-Que tu eres príncipe – gritó con todas sus fuerzas – pero como eres tan desagradecida y mala – ahora se dirigió a mi .
-No te permito que me insultes o te haré encerrar en los calabozos.
-Vas a encerrar a tu suegra en los calabozos después de humillarla tanto?
-En que la he humillado yo señora? – me levanté de la mesa
-El no convertir a mi hijo en Rey es la peor de todas y te la haré pagar.
-Madre, no amenace. Ya está bien de discutir las dos.
-Pero hijo – intentó defenderse pero mi marido no la dejó.
-Nada madre, si quiere se puede sentar con nosotros a cenar o subir a sus aposentos, pero no quiero escuchar ni una queja más.
Pasó otro mes entre reuniones y cenas con nobles y visitas de las damas. Mi suegra tampoco me lo había puesto fácil estas semanas. Mi tio se marchó a su casa del campo y mi abuela decidió acompañar a mis padres , quería ver donde mi madre era tan feliz.
Estábamos desayunando Edgar y yo junto al sacerdote con el que hablábamos sobre el bautizo de nuestra pequeña que sería dentro de dos meses, era ya bastante grande y debíamos haberlo hecho ya pero con todo lo que sucedió estos últimos meses, no nos dio tiempo.
-Buenos días hijo, padre – mi suegra saludó a todos menos a mi – veo que en la corte todas las mañanas tenemos compañía.
-El padre ha venido para concretar el día del bautizo, tenga un poco de respecto – le contesté.
-Ohh querida, si no lo decía por el padre, si lo decía por ti, que siempre te tengo que ver en el desayuno, asi sucede, que ya me sienta mal.
El sacerdote no sabia donde meterse y Edgar me estaba mirando a mi esperando la contestación que le iba a dar a su madre pero no, comencé a marearme y casi sin fuerzas, apoyándome con las manos en la mesa me puse de pie e intenté salir del comedor pero no llegué.
Me desperté en la cama junto a varios médicos de la corte, todos observándome y haciéndole preguntas a Edgar.
Estaba embarazada. Tendríamos otro bebé más, aunque yo debía tener todo el reposo posible.
-No se preocupe doctor, ella va a descansar.
-No puedo – dije haciéndoles saber a todos que estaba despierta – soy la Reina.
-Majestad, está usted muy débil y es posible que todo se deba al estrés al que está sometida. Debe descansar por lo menos hasta la siguiente visita que le hagamos.
Yo asentí, estaba viendo como Edgar me miraba asi que decidí hacerles caso. Me quedaría en la cama y recibiría solo unas pequeñas visitas.
Cuando los médicos abandonaron la estancia, Edgar se sentó en la cama a mi lado y me abrazó, me besó.
-Me has vuelto a hacer el hombre más feliz por segunda vez.
-No por tercera, la primera sería nuestra boda, lo dijiste.
-Cierto, disculpe mi error Majestad.
-Podrías traer a la niña, asi estaré con ella más tiempo, y lo siento pero ahora debes tu encargarte de todo.
-Lo sé y no te preocupes. Cualquier reunión o decisión importante la tomaremos antes tu y yo, pero tu necesitas descansar amor mio.
Asentí y Edgar se marchó para acudir a las reuniones que tenía programadas para hoy. Un rato después entró la niñera con mi niña.
-Si necesita cualquier cosa Majestad, avíseme .
-No te preocupes, lo haré.Gracias – ella se fue – bueno mi hermosa niña, vamos a estar tu y yo mucho tiempo. Vamos a recuperar el tiempo perdido pequeña.
Jugué con ella, le dí de comer y luego nos quedamos dormidas hasta bien entrada la tarde cuando Edgar entró en la habitación.
-Están atacando el castillo desde dentro – me dijo él provocando un salto en la cama – necesito que os quedeís aquí las tres – detrás entró la niñera de la niña – tienes un ejército en tu puerta.
-Y tu donde vas a ir? – pregunté muy asustada- quédate a mi lado, no te vayas.
-Amor mio – me besó a mi y a la niña antes de seguir hablando – no me va a pasar nada. Volveré en cuanto todo se haya terminado.
-Edgar no es necesario, no te marches – le volví a rogar ya que tenía un mal presentimiento -
-Cariño, ningún Príncipe o Rey se esconde detrás de sus hombres, eso es de cobardes y la gente te pierde el respecto.
-Pero cariño – intenté seguir.
-Os amo a los tres – nos volvió a besar a las dos – volveré antes de que te des cuenta.
Estuve durante unas horas mirando por la ventana donde lo podía distinguir a pesar del anochecer. Vi como el mataba a todo aquel que intentaba entrar en la corte y lloraba con cada herida que a el le hacían.
Me quedé dormida en el sillón hasta que unos golpes en la puerta me despertaron.
-Majestad, - gritó un guerrero - todo ha acabado, puede salir.
-Donde está el Principe – pregunté al abrir la puerta – y quien nos ha atacado?
-Fue su suegra la que consiguió un ejército de desalmados para así atacarla a usted. Está abajo.