Ellos están aquí

Capítulo 13: El lenguaje de las sombras

La partida del mensajero dejó un eco de incertidumbre en el orfanato, un silencio cargado de preguntas sin respuesta. Las palabras del mensajero, una mezcla de advertencia y promesa, resonaban en la mente de Vaiolet: "Cuando preguntes, Ellos responderán". Pero, ¿cómo se habla con sombras? ¿Cómo se interroga a la oscuridad? ¿Cómo se descifra un lenguaje que no pertenece a este mundo?

El Padre Adrián, con el pergamino del Templo en la mano, reunió a los presentes en la capilla, buscando en sus rostros una chispa de esperanza, una señal de fortaleza. La luz de las velas, tenue y parpadeante, proyectaba sombras danzantes en las paredes, como si la oscuridad misma estuviera escuchando, observando, esperando el momento preciso para atacar.

—Debemos prepararnos —dijo el sacerdote, su voz grave y cansada, pero firme—. No sabemos qué nos espera, pero debemos mantenernos unidos, como un faro en la noche, guiando a los perdidos hacia la luz.

Sor Amelia, con los ojos llenos de preocupación y ojeras marcadas por la falta de sueño, comenzó a rezar en voz baja, las palabras de la oración llenando el silencio con una melodía triste y esperanzadora. Ethan, con el ceño fruncido y la mirada alerta, observaba cada rincón de la capilla, como si esperara que las sombras saltaran en cualquier momento, revelando su verdadera naturaleza.

Vaiolet, con el diario de su madre apretado contra su pecho, sintió un escalofrío recorrer su espalda, un presagio helado que le advertía del peligro inminente. Recordó las palabras del diario, la advertencia de que "el miedo los alimenta", una verdad que resonaba con fuerza en el silencio opresivo de la capilla. Sabía que no podían dejarse paralizar por el terror, que debían enfrentar la oscuridad con valentía y determinación.

—Padre —dijo Vaiolet, su voz firme y decidida—, tenemos que entender a qué nos enfrentamos, descifrar los secretos que la oscuridad oculta. Tenemos que encontrar lo que mi madre descubrió, las respuestas que ella guardaba.

El Padre Adrián asintió, su mirada llena de tristeza y preocupación.

—Tienes razón, Vaiolet. Pero debemos ser cautelosos, como un explorador que se adentra en un territorio desconocido. No sabemos qué peligros nos esperan en la oscuridad.

—Entonces busquemos pistas —dijo Ethan, su voz resonando con una nueva determinación—. Revisemos los archivos del orfanato, los diarios de mi madre, cualquier cosa que pueda arrojar luz sobre esta oscuridad. Tal vez encontremos algo que nos ayude a entender.

La idea de Ethan encendió una chispa de esperanza en la oscuridad. Comenzaron a revisar cada rincón del orfanato, buscando cualquier indicio, cualquier pista que pudiera revelar la naturaleza de la amenaza. Encontraron viejos registros, cartas polvorientas, dibujos extraños, pero nada parecía tener sentido, nada revelaba la verdad que buscaban.

—No encontramos nada —dijo Ethan, frustrado y decepcionado—. Es como si la oscuridad no dejara rastro, como si fuera un fantasma que se desvanece en la nada.

—Tal vez no entendemos el lenguaje de las sombras —dijo Vaiolet, mirando el diario de su madre, buscando en sus páginas una pista oculta—. Tal vez necesitamos aprender a escuchar, a percibir los susurros de la oscuridad.

De repente, un susurro resonó en la capilla, un eco de voces distorsionadas, como si la oscuridad misma estuviera hablando, revelando su presencia.

"Ella sabía demasiado", susurró la voz, helando la sangre de los presentes, paralizando sus corazones con el terror. "Ella pagó el precio", añadió, resonando con una advertencia ominosa.

El silencio volvió a caer, más denso y opresivo que nunca, cargado de una tensión palpable. Vaiolet sintió un nudo en la garganta, el miedo paralizándola, pero la determinación manteniéndola firme.

—Nos están escuchando —susurró Ethan, con los ojos llenos de terror, reflejando la luz parpadeante de las velas.

—Sí —dijo Vaiolet, su voz temblorosa pero firme—. Y nosotros los escucharemos, descifraremos su lenguaje, revelaremos sus secretos.

Tomó el diario de su madre y lo abrió en la última página, donde una frase críptica brillaba en la oscuridad, como un faro en la noche: "El miedo los alimenta, pero hay algo que los destruye".

—¿Qué significa esto? —murmuró Vaiolet, mirando a Ethan y al Padre Adrián, buscando en sus rostros una respuesta.

El sacerdote negó con la cabeza, su rostro pálido y cansado, pero con una mirada de determinación.

—No lo sé, Vaiolet. Pero creo que estamos a punto de descubrirlo, de enfrentar la verdad que se oculta en la oscuridad.

En ese momento, las velas se apagaron una a una, sumiendo la capilla en una oscuridad total, un abismo de sombras que parecía extenderse hasta el infinito. El susurro volvió a resonar, más fuerte y claro que nunca, llenando el espacio con su presencia ominosa.

"El juego ha comenzado", anunció la voz, resonando con una promesa de terror, un eco de la oscuridad que se extendía por el orfanato, por la ciudad, por el mundo.



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En el texto hay: misterio, sangre, hambre

Editado: 16.03.2025

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