Elsbeth

10

Se levantó de la silla con tal fuerza que esta cayó atrás y pegó tal puñetazo en la mesa que en menos de un segundo la niña estaba llorando del susto, mientras Juan le miraba sin intimidarse siquiera, y con voz ronca y aquellos ojos negros que tiraban ya a rojizo habló.

-Madre, por tu bien, solamente por tu bien, te ruego eh, te ruego que en tu vida, en tu vida repito, vuelvas a hablar así de mi mujer y de mi, en tu vida, lo vuelvo a repetir.

Volvió a colocar la silla y se sentó tan tranquilo como estaba antes de enfadarse. Yo me levanté con la niña en brazos que ahora mismo estaba agarrada a mi cuello con sus bracitos mientras intentaba tranquilizarla, diciéndole que no pasaba nada, le acariciaba esa pequeña espalda. Mi suegra se levantó y con mucha dignidad, más de la que debía tener una persona, se marchó de la sala. Yo seguía de pie dando pequeños paseos con la niña mientras Edgar rojo de la ira todavía seguía cenando en silencio.

-Juan, quieres queso y fruta? – pregunté intentando a la vez relajar la tensión que había en el ambiente -

El niño asintió y Edgar, más relajado lo pidió. La niña ya dormida en mis brazos me permitió sentarme a seguir cenando. No sabía que se podía cenar mientras se sujetaba a un niño en brazos, es decir que con una mano comes y con la otra le sujetas mientras ella dormía plácidamente. El niño nos miraba a las dos en silencio, observando, examinando, tenía la misma mirada que su padre. Edgar en cambio, cuando coincidieron nuestras miradas, vi en sus ojos adoración que a los pocos segundos cambió a indiferencia, tranquilidad, por lo tanto dudé un poco aunque luego recordando esa mirada suya, lo confirmé, nos miraba con cara de adoración.

-Señora, - me habló la cocinera – han terminado?

-Si, claro.

Nos levantamos de la mesa los tres. Edgar cogió de la mano a Juan y comenzó a caminar hacia las escaleras que nos llevaban a la planta de arriba.Delante mia había un pasillo bastante largo con dos puertas en el lado izquierdo. Pero en mi lado derecho había otro pasillo mucho más corto en el cual se encontraba el balcón que daba al comedor. Iluminado por las antorchas tampoco podía distinguir mucho y me dejé guiar por Edgar que me había cogido de la mano después de coger en brazos al niño. Pasamos a la primera habitación de ese pasillo largo donde había una cama bastante grande y una mesa de despacho delante de la ventana. Desvistió a Juan y lo echó en la cama, rodeando su cuerpecito pequeño de cojines para evitar que se caiga. Le besó la frente y le deseó buenas noches.

-Mañana te enseño toda la casa – me habló – pero ahora vamos a bañarnos y a descansar.

Volvimos por ese pasillo para girarnos por el otro más pequeño donde solo había una puerta, la nuestra. Entramos dentro de aquella enorme habitación, en el lado izquierdo había un armario de cuatro puertas con sus cajones debajo de estas, delante nuestra una pequeña pared que se cortaba antes de llegar a la mitad de la habitación pero que daba intimidad a la cama de madera clara que había. Otra cómoda con un jarrón de flores al lado de una puerta y las mesitas de noche. En la esquina derecha de la habitación había otro balcón cerrado con cristales, y al lado en la pared que se encontraba al frente de la cama una chimenea encendida que tenía caldeada toda la habitación.

En los pies de la cama había un sofá y en el espacio que quedaba entre el sofá y la chimenea había una cuna.

-La niña dormirá con nosotros, no te importa no? – preguntó inseguro

-No Edgar, es muy pequeña para dormir sola – le contesté asegurándolo de que no me importaba que la niña durmiera con nosotros.

La coloqué en su cuna y la tapé con la mantita que había.

-Ven, te voy a enseñar lo mejor de la casa – cogida de su mano le seguí hacia la puerta que abrió y entre en un espacio caliente también por otra chimenea. En el medio de la habitación había una tina donde había agua caliente. En otro lateral un mueble parecido a una silla con un agujero en medio y al lado un mueble con otra cosa parecida a la cuna y apoyada en una pequeña estantería.

-Mira, esto es el baño – señaló hacia la silla – aquí es donde hacemos las necesidades, no en el orinal. Aquí está el fregadero – señaló la otra cosa- nosotros no nos lavamos la cara y la boca aquí no en el barreño en la habitación y la tina tiene agua caliente siempre que pidas.

-Esto es impresionante – le dije

-Esto lo vi en la corte francesa y decidí hacerlo aquí también, es la primera vez que lo voy a probar y si funciona la pondré en todas las casas de las familias que viven aquí.



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En el texto hay: amor, guerra, highlands

Editado: 12.12.2018

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