Ellos Mienten

⚡ CAPITULO 17

Kevin rascó la cabeza, incómodo. No estaba de acuerdo con el plan que tenía Eladio; para alguien tan joven, era demasiado. Solo imaginar que esa chica tuviera que enfrentar el cadáver de la mujer que un día amó, le revolvía el estómago. Sin embargo, recordó que ella nunca había conocido a su madre y se dijo que tal vez no sería tan terrible. Además, pensó que seguramente esa mujer estaba enterrada, tal vez en alguna parte de las tierras de los Bennett, y que solo la llevarían a la tumba que, probablemente, nadie fuera de la familia había visitado. Ni siquiera los periodistas habían podido cruzar de ese lado de la mansión, era un misterio cerrado.

—Es la única solución —insistió Eladio—. Te ha amenazado a ti, no puedes seguirle poniendo micrófono. ¿Qué vas a hacer?

Kevin soltó un suspiro profundo y se llevó la mano al cuello, girando la cabeza hacia atrás. Parecía al borde de un colapso nervioso. Ser detective traía problemas, sí, pero nunca imaginó que su primer caso involucraría a personas tan cercanas, ni que tendría que enfrentar a los más poderosos y ricos del pueblo. La prueba era mucho más dura de lo que esperaba.

—Pensaré en algo más —respondió con voz cansada.

—Sí, claro —replicó Eladio con un dejo de frustración—, pero mientras tú piensas, ellos siguen mintiéndole a la sociedad, fingiendo ser buenas personas. Y mientras tú dudas, ellos seguirán engañando, matando, y quién sabe cuántas cosas más. Sobre todo, ella seguirá rodeada de esos malandros que en cualquier momento querrán hacerle daño. Son así, el mal los persigue.

Kevin no supo qué contestar. Pasó la mano por la cabeza y se quedó en silencio, atrapado entre el deber y el miedo.

—No lo sé —dijo al fin—. No estoy seguro de que sea la mejor idea. ¿Y si no funciona? Ya me dijiste que él no quiso contar lo que pasó ese día.

— Lo sé, ya a estás alturas hay que hacer algo diferente, además ¿para qué seguir contando ese suceso? —respondió Eladio, su voz cargada de ira—. Todos saben lo que pasó ese día. La verdadera pregunta ahora es: ¿qué pasó con Rebecca Johnson, mi hija, mi primogénita? No olvides a tu hermana, Kevin. ¿Dónde está su cadáver? ¿Por qué nunca se lo entregaron a tu familia? ¿Me quieres ayudar o no? —La furia recorrió su cuerpo como una llama que no podía apagar.

—Eladio, cálmate, por favor —pidió Kevin—. Sí quiero ayudarte, claro que quiero acabar con esta pesadilla. Pero déjame pensar bien, es mi primer caso y ni siquiera he informado a mi superior. Esto es un lío.

—Lo haré, pero no me de tendré hasta que pienses—anunció Eladio con decisión—. Le diré que empiece, ella lo hará, ella quiere ayudarnos.

Sin esperar respuesta, Eladio salió de la oficina a paso rápido. Kevin intentó detenerlo, pero fue imposible.

Al llegar a la propiedad, vio el carro de Michael estacionado frente a la casa. Supuso que debía estar con la chica y apuró el paso. En efecto, ella estaba en su regazo, en la sala de Star.

—¡Lorena! —llamó Eladio.

—¡Papá! ¿Dónde estabas? —Ella sonrió al verlo.

—Salí a comprar especias —respondió él—. Tengo que decirte algo, ¡me la llevo un momento! —Dicho esto y sin saludar a los hermanos sin ninguna cortesía, pasó a la sala esquivando a los criados que servían a los hermanos reunidos más arriba.

Los hermanos lo vieron pasar, y la tensión en el aire se hizo palpable. Melquisedec fue el primero en romper el silencio con un suspiro, mirando fijamente a Michael, que cruzaba las piernas sacudiendo el regazo.

—¿Me quieres decir algo, hermano? —preguntó Michael.

—No mereces estar cerca de ella —respondió Melquisedec con voz fría y cortante—. Después de lo que le hiciste a Rebecca, no tienes derecho a acercarte a Lorena.

Michael apretó los dientes, la rabia latiendo en sus ojos era notable. Pero su voz salió firme, casi obsesiva.

—¿Quién me impide estar cerca de ella? Tú —Lo último lo dijo en un tono burlón —. Ella es todo para mí ahora. La conozco, la cuido, y nadie la tocará si estoy cerca.

—Cuidar no es poseer —replicó Melquisedec, sin retroceder—. Esa niña no es un trofeo para tus obsesiones. Lo que hiciste con su madre fue imperdonable, y mereces pagar por ello, no estar aquí fingiendo que eres su protector.

Michael se paró del asiento y dió un paso adelante, la tensión palpable hizo que varios criados se echarán más lejos.

—No me interesa lo que pienses. La única verdad es que ella está conmigo, y nadie me la arrebatará. Si crees que puedes impedirlo, estás muy equivocado.

—Entonces prepárate para perderlo todo —advirtió Melquisedec con voz grave—. No permitiré que destruyas lo único que queda de Rebecca con tus caprichos.

—No es un capricho, que no se te olvide, es mi hija.

Un silencio pesado se instaló entre ellos, mientras los criados bajaban la mirada, conscientes de que esa batalla no era solo por Lorena, sino por el legado roto y las heridas que nadie quería enfrentar.

Renato y Reaven intercambiaron miradas, sabiendo que la pelea entre los hermanos era solo el principio, y que la niña sería el centro de una tormenta que ninguno podría evitar.




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