La quietud que se había instalado en el orfanato tras el cierre del portal era engañosa, una ilusión de paz que ocultaba el acecho de la oscuridad. Vaiolet, Ethan y el Padre Adrián, aunque exhaustos, mantenían la vigilancia, conscientes de que la tregua era efímera. La oscuridad, como un depredador paciente, esperaba su oportunidad para atacar de nuevo.
—No podemos confiarnos —advirtió el Padre Adrián, su voz resonando con gravedad—. La oscuridad no se ha ido, solo se ha replegado.
—¿Qué estarán tramando ahora? —preguntó Ethan, mirando hacia el espejo, un portal inactivo que aún irradiaba una tenue luz azulada, un recordatorio constante de la amenaza latente.
—No lo sé —respondió Vaiolet, con el ceño fruncido, su mirada fija en el reflejo distorsionado de la luz en el espejo—. Pero estoy segura de que no se quedarán de brazos cruzados.
La falsa calma se rompió abruptamente cuando la radio del orfanato, encendida como un murmullo de fondo, irrumpió con una noticia alarmante. La voz del locutor, cargada de preocupación, anunciaba una serie de sucesos extraños que se estaban propagando por la ciudad.
"Numerosos accidentes inexplicables han ocurrido en las últimas horas", informaba el locutor. "Edificios se derrumban sin motivo aparente, vehículos se desvían de sus rutas, provocando colisiones en cadena. Y lo más inquietante, la desaparición de varios niños, sin dejar rastro alguno".
Un escalofrío recorrió la espalda de Vaiolet. Los sucesos descritos por el locutor no eran meras coincidencias, sino manifestaciones de la oscuridad que intentaba expandir su influencia, alimentándose del caos y la desesperación.
—Están expandiendo su territorio —dijo Vaiolet, su voz resonando con una mezcla de miedo y determinación—. Están usando el caos para debilitar la barrera entre sus mundos.
—¿Por qué los niños? —preguntó Ethan, con los ojos llenos de preocupación, su mirada fija en las niñas que jugaban despreocupadamente en el jardín.
—Los niños son inocentes, vulnerables —respondió el Padre Adrián, su voz resonando con tristeza—. La oscuridad se alimenta de la inocencia, la corrompe, la transforma en su propia imagen.
La noticia de las desapariciones infantiles se propagó rápidamente, generando pánico y confusión en la ciudad. Los padres, presa del terror, mantenían a sus hijos encerrados en sus hogares, evitando cualquier contacto con el exterior. Las calles, antes bulliciosas, se convirtieron en un páramo desolado, un reflejo del miedo que se había apoderado de la ciudad.
En el orfanato, la tensión era palpable. Las niñas, conscientes del peligro que acechaba en las sombras, se aferraban a sus muñecos de peluche, buscando consuelo en su inocencia. Las monjas, con los ojos llenos de preocupación, rezaban con fervor, buscando la protección divina.
—Debemos hacer algo —dijo Vaiolet, su voz resonando con determinación—. No podemos permitir que la oscuridad se apodere de la ciudad, que se alimente de la inocencia de los niños.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó Ethan, con el ceño fruncido, su mirada fija en el espejo, como si buscara respuestas en su reflejo.
—Debemos usar el espejo —respondió Vaiolet, su voz resonando con una nueva convicción—. Debemos comunicarnos con ellos, interrogarlos, descubrir sus planes.
—¿Estás segura de que es una buena idea? —preguntó el Padre Adrián, con duda, su mirada reflejando la preocupación.
—Es un riesgo que debemos correr —respondió Vaiolet—. No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras la oscuridad se expande. Debemos enfrentarla, aunque tengamos que adentrarnos en su propio territorio.
Vaiolet se acercó al espejo, sosteniendo el colgante en su mano. La luz azulada del colgante brilló con intensidad, activando el portal. La superficie del espejo comenzó a vibrar, reflejando un mundo de sombras y oscuridad, un abismo que los atraía con su promesa de conocimiento y peligro.
—Estamos listos —dijo Vaiolet, mirando a Ethan y al Padre Adrián, sus ojos brillando con una luz azulada, un reflejo de la determinación que la impulsaba—. Vamos a interrogarlos, a descubrir por qué están secuestrando a los niños, a encontrar la forma de detenerlos.
Editado: 16.03.2025