Elsbeth

39

Se fue hace tres días, días en los que nadie se podía acercar a mi sin escuchar mis gritos.

-Esto debe terminar aquí – dijo mi padre, acompañando su voz firme de un golpe en la mesa del comedor.

-No se de que me hablas.

-No te reconozco, no eres mi hija.

-Pero que dices papá.

-Digo que te has vuelto una tirana hasta con tu marido que el pobre decidió huir de ti antes que seguir aquí.

-Papá, son nuestros problemas.

-No, es tu problema, es tu culpa. – me estaba enfadando mas lo que me decía que los gritos que me pegaba, aunque nunca me había gritado – antes eras dulce, cariñosa, alegre y feliz. Entiendo que con la muerte de Edgar tu carácter se oscureciera un poco, por que yo pasé por eso y lo vi normal. Pero lo que no veo normal es que te hayas vuelto una tirana, una estirada. No dejas de ser Reina ni un segundo al dia.

-Papá, vale.

-No – volvió a golpear la mesa – me podrás encerrar si quieres pero alguien te debe decir las verdades. Te has convertido en una perra fría y calculadora – me sorprendieron sus palabras – y tu marido necesita una mujer a su lado y estar seguro de tu lealtad hacia el, no una zorra que le castigue por no hablar, por no querer verte sufrir más.

-Papá, me estás insultando.

-No eres mi hija, no te reconozco. Yo mismo le aconsejé no decírtelo por que los dos llegamos a la conclusión de que seguias sufriendo la muerte de Edgar y no necesitabas otra muerte más. Deja a Edgar descansar de una maldita vez y vive, por que tienes un marido que te quiere mas que a nadie en el mundo y no te das ni cuenta. Deja de ser Reina cuando estás con el, deja de ser Reina cuando no estás sentada en tu despacho tomando decisiones. Vuelve a ser Elsbeth – estaba ahora con la voz quebrada por el llanto – a la que tanto y tantos echamos de menos.

Me quedé horas sentada en esa mesa, viendo como las doncellas miraban si podían recoger los platos pero del miedo que me tenían no lo hacían. Escuché caballos y pasos en la habitación.

-Hija – dijo mi madre – nos volvemos a casa. Si no te importa nos llevamos a los pequeños, tu tienes tanto trabajo que no podrás prestarles atención.

-Mamá, lo siento – le dije con lágrimas en los ojos.

-Nos has decepcionado hija, pero no es a mi a quien debes pedir perdón.

 

 

Una semana después me encontraba en el salón de casa de mi tio.

-Que ha sucedido Elsbeth?

-Todos me han abandonado. Me he quedado sola.

-No te das cuenta que eso lo has provocado tu? – yo asentí – Hija, la misma vida nos vuelve más duros tras lo que nos tiene preparado, pero nunca debemos perder nuestra esencia. Nunca debemos encerrar eso y volvernos frios, por que perdemos a los que nos quieren.

-No volvi a ser mujer desde la muerte de Edgar, me converti en el monstruo que soy ahora.

-Cariño, no eres ningún monstruo, tu solo has tomado la decisión de encerrarte en ti misma esperando mitigar el dolor pero no lo has conseguido.Cuando perdemos a alguien querido todo se vuelve mas oscuro, pero en nosotros mismos esta la decisión de seguir adelante y ser nosotros mismos. Tu elegiste el camino más fácil.Quieres a Connor? – yo asentí – pero se tuvo que marchar de tu lado para que tu te des cuenta de ello. Amas a tus padres, pero tuvieron que dejar de apoyarte para darte cuenta de lo importantes que han sido siempre para ti y de que los has olvidado. No has encerrado la rabia y el dolor que la muerte de Edgar trajo, lo que has hecho es pagarlo con los demás y nadie, ni tu misma, tienen culpa de lo que pasó.

-Que crees que debo hacer ahora?

-Pues primero deberás ir y hablar con ese marido tuyo, dejarle ver a la mujer que realmente eres y después hablar con tus padres.

 

 

 

Tiempo después , junto a mi guardia real, me encontraba en casa de Connor, sentada en un sillón junto a su padre.

-Se fue a Italia al dia siguiente de llegar. Dijo que volveria por estas fechas pero no sabemos exactamente cuando.

-Puedo quedarme y esperarlo?

-Claro que si. Esta es tu casa.

-Gracias por no preguntar lo que ha sucedido.

-Todos los matrimonios tienen sus más y sus menos – sonrió – lo bueno es que has venido para arreglarlo.

Pasó otra semana más en la que yo estaba en casa de Connor, esperando su vuelta y la de Dana. Hoy, un niño avisó de que venían caballos hacia aquí .

Miré mi vestido violeta y me puse la capa blanca para salir junto a mi suegro y recibir a los visitantes.

Era el, lo pude distinguir debido a su porte. Faltaba unos metros para parar los caballos delante nuestra cuando su mirada cambió. No había felicidad, solo dolor y decepción.

-Padre – saludó – veo que está bien – se dieron un abrazo y yo estaba esperando que me saludara pero se volvió dando ordenes a los mozos.

-Hijo, tu mujer ha venido a buscarte – llamó su padre la atención de Connor

-Majestad – mi marido se inclinó delante mia como si no me conociese.

-Podemos hablar? – dije con la voz rota de dolor.

Asintió y delante mia pasó a la casa, mirando solo una vez más hacia atrás para ver si le seguía. Subió a su habitación y vio todas mis cosas ahí. Cerré la puerta y el delante de la chimenea, dándome la espalda me preguntó que es lo que quería.



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En el texto hay: amor, guerra, highlands

Editado: 12.12.2018

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