Elsbeth

17

Una vez arreglada, de su brazo bajamos a las escaleras que daban al salón de la entrada. Hoy cenaríamos con los hombres del clan Steward y Hamilton. Una vez abajo, entramos por otra puerta que estaba escondida detrás de las escaleras y que nunca había visto. Me quedé en la puerta examinando ese salón grande, con varias mesas. Era un salón de doble altura. Lo que separaba nuestra mesa de las demás eran tres escaleras grandes con forma de arco. Al final de la sala, detrás de las mesas de nuestros hombres había una puerta grande. En el lado izquierdo de la sala había otras puertas de cristal, igual que las anteriores. Como era oscuro no se podía distinguir nada.

Mis padres y mi suegra estaban sentados ya en la mesa esperándonos para empezar a cenar.

-Mi rayo de sol, estás preciosa

-Gracias papá, es un regalo que me hizo Edgar – le contesté feliz

- Por fin el estúpido empieza a hacer las cosas bien – mi padre intentó disimular diciéndolo en voz baja pero se notaba en su cara que su intención era que Edgar le escuche.

-Steward, no empecemos – dijo mi marido con voz amenazante

-Hamilton, estás ahí?

-Vale ya – hablé yo con un tono autoritario – es Noche Buena y no estamos solos.

-Hija, aquí están tus hombres

-Sus hombres son los Hamilton – esta vez habló Edgar,

-Hija – volvió a hablarme mi padre ignorando a Edgar – Carlos me ha preguntado si le concederías un baile.

-Está aquí? – pregunté mirando por la sala a ver si le encontraba

-Quien es Carlos ¿

-Un joven que profesaba el amor que tenia por mi pequeña a los cuatro vientos

-Papá – dije indignada

- Tenías un pretendiente? – preguntaba Edgar cada vez más molesto.

-Uno no, mi rayo de sol tenia varios – contestó mi padre por mi

-Como es que no aceptaste casarte con ninguno – Edgar volvió a preguntarme a mi, pero mi padre no estaba dispuesto a dejar de enfadarle

-Por que mi hija esperaba al adecuado

-Ese soy yo – contestó Edgar con una sonrisa de satisfacción

-Dije que esperaba al adecuado no que esperaba casarse por un acuerdo de tu padre y el mio

La mirada que mi madre le dirigía a mi padre era de reproche. Mi suegra estaba comiendo de su plato sin levantar la vista hacia nosotros, y yo me encontraba entre mi padre y mi marido que estaban dispuestos a pelearse y era consciente de que esto no terminaría bien.

-Hija, sabes que Enrique se caso ¿ - mi padre volvió a la carga

-No papá. Cuando fue eso? – desconocía esa información

-Dos días después de tu boda.

-Ahh, una novia muy afortunada

-También era pretendiente tuyo?

-Si Hamilton, por eso se casó después de vuestra boda, nunca perdió la esperanza

-Steward, le estoy preguntando a mi mujer.

-Después de que no la despiertas ni para comer,estará hambrienta.

-Y tu le contestas para que Elsbeth pueda comer? – le preguntó mi madre

-Si cariño, yo le contesto a tu yerno para que nuestra pequeña pueda comer, quien sabe cuando volverá a hacerlo.

-Ya esta bien Steward – Edgar pegó con el puño en la mesa – esto no lo aguanto más. Estás siempre atacándome y no te das cuenta de que a tu hija no le falta de nada.

-Bueno eso es lo que tu piensas Hamilton.

-Y que piensas tu Steward?

-Que Carlos o Enrique le podrían haber dado mucho más de lo que tu le das a mi hija, por lo menos le habían dado amor.

-No haber dejado a tu hija que se case conmigo.

-Nunca he incumplido mi palabra, pero si te puedo decir que me arrepiento del trato y que si pudiera volver atrás, nunca lo aceptaría.

Yo estaba en medio de aquellos dos niños, por que no eran hombres, y miraba hacia todos los hombres que ya llevaban mucho tiempo más pendientes de la conversación que de la cena. Mi madre y mi suegra, las dos cabizbajas miraban hacia mi, esperando que yo hiciera algo.

-Los dos callaos ya – grité con todas mis fuerzas mientras me levantaba de la silla – sois peores que niños, por lo menos ellos no avergüenzan a su familia con semejante espectáculo. No os dais cuenta de que me hacéis daño aparte de pasar mucha vergüenza



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En el texto hay: amor, guerra, highlands

Editado: 12.12.2018

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