Capítulo 2

Las semanas habían pasado y la ausencia de Willfred se hacía notar, o al menos lo notaba Darcy y las empleadas que le tenían cariño.

Los días se volvían un poco fríos y distantes con el pasar del tiempo, como si algo importante faltase; y Darcy se preguntaba en qué momento iba a acabarse ese sentimiento.

Un día, más pensativa de lo normal, Darcy guardó sus cuadernos y útiles para regresar a su casa. Había tenido un día largo, aburrido, y cansado. No solo porque Darcy había pinchado accidentalmente a uno de sus compañeros con una aguja de sutura debido a lo distraída que estaba, sino porque también escuchó a unos muchachos murmurar a sus espaldas, diciendo que Darcy no tenía lo necesario para ser doctora, y muy a duras penas llegaría a ser enfermera.

Eso la hizo sentir desanimada y enojada, y, durante el resto de la clase, estuvo muy decaída.

Y el problema es, que, en un pueblo tan pequeño y anticuado como Venus, las personas suelen ser igual o peor: mentes pequeñas y anticuadas.

Si Nueva York, París, o cualquier ciudad del mundo estaba veinte años adelantada, Venus estaba a treinta años atrás. Las mujeres debían "ser unas buenas esposas y madres"; muy pocas personas de bajos recursos podían pagarse o darse el lujo de una universidad. No podían pagar escuelas privadas, y aunque había escuelas públicas, la educación en esos lugares no era muy eficiente, y no importaba si obtenían muy buenas calificaciones, si venían de una escuela pública o demostraban no tener los recursos suficientes, no les daban entrada a una universidad, aunque fuese con una beca.

Y las cárceles, las atenciones médicas a personas vulneradas eran mediocres. Prácticamente, cualquier cosa de necesidad básica, era un privilegio que no muchos se podían costear.

Darcy detestaba Venus, detestaba que todos quisieran definir quién era ella, cuando ni siquiera sabía quién debía ser aún. Lo único que quería, era un poco de apoyo; no de personas desconocidas que, a fin de cuentas, no valían nada, pero sí de su familia; y esto, obviamente, era como pedir que los gatos hablaran. No le sorprendió cuando sus padres decidieron no apoyarla; aun así, agregó una decepción más a la enorme montaña de decepciones que su propia familia le había generado. Y por esa razón, tuvo que conseguir dos empleos para poder pagar sus estudios. Uno de mesera en un pequeño restaurante, y otro de vendedora de ropa en una tiendita agradable y con una jefa flexible en cuanto a los horarios de Darcy (tal vez creía que, si era gentil con la hija de unos millonarios conocidos, entonces su estatus subiría un poco más, quién sabe).

Darcy finalmente llegó a su casa, y al llegar a la entrada y abrir la puerta, notó que sus padres hablaban con un hombre mayor, acompañado por un joven, que seguramente no tenía más de veinte o diecinueve años. El ruido de la chirriante puerta abriéndose atrajo momentáneamente la atención del hombre, que reanudó su conversación con Marlon y Edith casi instantáneamente. El joven, en cambio, volteó a ver dos veces; una, para saber la razón del ruido; y dos, al notar la presencia de Darcy. La observó por unos segundos, y apartó la mirada velozmente al notar que Darcy también lo miró. Su expresión era algo extraña, Darcy no sabía si estaba sorprendido o desconcertado. El chico volvió a mirarla, parecía no poder evitarlo, como si estuviera viendo a un ser mítico por primera vez. Darcy se sintió un tanto nerviosa por su mirada, que no era invasiva, pero sus ojos podían poner nerviosa a cualquier chica.

Trató de ignorarlo, cerró la puerta y se aclaró la garganta.

—¿Papá? ¿Teníamos visitas? —se puso a lado de su padre, haciendo lo posible para evitar mirar al joven, aunque pudo notar que él estaba algo ruborizado, y Darcy estaba más que segura que ella también lo estaba.

—Hija, ellos son Krist y Holland Turner. Krist es nuestro nuevo mayordomo; Holland es su hijo, Krist nos había dicho que es bueno en la construcción y reparación. —explicó su padre.

Darcy sintió un vuelco en el estómago, ¿tan pronto habían conseguido un reemplazo para Willfred?

No era como si nunca fuese a pasar, ella sabía que en algún momento sus padres buscarían a otro mayordomo; aun así, le dio tristeza. Era como aceptar finalmente que Willfred ya no estaba con ella, que ahora en verdad estaba completamente sola, y eso la llenaba de melancolía. Krist enserio parecía una buena persona, y su hijo también, pero no los conocía para nada, y el saber que en ese momento tendría que acostumbrarse a personas nuevas era algo chocante.

—Nos pareció una buna idea contratar a Holland, la casa se ha estado deteriorando y alguien que la renueve nos vendría bien. —dijo su madre, sacando a Darcy de sus cavilaciones.

Miró a Krist y Holland, no muy segura de qué debería decir o hacer, luego miró a sus padres.

—Vaya, es... No sabía que ustedes ya...

—Se ve algo sorprendida. —observó Krist con una dulce y gentil sonrisa que calmó un poco a Darcy. Vaciló unos segundos.

—No, para nada —corrigió Darcy con un tono gentil y negando con la cabeza—, de hecho, me hace feliz ver caras nuevas en la casa, es solo que...

Se detuvo a sí misma antes de mencionar a Willfred. Quiso ahorrarse las incómodas explicaciones sobre que ella tenía una relación casi de padre e hija con su anterior mayordomo, y de poner un ambiente algo incómodo, por lo que simplemente dijo:

—No había sido avisada al respecto, soy Darcy O'Connor, es un placer. —le dijo tendiéndole la mano con una sonrisa un tanto cohibida. Krist le dio un fuerte apretón de mano, con un gesto bastante encantador.

Al darle la mano a Holland, no pudo evitar notar que era increíblemente parecido a su padre; eran igual de altos, la misma nariz respingada, y el mismo cabello negro, con la diferencia que el de Krist estaba siendo dominado poco a poco por las canas. También notó que los ojos de Krist eran azules, y los de Holland eran de color verde; un verde bastante cautivador, casi hipnotizante; de hecho, tenía unos ojos muy bonitos y... ¿por qué Darcy pensaba en eso?