Era absurdo,debía despejar su mente y pensar en todo lo que quería hacer. No tardó mucho en salir de la ducha y enredarse en la toalla blanca de la cintura para abajo. Puso algo de música para ayudarse,pero ni el baño, ni la música parecían ayudarlea recuperar la calma.
Se puso la pijama y se le ocurrió que podría ponerse a ver algunos episodios de su serie favorita.
—¡Ese dinero está maldito! —Gritó una voz que no supo de donde salió, pero parecía provenir del televisor, lo cual no ers posible pues aún no entraba en ninguna aplicación.
—¡Te vas a morir, Javier! —Amenazó la misma voz.
—Ya está muerto —dijo otra más aguda y soltó una carcajada.
Apagó el televisor y lo desconectó, pero las voces repetían lo mismo una y otra vez y se escuchaban cada vez más cerca.
Sin soportar más, Javier llamó a Benjamín para que regresara, pero no respondía.
El plato de comida que había puesto sobre la cómoda salió proyectado estrellándose contra la pared.
en un rincón entre la cama y la pared, Javier insistía mancando el número de su hermano.
—¡Benjamín! ¡Ayudame, Benjamín!
—¿Qué te pasa, Javier?
—Tienes que venir a mi casa, están pasando cosas muy raras. Por favor, Benja, te lo ruego, ven ahora mismo, yo te pago el taxi o lo que quieras...
—No puedo, Javier.
—¿Cómo que no puedes? ¿Qué estás haciendo?
—Estoy ocupado, de verdad no puedo.
—¡Benja, por favor, no me hagas esto!
Las risas continuaron escuchandose.
—¡Morirás solo, cómo un perro!
—¡¿Escuahaste eso?!
—Yo te lo advertí, Javi. Ahora ya no puedo hacer nada por ti.
—¡¿De qué hablas?! ¡Benjamín! ¡Benjamín!
—¡Te dije que te arrepintieras, te dije que regresaras para arreglar las cosas! Ya no puedohacer nada por tí, bro.
—¡¿Quieres que regrese?! ¡Pues regreso, me largo de aquí!
—Es tarde, ya es muy tarde.
Escuchó como Benjamín colgó. No entendía una maldita cosa y mucho menos, el absurdo comportamiento de su hermano. Furioso, volvió a llamar para reclamarle su proceder.
Del otro lado del Atlántico, la vibración y el tono de llamada del teléfono de Benjamín, sobresaltó de una manera espeluznante atodos los presentes en el funeral del menor de los Obregón, quienes saltaron por la sorpresa.
—¡Apaga esa maldita cosa! —Exigió angustiada la madre de los hermanos a su hija menor.
—Está apagado...mira...
—Entonces enciéndelo, tal vez quiera decirnos algo.
—Ay mamá, no digas eso...
—Dámelo —exigió y encendió el aparato otra vez.
Pasaron pocos minutos antes de que sonara otra vez. Doña Lucía salió de la capilla para responder. Su corazón latía tan fuerte y tan rápido, que temía que se le fuera a detener en cualquier instante, pero tuvo el valor de llegar hasta el jardín para responder.
—¿Benjamínn? ¡¿Por qué me cuelgas?!
—Benjamín no puede responderte.
—¿Mamá? ¿Cuándo llegaste? ¿Dónde está Benjamín?
—Benjamín, no está, Javier. Y tú tampoco, hijo. Por favor, deja de llamar y descansa en paz —finalizó la llamada arrojando el teléfono al suelo con todas sus fuerzas y pisándolo hasta que se destruyó por completo.
FIN