—¿Cómo te sientes? —preguntó su madre, forzando al cierre del vestido de Darcy para que suba. Después de que Molly la maquillara y peinara, su madre la llamó para ayudarla a ponerse el vestido y hablar de ciertas cosas antes de bajar a la gran sala y convivir con los invitados.
—¿Te refieres a cómo estoy sentimentalmente o te refieres al hecho de que este vestido me está matando? —inquirió Darcy irónicamente.
—No seas boba, Darcy. Dime. —pidió su madre con molestia. Darcy se quedó en silencio un segundo.
—Me aprieta... siento que estoy asfixiándome. —contestó. Su madre pareció entender lo que intentaba decir.
—Todas nos sentimos así. —dijo Edith en voz grave. Darcy la miró algo sorprendida.
—¿Tú también sientes eso?
Su madre suspiró.
—La asfixia es un sentimiento con el que toda mujer nace. Es como un corsé: al principio te sientes mal, tal vez te desmayes algunas veces, pero aprendes a vivir con ello. Muchas veces te preguntas por qué; por qué a nadie parece importarle, aunque vean que estás morada y suplicando por ayuda... y es porque creen que es normal, que en realidad no nos sentimos así y que solo es cosa de nuestra imaginación. Y un día solo te despiertas y aceptas que nunca podrás respirar al cien por ciento, y que siempre habrá ese sentimiento de inconformidad en ti. —Edith hizo una pausa, su rostro parecía horrorizado de sí misma por todo lo que estaba diciendo; claro que, al ser Edith, intentó ocultarlo.
—Pero como dije, aprendes a vivir con ello.
Darcy sintió una punzada en el pecho, ¿cómo es que se puede aprender a vivir con algo así? ¿Era eso a lo que Darcy estaba destinada? ¿A vivir inconforme el resto de su vida, viviendo una vida que no quería vivir? No era justo, no estaba bien, era una locura. Más que eso, era algo cruel; nadie tenía porqué aprender a vivir con algo tan terrible como eso.
Darcy intentó contenerse, pero sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Esto está mal. En verdad no quiero hacer esto. —suplicó con voz temblorosa.
—Pues no tienes otra opción. —contestó su madre fríamente.
—Muchas veces lo que queremos no va acorde a los planes de la vida. Nadie puede luchar contra eso. —añadió Edith.
—¿Y qué tal si sí? ¿Por qué no tendríamos la opción a elegir? ¿Por qué tendríamos que estar condenadas a este infierno? —replicó Darcy mientras miraba a su madre por el espejo.
—No quiero discutir más de esto, hija. —susurró su madre con molestia. Darcy se levantó y miró a su madre frente a frente.
—Vas a bajar, sonreirás, serás amable con todos, especialmente con Edmund, y tendremos una velada agradable. No arruines esto, por favor. —aunque Edith intentó verse firme, parecía más suplicante que nada, y se fue de la habitación sin decir una palabra más, dejando a Darcy sola.
Ya en la sala, Darcy estaba apartada en un rincón, viendo como todos charlaban entre sí, tomando champagne o sidra, presumiendo sus costosas joyas o relojes.
Ella no pensaba que Edith dejaría que Holland estuviese en la velada después de su conversación del día anterior; pero para su sorpresa, él estaba ahí, sirviéndole vino o cualquier bebida a los invitados, y Krist estaba sirviendo bocadillos. Ambos cruzaron sus miradas por unos segundos, pero Darcy volteó rápidamente y en breve fue a la cocina. Ahí estaba Tom, robándose comida del refrigerador.
—Hola, Dars; ¿qué pasa? —preguntó Tom notando la cara paniqueada de su hermana. Darcy titubeó unos segundos.
—Nada, solo estoy aquí... ¿te puedo preguntar algo?
—Por supuesto.
—¿Por qué Krist y su hijo están aquí?; digo... es que creí que se tomarían el día libre. —añadió rápidamente Darcy al ver el rostro lleno de sospecha de su hermano.
—Pues, no lo sé. Creo que hay tanta gente que no basta con las otras empleadas. Ay, pero tranquila; sé que no te gusta que exploten a los empleados, pero seguro ellos también se la están pasando bien. —dijo Tom despreocupado.
—Sí... eso... la explotación. —balbuceó Darcy mirando a otro lado y aclarándose la garganta al final; de un momento a otro, empezó a sentirla seca.
—En fin, espero que no te moleste, y sé que no lo hará, pero me iré a mi cuarto a esperar a que este evento acabe. Con permiso, hermanita. —anunció Tom llevándose miles de cosas para comer en su habitación. Darcy la miró con un reproche juguetón y lo dejó irse.
Al quedarse sola, vio que había una botella de vino que no estaba abierta. Darcy no era de las personas que bebían, ni siquiera en eventos o fiestas, simplemente no le interesaba. Pero en ese momento, teniendo tantas preocupaciones en la cabeza, vio a esa botella de vino como un escape de la realidad, aunque las consecuencias fueran una fuerte resaca al día siguiente. Miró a todos lados para asegurarse de que nadie la estuviera viendo, tomó un sacacorchos que estaba en un pequeño cajón y abrió la botella con algo de esfuerzo. Pensó que era mejor tomar una copa que toda la botella; en caso de que alguien la viera. Tomó una copa y la llenó hasta el tope. Y entonces, empezó a tomar el vino como si de agua se tratara. Se sirvió otra copa, y otra, y otra, hasta que la botella estaba casi a la mitad. Para ese entonces, Darcy empezó a sentirse un poco mareada.
Escuchó a su madre chocar suavemente un cuchillo de untar con una copa para llamar la atención de los invitados. Como era de esperarse, todos pusieron sus ojos en Edith, quien se veía radiante y sonriente junto a su esposo. Darcy también salió, quedándose en la entrada que daba del comedor a la sala común.
—Queridos amigos y colegas, tenemos una gran noticia que nos llena de dicha a mi querido esposo y a mí contar. —anunció Edith con júbilo.
—Edmund —lo llamó Edith—, ¿quieres acercarte aquí?
Edmund apareció de la nada, haciendo que Darcy se sintiera más mareada de lo que ya estaba. Se acercó a Edith y Marlon, quienes estaban con una radiante sonrisa. Al llegar, Marlon le dio unas palmadas en la espalda.