—Las personas que vieron en la casa son fantasmas, sé que suena loco y fantasioso, pero es verdad —se apresuró a decir Darcy—. Han estado atrapados en esa casa por veintidós años, y la razón de ello es porque... porque fueron asesinados ahí. —casi no pudo decir la última frase, no sabía si podría mirarlos a los ojos y decirles que sus padres eran personas terribles y peligrosas. Las caras de Tom y Molly se contorsionaron en una expresión confusa. Como ninguno dijo nada, Darcy prosiguió:
—Fueron tres personas las que asesinaron a las víctimas; estaban sedientos por su fortuna, y crearon el plan más desquiciado para salirse con la suya. —se detuvo, examinó a sus hermanos con la mirada, como si con eso impidiera que se sintieran de la misma forma que Darcy lo hizo al enterarse de la cruda verdad de sus padres; con voz cautelosa, continuó:
—Se encargaron de enamorar a esas personas para casarse con ellas; y cuando cumplieron con ese objetivo, los desecharon... como si no fueran nada. Con todo el dinero que adquirieron tras la muerte de sus parejas, reconstruyeron la casa... la casa en la que vivimos.
El rostro de Tom se endureció, el de Molly, se mostró aún más confundido, no porque no sabía a lo que Darcy se refería, sino porque no pensaba que fuese real. Tom apartó la mirada, la realización lo sofocaba como una bolsa de plástico en su cara; cerró los ojos con fuerza, deseando que todo fuera un sueño, y miró a su hermana mayor, de una forma que Darcy no pudo explicar, sin decir nada.
—¿Qué quieres decir... con que era nuestra casa? —preguntó Molly hablando lentamente, con los ojos llenos de lágrimas. Tom guardó silencio, cubriendo su boca con su mano. Darcy se cruzó de brazos, y miró a su hermana de forma dolida.
—Moll... —le dijo con súplica. Molly solamente suspiró, dejando caer sus lágrimas; trató de mantenerse al ras y tranquilizarse para no afectar más a su hermana de lo que ya estaba. Se secó las lágrimas y se cruzó de brazos, parecía sentir frío de repente.
—Esto es... ¿es en serio lo que estás diciendo, Darcy? —dijo Molly con una notable esperanza de que no fuese así. Darcy apenas pudo sostenerle la mirada. Deseó poder reparar todo lo que sus padres habían quebrado, y si no era eso, al menos quería sentirse capaz de mentirles a sus hermanos pequeños; a los niños a los que ella había cuidado por tanto tiempo, pero no podía. Hubiera deseado tener el poder de hipnotizarlos, de borrarles la memoria y ahorrarles ese amargo trago.
—Sí... lo es —respondió Darcy en un tono casi imperceptible—. Sé que suena ilógico, poco creíble, diría yo, pero es verdad. Por eso les había dicho que tenían que mantenerse alejados, cuando me enteré yo... perdí la cabeza.
Molly y Tom no dijeron nada, solo se quedaron en silencio, inmóviles como estatuas, reflexionando las palabras de Darcy.
Estuvieron callados por tanto tiempo, que a Darcy le preocupó; ninguno de los dos se caracterizaba por ser silenciosos. Esperó que la bombardearan con más preguntas, incluso quiso que le reclamen o le griten, pero no tener esa silenciosa versión de ellos que le daba escalofríos. Darcy tomó aire para hablar, y un tanto insegura de hacerlo, rompió el silencio:
—Hay mucho más, pero no sé si deba...
—Espera —la interrumpió Tom, se veía inseguro, atemorizado—; creo que, sería mejor que nos cuentes todo... una vez que ya estés mejor. —murmuró con algo de arrepentimiento en sus ojos.
—Estoy de acuerdo, no puedo verte un segundo más así. —añadió Molly negando con la cabeza, la pobre estaba deshecha. Era como si, al ver a Darcy, Molly pudiera sentir toda la tortura por lo que tuvo que pasar, y se obligó a sí misma a mantenerse tranquila por Darcy, lo que hacía sentir aún más quebrada a su hermana mayor. Darcy se cruzó de brazos, su rostro con moretones y heridas, su espalda marcada por los dolorosos golpes del látigo, y su pierna herida que no paraba de sangrar, le daban un aspecto tan desprolijo a Darcy que generaba lástima; eso sin mencionar las manchas de sangre que tenía con la sangre de Edmund. Desvió la mirada, tratando de ahogar todos esos recuerdos en su memoria. Se sintió conmovida y aliviada de que sus hermanos todavía se preocuparan y guardaran cariño para ella, y al menos una parte de ellos la veían como la misma Darcy de siempre, o bueno, la Darcy que ellos conocían.
—Está bien. Yo conduciré. —dijo Darcy por lo bajo, dirigiéndose al auto; Tom se interpuso entre ella y la puerta delantera, y negó con la cabeza.
—No deberías conducir así, yo lo haré. —se ofreció Tom con afabilidad. Molly soltó una risa un tanto histérica.
—Por supuesto que no, tú conduces como loco, yo lo haré. —dijo Molly tajantemente; Tom balbuceó algunas palabras que parecían de indignación mientras Molly entraba al auto. Tom regresó a ver a Darcy con ofensa en su rostro.
—Molly tiene razón. —coincidió Darcy encogiéndose de hombros. Tom rodó los ojos y abrió la puerta trasera a regañadientes. Le hizo un ademán a Darcy para que entrara primero, lo que la hizo soltar una pequeña sonrisa; después, Tom entró y cerró la puerta. Molly prendió el auto y arrancó, no muy segura a dónde deberían ir.
Tom, con cierta timidez tocó el hombro de Darcy para atraer su atención.
—Ven aquí. —la llevó a él y la hizo sentarse en sus piernas. Darcy cerró los ojos sintiendo que el corazón se le saldría del pecho. Tom besó la cabeza de Darcy y ella se apoyó en su pecho, dejando que Tom la rodeara en un cálido y protector abrazo. De repente, el sueño atacó a Darcy como una hiena hambrienta. Con tan solo sentir la calidez de su hermano, fue suficiente para que su cuerpo dejara de estar alerta. Cerró los ojos e intentó dormir, pero eso duró poco debido a que Molly preguntó:
—¿Y a dónde vamos?
Darcy abrió los ojos y escudriñó por la ventana. No sabía si Magaly y Holland seguirían en la casa de campo, después de todo, ese ya no era un lugar seguro después de haber sido descubiertos. Lo más probable era que Magaly había llevado a Holland a la biblioteca, aunque no estaba del todo segura. De hecho, lo único que le hubiera gustado saber en ese momento, era si Holland no la detestaba por haberse escapado y dejarlo a él y a Magaly sin un medio de transporte, matándolos de la preocupación, miedo e incertidumbre; ahora que lo pensaba, había sido una acción muy imprudente haberse ido de la forma en que lo hizo, pero la verdad era, que por más que Darcy se arrepintiera de ello, ya no podía cambiarlo, no tenía sentido pensarlo demasiado.