuerpos desnudos junto al mío acurrucadas sobre mis brazos esta sensación es placentera, tanto que me dejo llevar y las rodeo con suavidad y vuelvo a cerrar los ojos y disfruto un poco de este momento. Siento sus labios impactar sobre mis mejillas, vuelvo abrir los ojos encontrándome con sus miradas brillantes y una sonrisa en sus rostros.

–Buenos días –me saludan ambas.

Me incorporo pegando mi espalda contra la cabecera de madera la cama –hola –digo con suavidad, conecto mi mirada con la de ellas, pero no puedo evitar mirarlas, así como están.

Sueltan una risita –temprano y ya estas así –dice Salomé, la miro confundido y ella señala mi entrepierna.

Me doy cuenta que mi compañero está más despierto que yo, en lo que una cada de ellas lo sujetan acariciándolo y presionan mi glande con su pulgar. Gruño bajo, sus manos se sienten jodidamente bien. Se acerca depositando un suave beso en el glande, la sensación de placer hace estremecer todo mi cuerpo.

–Tranquilo garañón. No lo vas obtener –dice Lucrecia.

Ambas se incorporan impactando sus labios con los míos, se levantan de la cama saliendo completamente desnudas, son una mirada desafiante y dominante. Sonríen. Estoy extasiado ellas… ¡Ah…! Me gusta que me traten así. Paloma se me viene a la mente. Me levanto tomando mis vestiduras colocándome solo la parte inferior, salgo hacia la cocina donde las veo moverse de un lado a otro sacando los ingredientes para el desayuno. Me dirijo a tomar algo para prepararme algo y Salomé me intercepta.

–No chiquito. –presiona con algo de fuerza en mi pecho –tu por allá –su voz desafiante y provocadora me excita.

La tomo de la cintura –no se pasen, aún no han visto nada –digo sonriendo.

Lucrecia se acerca por detrás de mi tocando mi abdomen y delicadamente mete sus manos por debajo de mi calentador sin llegar a tocar mi sexo. –Lo mismo te decimos –toma mi rostro y me besa y siento también los labios de Salomé en mi cuello.

Me gusta. En realidad, me gusta que me desafíen y me tengan en control no hay nada más placentero que esto. Me sueltan y continúan con lo suyo, solo me limito a observarlas hasta que terminan de cocinar sirviéndome tal como están, no pude evitar mirar sus atributos, pero sentía que miraba algo más en ellas. Desayunamos en completo silencio ellas se fueron hasta sus habitaciones y salieron vestidas con las maletas.

–Bueno, nos vamos –dice Salomé.

–Nos quedaremos esta noche –respondo –veamos si esta ves logran su objetivo.

Se quedan en silencio, noto en sus miradas algo de decepción. No entiendo. Les estoy dando otra oportunidad, para que logre lo propuesto en el contrato, para que se libren de mí llevándose el dinero prometido.

–Claro –dice Lucrecia.

Dejan sus maletas y pasa la tarde ellas en sus actividades normales y yo revisando los informes que me enviaron Cristian y Gaby al parecer todo está bien con mis negocios en lo que realizo una llamada al señor Daniel para que me de comer a mis perros en lo que yo me quedo aquí.

La noche llega nos vestimos para ir a una disco, no soy de estas cosas, no me gustan las multitudes, pero hare una excepción esta vez por lo que también uso la ropa que Salomé la verdad me queda bien, pero no es mi estilo. Salimos del departamento Lucrecia es la que me guía llegando a una disco llamada el Noveno Cielo, hay una gran cola fuera de la puerta.

–Buena elección –habla Salomé.

–Hay mucha cola –digo.

–Tranquilo guaperas. Vamos –dice Lucrecia saliendo del auto. La seguimos hasta llegar con el guardia –hola Maicol –lo conoce.

–Lucrecia. ¡Vaya sorpresa! –dijo el hombre.

–Vine con unos amigos, me permites –habla seductora.

–Claro adelante –dice el guardia y escucho unos quejidos de los que hace fila.

–¿De qué lo conoces? –pregunta Salomé.

–En este lugar trabajaba antes –responde.

–Te refieres –dice Salomé. Ella asiente yo me mantengo callado. Llegamos y hay varias personas bailando en la pista, las luces de colores moviéndose de lado a lado, otros están en la barra bebiendo y otros en las mesas, nos acercamos a la barra y el barman también conoce a Lucrecia y nos sirven unos tragos. No me gusta beber, la verdad no bebo, pero acepto beber.

No entiendo que estoy haciendo aquí nunca fui bueno para socializar, con las personas. Me levanto de la barra y camino hasta una parte alejada, he visto en las películas que si etas alejado bebiendo la chica se acerca a ti. Probemos. Me alejo de ellas que no hacen nada, pido un whisky y bebo por sorbos no me agrada esto, me quema la garganta supongo porque no estoy acostumbrado, pienso demasiado, mientras sostengo el vaso en mi mano. Miro hacia donde están ella que solo me están observando, muevo mi cabeza apoyando mi frente en mis nudillos.




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