Ellos Mienten

⚡ CAPITULO 13

Eladio caminó hasta donde estaba la señora Beatriz. Ella lo vio venir, pero no lo miró directamente.

—Es que…

—Nada —lo interrumpió ella, tajante—. Todos los que se acercan a esos hombres terminan dañados. Por favor, Eladio, aléjala de ese hombre antes de que sea demasiado tarde.

—Todo estará bien, Beatriz —respondió con voz tranquila, pero dentro de sí no lo sentía así. Quería seguir el consejo de aquella mujer que conocía demasiado bien a esa familia. Él lo sabía: el mal estaba dentro de ellos. Tarde o temprano, algo siempre terminaba mal.

—¡No! ¡Nada estará bien! ¡Ella no lo estará! —gritó, señalando a Lorena.

La chica, que escuchaba en silencio, sintió cómo un escalofrío le recorría el cuerpo. Solo la idea de que su vida pudiera estar en peligro simplemente por estar cerca de quien se decía su padre… la dejaba sin aliento.

—¿Pero eso quiere decir que puedo morir? —intervino Lorena, su voz apenas un susurro.

—No, no, no, pequeña —respondió Eladio apresuradamente, intentando calmarla—. La señora Beatriz solo está un poco… paranoica.

—Está bien, Eladio —dijo ella, con voz quebrada—. Pero si esta historia vuelve a repetirse, no estaré para apoyarte. Esto ya es demasiado traumante para mí.

Beatriz se secó una lágrima que se deslizó hasta su buche izquierdo. Respiró hondo, tomó aire como quien se prepara para soportar lo insoportable, y se alejó para continuar con sus quehaceres, tratando de borrar el temblor en sus manos.

Eladio tomó a Lorena de las manos y la llevó a un rincón más apartado de la cocina, donde Beatriz no pudiera oírlos.

—¿De qué te enteraste?

—Papá… Michael me quitó el micrófono. Ya no lo tengo. Lo tenía cuando me dormí, pero ahora… ahora no está. Me estuve revisando y no lo encontré.

—Demonios… —murmuró Eladio, pasando la mano por su rostro—. Seguro está planeando algo. Tendré que ir al pueblo. Debo hablar con Kevin, que nos dé otra manera de sacarle la verdad.

—No solo eso, papá. No quiso hablar sobre ese día. Del cinco de agosto. Es como si… lo evitara a propósito.

Eladio suspiró largamente. Cerró los ojos un momento, como si necesitara tiempo para procesarlo todo.

—Nuevo plan —dijo con decisión—. Hablaré con Kevin. Mientras tanto, tú dile a Michael que quieres ver a tu madre.

—¿Qué? ¡No! ¡No quiero hacer eso! ¿Y si me la enseña de verdad?

—Eso es exactamente lo que necesitamos, Lorena —respondió él, más firme—. Esa es la prueba. La evidencia de que Rebecca existió, de que su diario no miente. Ese cadáver es lo único que puede confirmar todo. Si él te dice dónde está… no dudes en avisarme.

Lorena se encogió de hombros, horrorizada.

—No quiero hacerlo… estará… huesito —susurró con repulsión, imaginando el cadáver de su madre.

Eladio la miró con ternura. Le puso la mano sobre el hombro.

—Perdóname, pequeña. Pero no hay otra manera. Si descubrimos dónde está, podremos darle una sepultura. Que por fin descanse en paz.

Lorena bajó la cabeza. No quería ver lo que Michael pudiera mostrarle… pero entendía la urgencia.

—Lo entiendo —dijo al fin—. Lo haré.

Eladio sabía que enfrentarse al cadáver de su madre no sería un paso fácil para ella. Era una niña aún, por más fuerte que pareciera. Pero no podían dar marcha atrás. Se debía hacer justicia. Cueste lo que cueste. Ya no era una opción.

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Kevin parpadeó dos veces, confundido. Frente a él estaba Michael Bennett, mirándolo con una sonrisa seca. Lo había llamado esa misma mañana. Sin previo aviso, había entrado por la puerta principal.

Sus padres lo vieron cruzar la sala y se quedaron atónitos. Nadie sabía qué buscaba Michael.

¿Acaso ya sabía del plan?




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