Darcy y Marion habían tomado todo lo necesario para realizar el ritual.
Ya que tendrían que hacer un viaje de ida y vuelta, Darcy tomó dos frascos pequeños para tomar la sangre de Marlon y Edith; le dijo a Marion que guardara los frascos, con ella no habría riesgo de que se rompieran. También tomó dos cuchillos, pero Marion le dio la navaja con runas de Magaly a Darcy. La chica la miró desconcertada por un momento.
—La tomé hace unos segundos... sé que te ayudará. —explicó Marion.
Darcy no estaba muy segura, pero no perdía nada usándola, sintió que era una buena manera de honrar a Magaly. Ahora que tenían todo equipado, solo faltaba lo más importante: entrar al plano espiritual.
Ahí se encontraban las dos chicas en la sala, concentradas, con la esperanza de tener algún indicio de haber entrado. Marion estaba con los ojos cerrados, imaginándose entrar en el otro plano, pero extrañamente, nada parecía dar frutos. Darcy la miraba mientras se mordía ligeramente el dedo pulgar. Estaba comenzando a sentir más angustia de la que ya sentía. El tiempo se acababa, y cada segundo que pasaba hacía más incierta la seguridad de Holland, Molly y Tom.
—Tal vez si tratas de...
—Ya he intentado de todo, Darcy, pero no funciona —Marion resopló, todavía con los ojos cerrados—. Es extraño... es como si hubieran trasladado una ciudad entera a un lugar completamente diferente. —sus ojos estaban arrugados de tanto forzarlos a cerrarlos, y sus hombros estaban tensos y abultados.
Darcy la observó, y de repente, se sintió abrumada; "como si hubiesen trasladado una ciudad." Eso llegó a recordarle a una frase, y en cuanto más hurgaba en su mente, más uniforme se volvía la idea en su cabeza.
—Dividir... —mencionó Darcy en un murmuro. Marion abrió los ojos, y con el ceño fruncido, se volteó y le dijo:
—¿Cómo dices?
—Maggie llegó a explicarme que los fantasmas podían decidir cuál plano dominaba más en la luna de sangre... pero nunca dijo que podían decidir en dónde se encontraba.
Marion la miró aún más desorientada. Sacudió la cabeza y cruzó los brazos.
—Darcy, te amo, pero no entiendo una sola sílaba de lo que dices.
—No puedes entrar al plano porque no hay necesidad de hacerlo —explicó con la misma emoción de un detective al resolver un caso—. Está aquí, pero está dividido... al menos con nuestros fantasmas. —mientras hablaba, pudo darse cuenta de que, en la puerta de entrada, por la parte de abajo, se divisaba una luz.
Fue hacia la puerta; Marion se volteó.
—¿Qué? —bramó Marion.
Darcy llegó a la puerta, Marion no tuvo otra opción más que seguirla. Cuando Marion llegó, Darcy la miró con inseguridad.
—Ves lo mismo que yo, ¿verdad?
Marion asintió, observando a la curiosa luz que resbalaba por la puerta.
Darcy inspiró hondo, y de forma decidida, abrió la puerta. Se encontró con una cegadora luz blanca, que hizo que los ojos de Darcy sintieran dolor al verla directamente. Entrecerró los ojos y alzó su mano para cubrir su mirada, era imposible ver qué había detrás de esa brillante luz. Marion había hecho lo mismo, pero tampoco vio nada. Ambas se miraron, no necesitaban decir nada para concordar que debían pasar por esa luz. Darcy tomó de la mano a Marion, y juntas, comenzaron a caminar hacia adelante.
Casi a los primeros dos pasos, la luz se desvaneció, dejando ver el lugar en donde se encontraban. Era la casa, solo que se veía diferente. Estaba demacrada y sucia, todo en ella era más viejo de lo que ya era. Los cuadros estaban hecho trizas, las ventanas estaban rotas y las esquinas llenas de telarañas. El polvo entraba fácilmente por la nariz de Darcy, dándole una sensación molesta de comezón. Todo eso no le sorprendía, estaba segura de que así se veía la casa antes de la llegada de sus padres y Edmund. Lo que sí la desconcertó, fue que, no importaba a dónde mirara, en las paredes de la casa se derramaba sangre, tal como la primera vez que Darcy tuvo una visión.
Respiró hondo, alejando la sensación de peligro y vulnerabilidad.
—Bueno... al menos lo logramos, ¿verdad, Marion? —dirigió su mirada a su amiga, pero a lado suyo no había nadie.
—¿Marion? —la llamó Darcy viendo a los alrededores. Nadie respondió.
Darcy comenzó a sentir mucho frío como era usual al entrar en el plano espiritual. Al llamarla una vez más, y no tener respuesta alguna, no se acobardó para nada. Sacó su navaja, prometiendo encontrar a su familia. Esperaba que fuese así, y que no fuera demasiado tarde, pero no había tiempo para pensar en escenarios catastróficos.
Un helado viento que llevaba dirección a la derecha hizo que Darcy volteara. Ahí, a lo lejos, se veía una figura femenina, con un largo vestido. Lo único que se podía ver claramente en ella, eran sus ojos miel suaves que destelleaban, pero no de una forma bonita, sino, de una forma siniestra. Escuchó que algo cayó por el pasillo que daba al sótano, y quiso acercarse para saber qué era, pero sabía que debía alejarse lo más que podía.
Se dijo a sí misma que debía dejar de perder el tiempo, y comenzar a buscar a sus hermanos y a Holland.
Subió las raídas escaleras y el quinto escalón se rompió en el momento que Darcy apoyó su pie; por unos pocos segundos perdió el equilibrio, pero se recuperó, y emprendió su camino nuevamente. Al llegar al piso de arriba, Darcy inspeccionó el lugar. Todo se veía tan oscuro y las telarañas se mostraban por todas partes; era escalofriante.
—¿Holland? —Darcy se dirigía a la primera puerta, la cual daba a su habitación.
Al abrirla, tuvo la shockeante sorpresa de que su habitación no se parecía en nada a como era en la actualidad. Era mucho más antigua de lo que se veía usualmente, y las paredes no tenían la pintura verde clásica. Todo estaba desgastado, y la cama de Darcy no estaba en ninguna parte. Pero eso no era lo que le parecía extraño; lo que la desubicaba bastante, era que el cuarto no parecía el de una chica de su edad, sino de una pequeña bebé.