20 de mayo de 1957
Querido diario,
Hoy pasó algo muy extraño.
Estaba sirviendo la cena como siempre, cuando Michael me acarició la espalda. Lo hizo con tanta suavidad... y luego me sonrió. Tenía una sonrisa tan bonita que no pude evitar devolvérsela. Pero en cuanto lo hice, mi corazón se encogió. Miré a Melquisedec, y su expresión cambió por completo.
Yo lo amo, querido diario.
No quiero lastimarlo.
Más tarde lo llamé para disculparme. Y ¿sabes qué? Me dio un beso.
Un beso tan lindo que no he podido dejar de pensar en él. Me quedé como flotando. Fantaseando.
Pero la magia se rompió cuando papá lo vio.
Al llegar a la cocina me gritó: "¿Por qué lo permitiste?"
Tenía tanto enojo en los ojos... y no pude responderle. ¿Cómo decirle que lo amo? ¿Cómo explicarle algo que ni yo entiendo del todo?
Me quedé en silencio mientras él seguía gritando. Tenía razón.
Ya había soportado que la señora me llamara "cualquiera" solo por existir cerca de sus hijos. Todo para que él no perdiera su trabajo, para que pudiéramos vivir tranquilos.
Lo siento, papá.
No lo volveré a hacer... aunque mi corazón me diga otra cosa.
-Rebecca
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Editado: 04.09.2025