Elsbeth

18

Baile toda la noche con los hombres de mis padres, los demás no intervinieron y yo recordé las palabras de mi padre " gánate la confianza de sus hombres" y me acerque a Donal.

-Vez a tu señora aburrida y no la sacas a bailar Donal? – le dije bromeando

-Señora – se inclinó – muy aburrida no la veo, ha estado bailando gran parte de la noche.

-Si, pero ahora quiero que tu me saques a bailar, debo insistir?

-No señora, pero no entiendo el por que yo ¿

-Por que así, los demás me dejarán de mirar como si fuera una bruja a la que deben tenerle miedo.

-Es nuestra señora – me contestó el – le debemos sumisión y respecto.

-Si, respecto, igual que yo a vosotros, pero no me voy a comer a nadie y es lo que voy a dejar claro bailando contigo.

-Solo espero que vuestro marido – miro hacia Edgar que estaba sentado en la mesa mirando hacia donde yo me encontraba, como lo había hecho toda la noche – no me corte el cuello.

-Por que siempre habláis de cortar cuellos ¿

-Quien más ha hablado de eso señora?

-Desde que mi padre ha llegado solo le escucho decir, rayo de sol refiriéndose a mi y cada vez que habla con Edgar siempre le dice " te cortaré el cuello Hamilton " – dije imitando una voz ronca que ni por asomo se parecía a la de mi padre - por cierto Donal mi nombre es Elsbeth

-Seño.... – tras mi mirada se corrigio - Elsbeth, estoy aguantándome la risa como puedo, para no darle mas celos a su marido y a mi amigo.

-Celos? – pregunté desconcertada – los celos solo se sienten cuando amas a una persona

-Elsbeth, - el baile terminó y el mientras se inclinaba ante mi y se llevaba la mano a su boca para besarla habló – ese testarudo os quiere, pero el mismo debe descubrirlo.

-Que pena que el baile haya terminado Donal, la conversación era muy interesante – sonreí

-La podremos volver a retomar un dia de estos, cuando se pueda salir a cabalgar .

-Te tomo la palabra y gracias, parece que los Hamilton me miran de otra manera.

-El honor ha sido mio, señora y dales tiempo a que te conozcan, se sorprenderán igual que yo.

Nos miramos por ultima vez y cuando me quede sola en medio del salón, pensé en acercarme a la mesa donde Edgar estaba en silencio, pero Carlos, decidió aparecer e invitarme a bailar.

-Como te trata la vida de casada ¿

-Muy bien, tuve mucha suerte con Edgar, es un buen hombre.

-Conmigo serías mucho más feliz.

-Por que piensas que no lo soy ¿ - pregunté ya un poco enfadada por que el era un pesado que no entendía que no me gustaba y ahora parecía no entender que estaba casada, que tenia marido y una familia.

-Por que tu estás aquí bailando conmigo y tu marido mirando.

-Por un baile? Piensas que no soy feliz por que a mi marido no le gusta bailar? – hice la ultima pregunta sin saber siquiera si era verdad o mentira.

- Sabes, ahora mismo, contigo cerca de mi – me pegó más a su cuerpo y yo miré hacia Edgar que ya estaba de pie mirando lo que sucedía, igual que Donal estaba muy cerca de nosotros – podría besarte

El muy tonto hizo el amago de besarme pero antes de siquiera tocar mis labios, ya había levantado la rodilla para pegarle en sus partes y una vez que lo tenía desestabilizado, gruñendo del dolor, la daga, mi daga estaba en su cuello. Mi padre, Edgar, Donal y Efran estaban los cuatro formando un circulo a nuestro alrededor.

-Siempre pensé que eras tonto, pero nunca que fueras un completo idiota Carlos – le dije entre dientes

-Solo quería comprobar que no me querías y que no sufrias por estar casada con el y no conmigo – dijo el asustado.

-Es la peor excusa que he escuchado nunca.

-Elsbeth, yo nunca perdí la esperanza.

-Pues ya es hora de que lo hagas maldito imbécil o te juro que te mataré con mis propias manos – ante la amenaza varios hombres del clan de mi marido se acercaron a nosotros, no tengo claro si a defenderme o a ver lo que ocurria, mientras que los hombres de mi padre se quedaron lejos ya que sabían lo que iba a suceder, lo habían visto muchas veces.

-Elsbeth,lo siento, lo siento mucho. No volverá a ocurrir te lo juro.

-Me das tu palabra de highlander ¿ - esa era una palabra que nunca se podía incumplir, igual que un juramento

-Si, te doy mi palabra Elsbeth.

-Señora, para ti a partir de ahora soy señora – quitándole la daga del cuello y antes de que el se volviera a ponerse bien, no en la postura ridícula en la que se encontraba ahora, sujetándose sus partes con las manos, le pegué una patada en el culo, haciéndole caer al suelo de boca, sin darle tiempo a poner las manos - y ahora quiero que te busques una esposa y me dejes tranquila.



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En el texto hay: amor, guerra, highlands

Editado: 12.12.2018

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