Ellina miraba debajo del puente. Iker no había llegado aún. El puente era ancho se extendía largo por encima del mar de Piar, justo en las orillas del puente había bancas negras para descansar y a los extremos de cada esquina había barandales muy pequeños como medidas de seguridad, Ellina estaba recargada justo en uno de ellos y miraba debajo del puente, el oleaje verde y frío era bello y Ellina se preguntaba si sería más hermoso mirarlo desde arriba que desde abajo.
—Excelente vista ¿cierto, Ellina?
Ella apartó su vista para mirar de frente a Iker
—Estamos metidos en serios problemas si no arreglamos esto, ayer Lady Louvan estuvo investigando el tema. Tenemos que actuar rápidamente.
—Se perfectamente que debo hacer—dijo Ellina
—Esa arrogancia, Ellina, es la que me preocupa, nunca conocí a una Hansti como tú. ¿Me pregunto si en verdad tienes lo necesario para serlo? —dijo Iker intentando pro- vocarla, aunque no mentía, las emociones de los Hansti nunca eran soberbias y ambicio- sas como las de Ellina, quien le miró presuntuosa pero ofendida
—Soy más Hansti que cualquiera que hayas visto, la energía creadora no se equivoca.
Iker tuvo que reconocer que estaba en lo cierto. Todo sucedía por algo, para él las casualidades no existían incluso aquel error quizás tenía lógica para la gran energía.
—Yo tengo el plan de lo que harás y no debes cambiarlo por nada. Es algo senci- llo, hablaré con koparki y le diré que te asignaré una misión como parte del Escuadrón Belta, así nadie cuestionará tu ausencia. Mañana iré por ti a Katarka y en mi oficina te entregaré lo que necesitarás para remediar esta situación.
Ellina puso mucha atención, quizás no era una misión como tal, pero si todo Ka- tarka lo creía iba a ser importante y reconocida, todos la respetarían porque sería la más joven en tener una misión solitaria.
A la mañana siguiente Ellina sintió que el tiempo avanzaba con mucha velocidad o quizás era su deseo. Tal como estaba previsto Koparki e Iker estaban reunidos en el salón de luz el más alto de la torre.
Koparki estaba sentado frente a Iker, ya le había escuchado hablar suficiente. Él era inteligente y de muchos años quizás su elocuencia lo debía a eso, vibraba alto y pací- ficamente, pero ya casi nada le emocionaba, casi podría caer en un abismo de aburri- miento, pero él no conocía eso, por su mente cada pensamiento o emoción pasaba como un perfecto tren puntual y lento.
—Hay otros Hansti más experimentados que Ellina, ¿Por qué escoger a una novata para una misión? —preguntó intrigado Koparki
—No sabía que debía explicaciones a Katarka, creía que mis decisiones eran to- talmente acatables.
Koparki se tocó su larga barba negra, estaba dudando de la actitud extrañamente defensiva de Iker, pero no podía pensar más allá de lo que veía. Él no tenía esa intuición, escudriño sutilmente a Iker por unos momentos más, pero terminó disculpándose de buena gana.
Cuando Ellina estuvo frente a Koparki él estaba sonriente. La invitó a sentarse a su lado
—Ellina, te he cuidado desde que naciste en el mundo Hansti. Te he enseñado todo lo que sé y más. El apreció de mi alma hacía la tuya es grande y recíproco. Tendrás una misión y serás la Hansti más joven en tenerla. Estoy orgulloso de ti—dijo koparki
Ellina le miraba feliz. Pero luego de un rato sintió algo raro dentro de sí como si supiera que hacía mal y de pronto eso ya no la hacía sentir bien ni orgullosa. Quería sentirse feliz y celebrar que todos en Katarka la admiraban, pero no sintió ánimos de hacerlo. Finalmente llegó a la oficina de Iker.
Iker estaba muy apurado sacando unas cosas de un pequeño maletín café que tenía sobre la mesa. Ellina lo miraba atenta.
—Son las cosas que necesitarás—dijo Iker
Dejó sobre la mesa lo que parecía una especie de brújula plateada, el mango de una Hoz sin la navaja, y un aparato celular muy pequeño. Pero Ellina conocía esas cosas, las había usado en Servilia.
—Aquí tienes, un cronómetro traslador, una Hoz y un comunicador. ¿Sabes cómo usarlos?
—¡Por supuesto! —dijo Ellina sorprendida de que Iker la creyera tan ignorante
—¡Pues demuéstralo! no confío en ti. Ellina le miró indignada.
—Para usar el cronómetro primero cálculo la distancia a donde quiero llegar y oprimo el botón para aparecer en el lugar indicado. Para la Hoz—dijo Ellina tomando el mango de la espada, después oprimió un botón del mango—. Oprimo el botón y liberó la hoz.
Al hacerlo salía instantáneamente una hoja con tal filo que podía cortar cualquier materia física
— Y el comunicador me permite llamar al mundo Hansti y también saber la ubi- cación del humano que yo busque.
—Muy bien, entonces comencemos, Ellina, tienes que ir por Alyssa y llevarla hasta la realidad donde debe estar y evitar que muera. Recuerda que en la realidad que la dejaste ya tiene otra edad y puede ser diferente a quien conociste. No te preocupes por esa realidad de todos modos es artificial, va destruirse, nada dentro de ella debe ser real.
—Lo sé. Yo la encontraré sin problemas. Conozco muy bien a todas las Alyssas y nunca cambian.