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Capítulo 21: La plaga

La victoria sobre el Maestro de las Sombras había sido un espejismo, un breve respiro en medio de una tormenta de oscuridad que se intensificaba con cada hora que pasaba. Vaiolet, Ethan y el Padre Adrián regresaron al orfanato con la amarga certeza de que la amenaza no solo persistía, sino que se había expandido, contaminando la ciudad con su presencia maligna, como una plaga invisible que se propagaba en las sombras.

Las noticias de la radio y los periódicos eran un eco del terror que se apoderaba de la ciudad, un coro de voces angustiadas que anunciaban el caos. "Ola de muertes inexplicables azota la ciudad", anunciaba el locutor, su voz cargada de preocupación y miedo. "Víctimas amanecen sin vida, sin signos de violencia, como si una plaga invisible se hubiera apoderado de sus almas, succionando la vida misma de sus cuerpos".

Los periódicos mostraban fotografías de personas fallecidas, sus rostros pálidos y serenos, como si durmieran un sueño eterno del que nunca despertarían. Los informes médicos, confusos y contradictorios, no encontraban causas naturales para las muertes, lo que alimentaba la histeria colectiva, el miedo a lo desconocido, a un enemigo invisible que acechaba en las sombras.

"Es como si la oscuridad estuviera cosechando almas, alimentándose de la vida de las personas", dijo Ethan, su voz resonando con un escalofrío, con el horror de quien contempla un abismo insondable. "Se están alimentando de nuestra energía vital, de nuestra esencia misma".

Vaiolet recordó las palabras del Maestro de las Sombras: "La oscuridad siempre encuentra una manera de regresar". La amenaza no se había desvanecido con su derrota, sino que había mutado, adoptando una forma más sutil y letal, una plaga que se propagaba en las sombras, matando sin dejar rastro.

"Debemos detenerlos, poner fin a esta carnicería", dijo Vaiolet, su voz resonando con determinación, con la rabia de quien ha presenciado demasiada muerte. "No podemos permitir que sigan matando inocentes, que sigan alimentándose de nuestra vida".

"Pero, ¿cómo?", preguntó el Padre Adrián, su mirada reflejando la desesperación, la impotencia de quien se enfrenta a un enemigo invisible. "No podemos luchar contra algo que no vemos, contra una plaga que se propaga en las sombras, que se alimenta del miedo y la desesperación".

La respuesta llegó en forma de un nuevo informe de noticias, un grito de auxilio que resonó en el orfanato. "Desaparición masiva de niños en la ciudad", anunciaba el locutor, su voz temblando de miedo. "Cientos de niños han desaparecido en las últimas 24 horas, sin dejar rastro alguno, como si hubieran sido absorbidos por la tierra".

Un escalofrío recorrió la espalda de Vaiolet, un presagio helado que le advertía del peligro inminente. Los niños, seres inocentes y vulnerables, eran el blanco perfecto para la oscuridad, el manjar más preciado para las sombras. Su energía vital, su pureza, eran un festín para la plaga, un combustible para alimentar su poder.

"Se los están llevando, los están usando como sacrificio", dijo Vaiolet, su voz temblando de rabia, de impotencia. "Los están usando para alimentar su poder, para abrir un portal permanente a nuestro mundo, para convertir nuestra realidad en un infierno".

"Debemos encontrarlos, rescatarlos antes de que sea demasiado tarde", dijo Ethan, su voz resonando con urgencia, con la desesperación de quien lucha contra el tiempo. "Debemos salvar a los niños de este horror".

Pero, ¿cómo encontrar a los niños en una ciudad sumida en el caos y el terror, en un laberinto de sombras donde la oscuridad reinaba suprema? ¿Cómo luchar contra una plaga que se propagaba en las sombras, que mataba sin dejar rastro?

La respuesta estaba en el espejo, el portal a un mundo de sombras y oscuridad, el abismo donde residía el origen de la plaga. Vaiolet sabía que debían adentrarse en el territorio enemigo, enfrentar a la oscuridad en su propio terreno, aunque tuvieran que descender a las profundidades del infierno.

"Usaremos el espejo, nos adentraremos en la oscuridad", dijo Vaiolet, su voz resonando con una nueva convicción, con la determinación de quien está dispuesto a dar su vida por los demás. "Debemos encontrar el origen de la plaga, el lugar donde están reteniendo a los niños, el corazón de la oscuridad".

"Es peligroso, un suicidio", dijo el Padre Adrián, su mirada reflejando la preocupación, el miedo a lo desconocido. "No sabemos qué nos espera en ese mundo oscuro, qué horrores nos aguardan".

"Es un riesgo que debemos correr, un sacrificio necesario", dijo Vaiolet. "No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras la oscuridad se apodera de nuestra ciudad, mientras los niños sufren, mientras la plaga se extiende".

Vaiolet se acercó al espejo, sosteniendo el colgante en su mano, buscando en su interior la fuerza para enfrentar la oscuridad. La luz azulada del colgante brilló con intensidad, activando el portal, abriendo la puerta a un mundo de sombras y oscuridad. La superficie del espejo comenzó a vibrar, reflejando un abismo que los atraía con su promesa de peligro y desesperación.

"Estamos listos, vamos a rescatar a los niños", dijo Vaiolet, mirando a Ethan y al Padre Adrián, sus ojos brillando con una luz azulada, un reflejo de la determinación que la impulsaba.

Con un último vistazo al mundo de la luz, Vaiolet, Ethan y el Padre Adrián cruzaron el portal, adentrándose en el reino de las sombras, dispuestos a enfrentar la plaga que amenazaba con consumir su mundo, a descender a las profundidades de la oscuridad para rescatar a los inocentes.



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En el texto hay: misterio, sangre, hambre

Editado: 08.04.2025

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