Darcy y Holland se quedaron fuera de la biblioteca, sentados en una banqueta que estaba fuera de la entrada.
Holland se sentó en silencio; no dijo nada. Solo miraba a la gente y algunos autos pasar a medida que el día terminaba. Sin embargo, Darcy solo lo miraba a él. Nunca se había dado cuenta que tenía un lunar cerca de la oreja, así como no se había dado cuenta de que su melena escondía débiles risos en la parte de la nuca; eran casi imperceptibles, pero si se ponía suficiente atención, era posible verlos.
—No vas a rendirte con esto, ¿verdad? —quiso saber Holland, rompiendo el silencio entre ambos.
—Tú sabes que no. —musitó Darcy juntando las manos.
Holland la miró, se veía preocupado y cansado.
—¿Cómo es que puedes querer hacer algo a pesar de saber todos los riesgos que implica?
—¿Cómo es que puedes estar conmigo a pesar de que nos podemos meter en serios problemas? —inquirió Darcy de vuelta; Holland no respondió nada—; a veces nos arriesgamos por las personas que amamos. Cuando vale la pena, eres capaz de dar todo por amor, ¿no es así?
Holland reflexionó las palabras de Darcy. Luego, una sonrisa de derrota salió de sus labios.
—¿Por qué tuve que elegir a la chica más lista y cursi de Venus? Dime.
—Si hace tres años te hubiesen dicho que estarías con una chica que no solo tiene severos problemas familiares, sino que también tiene poderes paranormales, ¿qué hubieras dicho? —preguntó Darcy con una creciente sonrisa.
—Hubiese dicho que busquen a Jesús —respondió Holland gesticulando con la cabeza. Darcy soltó una fuerte risotada que llenó de gozo el corazón de Holland. Darcy apoyó la cabeza en el hombro de Holland. El chico respondió abrazándola y dándole un beso en la cabeza.
—Tengo miedo. Por ti. Por todo —soltó finalmente Holland, todavía aferrado a Darcy; ella no se despegó de su hombro, pero sintió como si su corazón se derritiera como cera caliente—. Si te soy sincero, ni siquiera me asusta tanto pensar que los fantasmas en realidad existen, o que en serio hay vida después de la muerte.
—Te desmayaste. —le recordó Darcy con una suave voz.
—Cállate, tú sabes la razón —replicó Holland dándole un mini golpe en la cabeza a Darcy con la palma de su mano, lo que la hizo soltar una breve risa—. Lo que quiero decir es que... no me parece justo nada de esto. No me parece justo que tengas que enfrentarte a algo tan peligroso, aunque no quieras hacerlo. Y no me parece justo que tengas que arriesgar todo para que finalmente esas cosas te dejen en paz. Marion me contó por todo lo que has tenido que pasar gracias a ellos antes de que yo viniera aquí. Si te soy sincero, creo que se me empañaron los ojos un par de veces. No quiero que pases por más situaciones traumáticas. —dijo Holland con un dejo de súplica en su voz.
Darcy no pudo evitar pensar si Holland era real o producto de su imaginación. Cerró sus ojos y respiró hondo. Se despegó de su hombro y lo miró. Lo besó con todo el cariño que la embriagaba en ese momento. Holland acarició su cara y sintió como su pulso se aceleraba ligeramente.
—No sabes cuánto te amo. En verdad lo hago y demasiado. Escucha, sé que esto te preocupa, y que temes por lo que me pueda pasar. Yo sentiría lo mismo si intercambiáramos los papeles, pero te prometo que no dejaré que nada me pase. Como ves, tengo amigas que me respaldan, y te tengo a ti; por primera vez puedo decir que no estoy sola y me siento tan agradecida por eso, créeme. —respondió Darcy acariciando el rostro de Holland. Él meneó la cabeza en señal de desapruebo.
—¿Por qué lo haces? Y no me digas que por Marion o porque quieres que los demás también tengan paz. Sé que lo haces por algo más. —insistió Holland.
Darcy se separó de él y pasó su mano por su cabello. Holland no se equivocaba. Claro que quería dar a todas esas personas la paz que merecían, pero de cierta forma, esa decisión también tenía algo de interés personal.
—Toda mi vida me he sentido diferente. Ya sea porque no iba a la escuela como los demás niños y solo tenía un profesor particular, o porque era la única de mis amigas que me preguntaba si no había algo más además de casarnos y tener bebés; nunca me pareció algo negativo, pero siempre odié que eso se vea como una norma. Pero, nada de eso me hacía sentir tan... fuera de lugar, como, lo que ahora entiendo que es un don. Pero por mucho tiempo, fue una maldición para mí. Todas las noches me preguntaba si afuera había alguien más que fuese como yo. Cada vez que tenía un ataque de pánico, nunca pedía ayuda, porque si hubiese dicho la razón de ello, seguramente estuviera en un manicomio desde los trece. A medida que pasaba el tiempo, solo me fui alejando de las personas, pues cada que conocía a alguien, en lo único que podía pensar era: ¿acaso esta persona sería capaz de quedarse después de ver más allá de la superficie? Y siempre terminaba con la misma respuesta. Ni siquiera mis padres aguantaban cada vez que tenía uno de mis episodios, ¿cómo es que alguien que no estaba obligado a quererme lo haría? —tomó una pausa, y miró arriba; el cielo se hacía cada vez más oscuro—. Esto me ha afectado más de lo que crees, Holland. Por eso necesito saber. Necesito saber la verdad. Debo saber por qué estoy luchando con esto. Necesito que esto valga la pena después de tanto sufrimiento. No me puedo quedar a medias, preguntándome cuál fue la verdadera razón de todo esto por el resto de mi vida.
Holland no dijo nada. Solo miró a Darcy, sabiendo que ella tenía razón. Vio a una chica con tantas heridas abiertas, que era simplemente cruel negarle el saber quién era el causante de su sufrimiento. Holland sabía que sería un total idiota si prohibía a Darcy a hacer algo para detener lo que por años la había atormentado. Él sabía que, aunque él y Marion se pararan de cabeza, Darcy no cambiaría de opinión, y la verdad, sería más cruel y peligroso dejarla sola, que apoyarla y ayudarla para que al fin su pesadilla acabara.