25 enero del 1957
Querido diario

Papá me regaló este cuaderno hoy para que por fin deje de escribir en papel de baño. Quizás piensa que aquí escribiré sobre mí, sobre cómo me siento o qué cosas me pasan en el día a día. Pero no, no es así.
La verdad es que yo escribo sobre ellos. Desde que llegamos a esta casa, mi curiosidad ha crecido de una forma extraña. No puedo dejar de observarlos, de escuchar todo lo que se dice de ellos, de imaginarme qué pasará detrás de esas puertas.
Hablaré de cada uno. De sus costumbres raras. De cómo caminan. De lo que visten. De lo que huelen. De lo que callan. Porque sí, ellos callan mucho. Sus silencios son como puertas cerradas con llave.
Quizás estoy obsesionada. Quizás no. Pero estar frente a ellos, o simplemente mirarlos desde lejos, me hace sentir... viva. Como si por un momento yo también fuera parte de su hermandad.
Estoy hablando, claro, de los hermanos Bennett.
Antes pensé que eran cuatro, pero no. Son cinco.
El quinto no es hijo de los señores Bennett, y eso lo sé porque no se parece a ninguno. Su presencia es diferente. Camina como si el mundo le pesara, pero sus ojos... Dios mío, sus ojos.
No he podido saber de quién es hijo. Apenas lo veo salir de su habitación. Es el más guapo de todos, pero también el más triste.
Hay algo en él que no encaja... o que encaja demasiado bien con lo que no entiendo de esta casa.
Adiós por hoy, querido diario.
Papá me está llamando.
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Editado: 17.08.2025