Mientras Holland conducía, Darcy veía por la ventanilla como la ciudad dejaba de tener casas a su alrededor, y se convertía en un verde y pacífico bosque repleto de manzanos. Se escuchaba el canto de las aves y se podía ver algunas ardillas escondiéndose en los árboles y arbustos al escuchar el auto andar. Era un lugar bastante sereno, y jamás había visto esta parte de Venus.
La ciudad no se caracterizaba por tener grandes edificios o lugares lujosos, exceptuando las grandes casas y mansiones de las familias millonarias de ahí, que, por alguna extraña razón, siempre se encontraban alejadas de las casas comunes y de los locales y tiendas. Aun así, nunca había visto un lugar tan bonito como ese.
—¿A dónde vamos? —preguntó Darcy.
—A un lugar especial, ya lo verás. —respondió Holland apretando levemente la pierna de Darcy, y segundos después, detuvo suavemente el auto. Darcy lo miró, preguntándose si ya habían llegado, aunque solo veía un espacio verde con algunos árboles y el sendero que guiaba a Holland.
—Pero primero debo llamar a alguien, espera aquí. —Holland abrió la puerta y bajó del auto. Estaba mucho más tranquilo de lo que estaba en la carretera; ambos lo estaban, de hecho, y estaba tan tranquila que le daba miedo. No sentía ningún impulso de llorar o gritar, ni siquiera sentía ira o miedo; era como si su cuerpo hubiera apagado esos sentimientos y los hubiera reemplazado por una extraña desconexión en su cerebro. Sentía como si hubieran arrancado su alma y estuviera en un vacío desgarrador que nublaba su vista. De hecho, en el camino, Holland intentaba crear cualquier tema de conversación porque notó el estado de Darcy, pero ella no lo escuchaba, y no es que no quería, no podía evitarlo, trataba de escucharlo, pero apenas y podía mantenerse consciente. En un momento, dejó de escuchar la voz de Holland, lo que la hizo sentirse culpable, sin embargo, sintió la mano de Holland tomando la suya, y la apretó fuertemente. Sin ninguna necesidad de palabras, sintió que la apoyaba, que estaba con ella, que no se alejaría de su lado. Eso la hacía sentirse menos desconectada, menos anestesiada, y se lo agradecía mucho.
Vio a Holland marcar un número en su celular, y después de unos segundos, comenzó a hablar, pero su voz no se escuchaba debido a los vidrios cerrados. Disimuladamente, Darcy abrió su ventanilla, no totalmente, pero sí lo suficiente para escucharlo, y puso atención.
—Solo será por unos días... ya te dije que no haré una fiesta masiva —negó un tanto fastidiado—, solo quiero estar unos días a solas con mi novia... ¡No la voy a embarazar, solo queremos un poco de paz!
Darcy no pudo evitar soltar una risa al escuchar esa frase. Se cubrió rápidamente la boca para que Holland no notara que lo escuchaba.
—«No creo que en estos momentos tengamos la energía para que me embarace.» —pensó Darcy disimulando su sonrisa, y entonces siguió poniendo atención.
—No, tía... agh, ¿crees que si fuéramos a hacer algo malo no sería muy fácil para mí ocultártelo? Podría decirte que quiero ir yo solo o con papá, pero estoy siendo honesto, ¿eso no me da puntos? —un silencio, Holland expectante al teléfono, y luego, el alivio invadiéndole en el rostro—. ¿De veras? ¡Gracias, gracias, gracias! Nos salvas la vida con esto, de veras, gracias.
Holland colgó el teléfono y sonrió satisfecho, luego se subió al auto y miró a Darcy con picardía.
—Eres una ratona curiosa, ¿lo sabías?
Darcy intentó fingir demencia.
—¿Qué...? ¿de qué hablas, amor?
—Como que no me di cuenta que me escuchabas; de todas formas, iba a decírtelo, pero no quería ilusionarte en caso de que no aceptara. —explicó Holland mirando al teléfono y luego a Darcy. La chica vaciló unos instantes, tratando de encontrar un buen argumento, pero poco después, se rindió.
—De acuerdo, tal vez solo escuché un poquito. —admitió Darcy con tono de inocencia. Holland soltó una risa.
—¿Recuerdas que te hablé de mi tío que me llevaba a disparar patos? —Darcy asintió con una pequeña sonrisa, recordando aquella historia—; bueno, él es esposo de mi tía Ruby, hermana de mi mamá, y ella tiene esta casa de campo que está alejada de todo, ese es un buen lugar para quedarnos hasta entonces.
Darcy le iba a responder que era fantástico que tuvieran un lugar seguro en el cuál resguardarse hasta que supieran qué hacer con todo el desastre, pero vio que Holland rio para sí mismo.
—¿Qué? —quiso saber Darcy contagiada por su sonrisa.
—Creo que te queda.
—¿Qué cosa?
—El apodo de ratoncita. —respondió Holland con tono burlón.
—¿Ratoncita? —repitió Darcy alzando las cejas mientras su sonrisa desaparecía.
—Eres chiquita y tierna... como un ratón —explicó Holland asemejando el tamaño de un ratón con sus manos—. Además, esos dientes delanteros no ayudan.
La nariz de Darcy dio un pequeño respingo y se tocó disimuladamente los dientes delanteros. Ella sabía que sobresalían un poco, pero nadie lo había mencionado hasta ahora, claro que sabía que Holland no lo decía con malas intenciones.
—¿Eso crees? ¿Ya te pusiste creativo con los apodos? —le dijo Darcy, dándole seguidos golpes en el brazo, mientras Holland se cubría con los brazos.
—¡Los ratones me parecen lindos! ¿Cuál es el problema? —alegó Holland. Darcy le dio un último golpe con más fuerza, intentando mantenerse seria, y luego apoyó su codo en la ventanilla para posar su mano en su cara.
—En serio te detesto. —replicó Darcy cubriendo su boca para que no se notara su sonrisa.
—Te encanta y lo sabes. —dijo Holland moviendo la cabeza.
—Cállate y conduce. —le dijo Darcy empujándolo, dejando salir una risa al fin.
—Lo que su majestad ordene. —contestó Holland con un tono burlón.
No tardaron mucho en llegar a la casa de campo. Lo primero que pensó Darcy fue que era muy hermosa, aunque solo la hubiera visto por fuera. Era de un color amarillo maíz, con tejas de un suave anaranjado, y ventanas con marcos de madera. Tenía una cerca en la entrada y a los lados de la puerta, tenía dos ventanas con macetas llenas de flores debajo de ellas. Darcy pensó que, si se veía así de bien por fuera, no se imaginaba como sería por dentro.