El mundo no descansó tras la caída del Guardián. Aunque la oscuridad había sido desterrada del orfanato, una nueva inquietud comenzó a extenderse como una plaga silenciosa. Lo primero que notaron fueron los síntomas: un aire más pesado, un leve temblor en la tierra, la sensación constante de ser observados por algo que no podían ver.
Vaiolet, Ethan y el Padre Adrián no tardaron en percibirlo. Los niños del orfanato despertaban en la noche con pesadillas imposibles, relatando visiones de un horizonte carmesí y figuras retorcidas emergiendo de las sombras. La misma sensación que habían sentido en la Ciudad de la Visión ahora se filtraba en el mundo real, pero con una intensidad diferente, como si algo mucho más grande estuviera despertando.
Ethan fue el primero en investigar más allá de las paredes del orfanato. Viajó hasta la ciudad más cercana, solo para encontrar un ambiente extrañamente desolado. No había pájaros en el cielo. Los perros y gatos callejeros parecían haber desaparecido. Y en el aire flotaba un eco, un susurro que se perdía antes de poder entenderse.
—Esto no está bien —dijo Ethan al regresar, con la expresión endurecida—. No es solo el orfanato. Es todo el planeta.
Vaiolet sintió que el nudo en su estómago se apretaba aún más. Recordó el colgante. Aunque ahora estaba fracturado, su luz aún parpadeaba débilmente, como si tratara de advertirle algo.
El Padre Adrián, que había estado en oración constante desde su regreso, cerró los ojos con pesar.
—El Guardián era solo una pieza del rompecabezas. La verdadera fuente de la oscuridad aún está dormida… pero no por mucho tiempo.
Ethan apretó los puños.
—Si algo peor viene en camino, tenemos que estar listos. No podemos esperar a que nos tome por sorpresa.
Pero antes de que pudieran formular un plan, el mundo les dio su propia advertencia.
El suelo comenzó a temblar violentamente. Las ventanas del orfanato vibraron, y los niños gritaron cuando las luces parpadearon y se apagaron. En el cielo nocturno, una grieta oscura se abrió, como si alguien hubiera rasgado el velo de la realidad misma. De su interior, algo emergió.
No era una sombra, ni una criatura reconocible. Era un torbellino de energía oscura, un ser sin forma definida pero con una presencia tan abrumadora que hizo que el aire se congelara.
Una voz retumbó en el cielo.
—La puerta ha sido abierta. La Sangre Antigua despertó. El equilibrio debe ser restaurado.
Vaiolet sintió que el colgante ardía contra su piel.
Ethan desenvainó su cuchillo por reflejo.
El Padre Adrián se santiguó, con la mirada fija en el ser que descendía.
No era solo una nueva amenaza.
Era el comienzo de algo mucho peor.
Las sombras alrededor del torbellino comenzaron a extenderse como tentáculos, deslizándose por el suelo y aferrándose a todo lo que tocaban. Los árboles cercanos comenzaron a marchitarse al instante, sus hojas cayendo como ceniza. El aire se volvió más denso, cargado de una energía arcana que pesaba sobre los pulmones de quienes lo respiraban.
Vaiolet retrocedió instintivamente, pero el colgante reaccionó de inmediato, irradiando un resplandor azul que disipó momentáneamente la influencia oscura. La criatura en el cielo giró su "rostro"—si es que tenía uno—hacia ella.
—Eres la marca de la resistencia. Pero la resistencia es fútil.
Un zumbido vibró en el aire y, en un abrir y cerrar de ojos, un rayo de energía oscura se disparó desde la grieta, impactando contra el suelo a pocos metros de ellos. La explosión lanzó a Ethan y al Padre Adrián contra el suelo. Vaiolet sintió la energía oscura quemar su piel, pero se obligó a mantenerse en pie.
—¡Tenemos que alejarnos del orfanato! —gritó Ethan, levantándose con dificultad.
El Padre Adrián, tambaleante, se apoyó en su crucifijo.
—No… tenemos que sellar esa grieta. Si la dejamos abierta, esta entidad podría consumirlo todo.
Vaiolet apretó los dientes. Sabía que tenían razón, pero también que no podían enfrentarse a una amenaza tan grande sin ayuda.
Fue entonces cuando lo sintió.
El colgante brilló con un resplandor intermitente, como si tratara de decirle algo. Vaiolet cerró los ojos y dejó que la energía la guiara. En su mente, una visión se formó: una antigua biblioteca, oculta en una ciudad olvidada, donde los secretos sobre la Sangre Antigua estaban escritos en manuscritos antiguos.
—Hay un lugar donde podemos encontrar respuestas —susurró, abriendo los ojos con determinación—. Pero tenemos que salir de aquí antes de que sea demasiado tarde.
Ethan le lanzó una mirada rápida y asintió.
—Entonces, ¡corramos!
Con la oscuridad extendiéndose y la grieta creciendo, no tenían otra opción.
El mundo tembló cuando la sombra emergió de la grieta. Su esencia oscura se extendió como un veneno a través del cielo, cubriendo el firmamento con nubes negras que giraban en espirales amenazantes. Donde su presencia se expandía, la luz se extinguía, y una frialdad antinatural se asentó en la atmósfera.
La carrera contra el tiempo había comenzado.
Editado: 08.04.2025