—¡Darcy! —exclamó una voz que Darcy no pudo identificar.
—¡Aléjate, por favor! —gritó Darcy desesperada sollozando.
—Darcy, mírame. Soy yo, Molly.
Darcy abrió los ojos y, efectivamente, vio a su hermana sujetándola de los brazos para que se sentara. Pudo notar que los ojos de Molly estaban llorosos. El cuarto no estaba lleno de sangre y no había nadie que quisiera lastimarla.
—Pero... yo... había tanta sangre. —balbuceó Darcy, Molly se veía preocupada.
—Sé que estas sangrando un poco, pero estás bien, no pasa nada. —dijo Molly acariciándole el cabello a Darcy.
—¡Molly, déjame entrar! —Tom golpeaba la puerta con fuerza.
—¡No, Tom! No quiero que veas esto. —dijo Molly con tono firme.
—Ella también es mi hermana, ¡ábreme, maldita sea! —exigió Tom, Molly resopló y le pidió a Darcy que no se moviera, se levantó y le abrió la puerta a Tom. Al entrar, el rostro de su hermano se quedó perplejo. Se sentó junto a Darcy e hizo que apoyara su cabeza en su hombro, para así rodearla con su brazo. Darcy no comprendía qué era lo que estaba pasando.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Tom a Darcy en un tono que intentaba ocultar su pánico.
—Yo... no lo sé. —contestó Darcy, todavía con la respiración algo agitada.
—No tienes que hablar de eso si no quieres. Está bien. —dijo Molly sentándose junto a ella.
Darcy estaba tan alterada, que no había sentido el ardor que tenía en sus brazos. Bajó la mirada y se quedó sin habla. Sus brazos tenían los mismos cortes que ese hombre le había hecho, aunque sus piernas y todo su cuerpo estaba sin un solo rasguño. Los únicos cortes que había estaban en la parte de su antebrazo, y frente a ella, había varias navajas de afeitar, como si Darcy hubiese...
—«Yo no pude haber hecho eso... ¿verdad?» —pensó Darcy, totalmente anonadada.
Ella seguía apoyada al pecho de Tom. Todos estaban en silencio, hasta que escuchó los pasos de su madre entrando a la habitación. Holland también había subido, pero Marlon, que también estaba ahí, le dijo que no tenía nada que hacer en el lugar y que hiciera su trabajo.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Edith entrando al baño lentamente.
—¿Llamaste a mamá? —preguntó Darcy en un murmuro a Molly.
—No sabía qué más hacer, lo siento. —dijo Molly, sintiendo culpa.
Darcy intentaba evitarle la mirada a su madre, aunque era complicado, pues Edith la miraba con furia creciente.
—Molly, Tom, por favor retírense. —dijo su madre firmemente.
—Pero nosotros... —dijo Tom.
—¡Ahora! —sentenció su madre. Sus hermanos le dieron una última mirada a Darcy, y aunque ella no quería que se fueran, les dijo con su mirada que todo iba a estar bien. Molly y Tom se retiraron, y Marlon entró al cuarto de baño, pero al ver que Edith lo tenía todo controlado, se retiró a su oficina.
—Levántate, Darcy. —ordenó. No era la primera vez que Edith veía a su hija en esas circunstancias, y siempre que pasaba, ella y su padre se molestaban mucho. Como si Darcy hubiese cometido el peor de los crímenes.
—Yo no me hice esto. —murmuró Darcy, mirando con súplica a su madre. No podía haber sido una alucinación. Lo que le pasó no pudo haber sido un simple producto de su imaginación. Darcy sintió que estaba a punto de enloquecer, ella no pudo haberse lastimado a sí misma, era simplemente imposible. O tal vez... pudo haber sido como con su mano. Simplemente perdía la razón y no era consciente de lo que hacía, ocasionando un desastre.
—No quiero escuchar excusas. Levántate y ven conmigo.
Replicó Edith tajantemente. Darcy se levantó lentamente, sujetando la toalla que la cubría para que no se le cayera y caminó junto con Edith, que la comenzó a dirigir a su habitación.
—No puedo creer que hagas esto. —dijo Edith entrando con furia al lugar. Darcy se sentó en la cama de sus padres.
—Yo no hice esto, mamá. Sé que eso es lo que parece, pero yo...
—¡¿Entonces quién más pudo hacerlo?! ¿Mágicamente las navajas volaron hasta tus muñecas? —replicó Edith interrumpiéndola.
—No sé cómo explicarlo, pero tienes que creerme que yo no lo hice. —insistió Darcy.
—Pues yo sí sé cómo explicarlo; simplemente es uno de tus berrinches. Crees que de esta forma tu padre y yo cambiaremos de opinión sobre la boda, pero déjame decirte que estos intentos de llamar la atención no funcionarán.
—¡Eso no es lo que yo intento hacer!
—¿Entonces qué es lo que intentas? Hubieras escuchado a tu hermana; estaba tan alterada que tu padre y yo volvimos del trabajo tan rápido como pudimos.
—Te juro que no quería hacerlo, mamá... ni siquiera recuerdo haberlo hecho. —los ojos de Darcy empezaron a cristalizarse.
—Creo que me estoy volviendo loca... creí que lo que me hizo esto fue algo más. —Darcy nunca había sido tan vulnerable con su madre como en ese momento. Edith se quedó en silencio, y entró a su baño, tomando algunas cosas del botiquín. Regresó y se arrodilló para tomar las muñecas heridas de su hija, comenzando a desinfectarlas y a ponerle unas vendas.
—No estás loca, hija —dijo su madre en el tono más empático que pudo. Darcy fijó la mirada en Edith, pensando que tal vez su verdadera madre fue secuestrada en el baño y regresó su clon malvado... ¿o sería bueno? Eso no importaba—. Solo estas algo alterada por todo lo que estas pasando; tu vida está tomando un cambio radical y eso puede impactarte. Me pasó lo mismo, cuando me enteré que tendría una hija. Nunca me lastimé a mí misma, pero... —Edith se quedó pensativa, mirando al suelo.
—El punto es —prosiguió Edith—que tal vez ahora las cosas parezcan terribles, pero cuando te cases con Edmund, verás que en realidad no era la gran cosa.
Darcy no podía creer lo que veía. Edith nunca se había comportado así con ninguno de sus hijos, y aunque sus consejos no le servían mucho a Darcy, el simple intento de empatizar con su hija hizo sentir a Darcy que tal vez su madre no era tan insensible como creía.