Ellos Quieren Venganza

Capítulo 20

Los días pasaban, y Darcy no encontraba ninguna pista que la acercara a la identidad del asesino. Sentía que se estaba volviendo loca, siempre que se determinaba a investigar o indagar sobre el tema, algo ocurría. O su madre la llamaba para molestarla con los preparativos de la boda (que, además de tedioso, era lo que la tenía más ocupada), o sus hermanos la buscaban para algún asunto, o Magaly la llamaba para que estudiaran el fenómeno de la luna de sangre y continuara con su aprendizaje de bruja médium; en esos casos, Darcy tenía que mentir o escabullirse para poder reunirse con su nueva amiga. El tema era, que todo era un caos, y aquella tarde en el salón de su casa, no era la excepción. El salón, como sus padres lo llamaban, era un cuarto amplio que se usaba para probarse y medirse la ropa que mandaban a hacer. Básicamente, era otro estudio para la Sra. Gale, que se usaba cuando los O'Connor no tenían intenciones o el tiempo de salir. Darcy se encontraba allí, perdiendo el tiempo, sin embargo, esta vez no le disgustaba del todo estar allí. La señorita Gale había confeccionado un hermoso vestido de novia, y aunque a Darcy le costaba admitirlo, le encantaba. No estaba terminado del todo, pero vaya que para Darcy no habría ningún problema si se presentaba en la boda con el vestido tal y como estaba.

Edith, de forma milagrosa, había escuchado a su hija y dejó que el vestido fuera hecho al gusto de Darcy, lo que hizo que todo el proceso fuera un poco menos tedioso. Eligió algo simple pero elegante; Marion le dijo que era irónico, tomando en cuenta que Darcy siempre ha sido muy exigente en cuanto a ropa se trataba. Tal vez por esa razón, era que no estaba odiando del todo el proceso del vestido.

El vestido era largo, casi llegando hasta el suelo y cubriendo sus pies. Darcy no supo cómo explicar su visión de la forma del escote, pero en cuanto empezó a describirlo de la manera más acertada que podía, la Srta. Gale lo captó en segundos y le dijo que el estilo que ella quería era un "escote palabra de honor"; a Molly y a Darcy les hizo gracia el nombre. El "escote-palabra-de-honor" resaltaba la figura de Darcy de una forma muy bonita. Los detalles del vestido eran tan lindos, que daba ganas de dar saltitos de alegría. Eran pequeños brillos plateados que hacían ver al vestido como si fuese hecho de diamantes (no brillaba de una forma exagerada, pero sí de una forma sutil y con clase). Aunque a Darcy no le agradaba la Sra. Gale, tenía que admitir que tenía talento para el diseño de ropa y podía entender por qué su madre confiaba tanto en su trabajo.

Edith y Edmund se encontraban en la habitación, y aunque nadie lo sabía además de Darcy, también Marion estaba ahí. Darcy estaba frente al espejo, viendo cómo la Srta. Gale terminaba con los últimos detalles del vestido con una histriónica cara de concentración que parecía de caricatura. Se sentía como si en vez de confeccionar un vestido, la Srta. Gale estuviese adivinando cuál es el cable correcto para desactivar una bomba.

Edmund estaba sentado en un sillón, con una copa de vino en su mano, viendo a Darcy y a su reloj cada cierto tiempo. Su madre iba y venía del salón, haciendo chequeos breves para examinar si todo estaba bien. Finalmente, se quedó, aliviando a Darcy, pues cada vez que Edith se iba, detestaba quedarse sola con Edmund, que hacía comentarios a cada momento de su figura, pensando que la estaba elogiando, cuando en realidad, solo la hacía sentir incómoda. Marion le dijo que, si seguía así, le daría un buen sape en la cabeza, lo que hizo reír a Darcy para sus adentros.

—¿Qué tal me veo? —preguntó Darcy volteándose, haciendo pensar a Edmund que la pregunta era dirigida a él, cuando en realidad, se lo preguntaba a Marion.

—Tan bella como siempre, linda. —respondió Edmund; en realidad, él no estaba prestando atención para nada; parecía estar en piloto automático, a excepción de cuando tenía que decir algo sobre el cuerpo de Darcy. Ella no le puso atención, y escuchó las palabras de Marion:

—Ni una flor de diamantes podría compararse con tu belleza, amada mía. —se arrodilló, adoptando un tono shakesperiano y tomándole la mano. A Darcy se le escapó una risa. Marion le sonrió con complicidad, y volvió a sentarse a lado de Edmund.

—¿Y esa risa? —inquirió Edith con una extraña sonrisilla incrédula, pensando que la risa de Darcy era debido a Edmund.

—Nada, solo me halagan las poéticas palabras de Edmund, mamá. —respondió con un tono disimuladamente sarcástico, haciendo que Marion soltara una carcajada. Edith se quedó en silencio, lo que hizo pensar a Darcy que la regañaría por el comentario, sin embargo, le sorprendió ver un esbozo de sonrisa en el rostro de su madre.

—Debo admitir que Edmund siempre fue malo para los halagos. —dijo Edith en un tono extrañamente burlón. Estaba más relajada de lo normal, y también más sonriente. Darcy se había percatado de que se comportaba así solo cuando Edmund estaba cerca, lo que le pareció extraño. Edmund miró a ambas con un fingido fastidio.

—¿Tienes algo mejor que un "tan bella como siempre"? —se atrevió a preguntar Darcy, solo para ver la reacción de Edith, y se sorprendió al verla reír, pero también, casi inconscientemente, disfrutaba estar compartiendo un momento con su madre.

Edmund se incorporó de su asiento y se acercó a Darcy.

—Me recuerdas a una joven nerviosa de diecinueve años que estaba tan indecisa con su vestido que casi llega al colapso. —desvió la mirada hacia Edith con las cejas alzadas. Darcy miró lentamente a su madre y luego a Edmund.

—No vinimos a hablar de mí, sino de Darcy. —replicó alzando la mano, con una sonrisa oculta en su rostro.

Darcy miró a Marion para ver si estaba igual de extrañada que ella y, en efecto, Marion le devolvió una mirada perdida, notando el extraño comportamiento de Edmund y Edith. Ambas incluso podrían jurar que estaban coqueteando, lo que le hizo a Darcy sentir nauseas.



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En el texto hay: fantasmas, amor, horror y suspenso

Editado: 19.07.2024

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