Ellas Mis Chicas

Capítulo 19

Regresé el domingo por la mañana, recibiendo una grata bienvenida por parte de mis dos mejores amigos caninos, que se me lanzaran sobre mi derribándome, lamiendo mi rostro por todo lado dejándolo baboso, se calmaron después de darles algo de comer me puse a jugador con ellos corriendo por todo el campo. Hacia tanto que no disfrutaba de esto, me siento alguien completamente diferente. ¡Me gusta!

La tarde siguió y comí junto a ellos el mismo plato que ellos. Un buen planto de filete de carne grande y jugoso acompañado con verduras y papas al horno, me quedo bien. El mejor filete que he probado, aunque lo diga yo quien lo preparo. Volví a recostarme sobre el césped de mi jardín a lado de mis fieles caninos, este día ha sido bueno, busqué el número de esa chica que conocí observándolo durante un tiempo titubeando si debía llamarla o no. Decidí no hacerlo, no quería parecer alguien desesperado y lo volví a guardar. 

En la mañana continúe con mis labores de siempre en la hacienda, reuniéndome con Cristian y Gaby para la venta de las cosechas, revisión de mis otras inversiones en los diferentes establecimientos de la ciudad y del pueblo a unos kilómetros de la hacienda un día de lo más cansado ir de aquí para allá, revisando documentos cerrando contratos. Esto todo lo que he tenido que soportar en los últimos años. Odio especialmente estos días cuando las cosechas y la revisión de documentos mensual coinciden, es un dolor de cabeza.

–¡Por fin! Terminamos –dice Cristian. Envía sus brazos hacia atrás sacando el pecho escucho el leve crujir de sus vertebras –odio este día –sigue.

–Somos dos –respondo muevo mi cabeza hacia un lado y masajeo mi cuello. Miro a Gaby –tu estas relajada –digo.

–Los beneficios del yoga –dice ella –deberían probarlo.

–Aquí tienen –llega la camarera con nuestras ordenes sirviéndonos a cada uno –¡buen provecho!

Tomo mis cubiertos –practico Tai Chi y creo que es mejor que el yoga –respondo

–¿Eso crees? –mi mira desafiante.

–Estas así porque cada tarde, vas a darte un masaje –dice Cristian llevándose un bocado a su boca.

–Son mis métodos de relajación. –lleva un bocado a su boca lo pasa y bebe un poco de agua –no soy como ciertos que buscan otro tipo de relajación.

Me rio. Se lo que dice, solo Cristian la miro con rostro serio –como tu dijiste, son métodos de relajación y funcionan para mí. No sé para él –muevo mi cabeza señalando a Cristian.

–Yo lo disfruto más que tú. No soy un retraído –responde.

–Idiota –digo bajo, pero me escucho y me mira molesto.

–Estoy comiendo. Compórtense –interrumpe Gaby.

Soltamos un suspiro y nos enfocamos en comer hasta terminar, manteniéndonos en la misma mesa –¿Cómo van ellas? –pregunta Gaby. Cristian centra su atención en mí.

Juego un poco como mis cubiertos haciéndolo girar y repaso mis dientes con mi lengua, manteniendo la vista en la mesa –parece que lo van a lograr. Si todo sale bien se liberarán de mí.

–Entonces quieres decir que conociste a alguien en estos días –dice Cristian.

Muevo mi cabeza despacio hacia la derecha y froto mi mentón con mi pulgar y suelto un profundo soplido –veremos qué pasa.

Salimos del restaurante –nos vemos Omar –dice Cristian extiende la mano y tomo.

–Estaremos en contacto –Gaby besa mi mejilla.

–Nos vemos –respondo y ellos se marchan en el coche de Cristian a la ciudad.

Yo me quedo un rato junto a mi auto y vuelvo a mirar un rato el restaurante del cual soy socio e ingreso al auto marchándome conduzco hasta mi hacienda y me detengo un rato acercándome al rio y observo fluir su cauce. Siento envidia del rio no importa su fuerza siempre fluye con suavidad a través de la roca, quisiera yo también poder hacer eso. Aunque sienta que me enfurezca quisiera fluir como el agua que se adapta inmediatamente a su entorno.

Tomo una piedra y la impacto contra el agua del rio, tomo otra y sigo lanzándolas al rio, hasta que golpeo a una gran roca. Me quedo un rato sintiendo el aire chocar contra mi ropa.

–¡Hey! Joven Omar –escucho la voz del señor Daniel junto a su esposa. Levanto la mano y saludo acercándome a ellos. –¿Qué hace ahí?

–Mirar el rio –respondo.

–No debería acercarse tanto. El rio está muy crecido –dice la señora Katrina.

–No soy un niño, señora. Solo… quería, mirarlo –contesto suave.

–La actitud de un niño –responde ella.

Resoplo –¿los llevo? –pregunto.

–Estamos cerca…

–Entren rápido –digo cortando a la señora Katrina.

Los llevo hasta su casa, al parecer Leo ya se marchó para su primera prueba para el ingreso a las fuerzas armadas, por lo que hoy no vendrá a entrenar, me quede un rato conversando con ellos ya empiezan a sentir la casa sola, con la partida de sus hijos tras sus sueños. Lucía ya no está en la casa, la enviaron a otra ciudad y Leo comenzó su proceso y al ingresar el hogar se sentirá vacío. Siento la tristeza de ellos, pero también el orgullo por ellos al ver que están progresando.




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