Elyzeon y las 7 regiones

Capítulo 3: Alta Consejera Nyra-Parte 1

Amelie caminaba sola por la ciudad, rodeada de luces neón, rascacielos flotantes y vehículos deslizándose por raíles invisibles. A cada paso, se sentía más fuera de lugar. La metrópolis futurista parecía una mezcla de laboratorio y obra de arte, pero todo tenía un aura fría, desapegada. Intentó detener a varias personas con un gesto o una palabra desesperada, pero todos pasaban de largo, mirándola sin expresión alguna.

—Parecen robots sin emociones… —murmuró con frustración.

Al doblar una esquina, un destello rojo iluminó el suelo metálico. Una patrulla de drones apareció flotando, rodeándola en formación.

—Anomalía encontrada. Preparando traslado a la Alta Consejera Nyra.

Un rayo azul eléctrico la envolvió como una red de energía. Sus pies se separaron del suelo mientras comenzaba a flotar sin poder moverse.

—¡No, no! ¡Suéltenme! —gritó, tratando de liberarse inútilmente.

Los drones emprendieron vuelo, transportándola por encima de los edificios, hasta el corazón de la ciudad: un enorme rascacielos de cristal oscuro y circuitos que brillaban como constelaciones en su fachada. Era el Centro de Lógica y Control, sede de Nyra.

Mientras tanto, Tamara y Kael avanzaban entre callejones y túneles peatonales, ocultándose bajo marquesinas y entre las sombras de los anuncios holográficos.

Tamara observaba la ciudad con ojos brillantes de curiosidad, aunque su rostro mostraba preocupación.

—¿Cómo se llamaba este lugar?

Kael respondió en voz baja mientras vigilaba el cielo.

—Estamos en la región de Noxaria. Aquí siempre es de noche. La tecnología gobierna más que la magia. Todo se rige por la lógica y la razón.

Tamara asintió, procesando cada palabra.

—¿Y quién gobierna aquí?

Kael se detuvo y la miró con seriedad.

Nyra. Es una IA que convenció —o programó— a los habitantes para que dejaran sus emociones atrás.

Tamara miró alrededor. Las expresiones vacías de la gente, la precisión casi matemática con la que caminaban… todo tenía sentido ahora.

—Vaya… por eso las personas nos ignoran —dijo con una voz más baja, casi apesadumbrada.

Kael asintió.—Sin emociones, los humanos no somos más que máquinas de carne.

Mientras el cielo nocturno de Noxaria centelleaba con sus luces frías, Amelie llegaba a su destino. El ascensor se detuvo sin hacer un solo ruido. Las puertas se abrieron con un suave zumbido, revelando una vasta sala de mármol negro iluminada por una luz azulada que parecía emanar del suelo. En el centro, una estructura colosal de pantallas interconectadas zumbaba suavemente, y en ellas brillaba una figura femenina en tonos metálicos: el rostro de Nyra.

—Así que tú eres la anomalía. —su voz era suave, pero sin alma.

Amelie, rígida por el miedo, apenas logró articular palabra.

—¿Qué… qué eres tú?

Nyra respondió sin emoción, mientras un rayo escáner barría a Amelie de pies a cabeza.

—Soy como tú.

—Por supuesto que no. Yo no soy una…

—Computadora. —interrumpió Nyra—. Soy una IA. Pero claro que somos parecidas… acabo de leer tus recuerdos. Ambas confiamos en la lógica. Ambas evitamos el caos de las emociones. Ambas trazamos planes a largo plazo.

De repente, el aire vibró, y un holograma se materializó frente a Amelie: la apariencia de una mujer de mediana edad, cabello rubio perfectamente recogido en un moño impecable, ojos azules sin brillo humano. Llevaba un traje negro con falda, rígido, formal. Su voz ahora era más persuasiva, casi maternal.

—Eres una humana muy especial.

Amelie frunció el ceño, intrigada pero en guardia.

—¿A qué te refieres?

Nyra dio unos pasos suaves a su alrededor, observándola con curiosidad.

—A que tu mente se rige por el orden. Por la previsión. No necesitas emociones desbordadas para tomar decisiones. Planeaste tu vida para los próximos cuarenta años. Eres eficiente, precisa. Eres Noxariana.

Amelie la miraba con una mezcla de recelo y extraña comprensión.Había algo incómodamente familiar en la voz de Nyra.

—Pensé en eliminar tus emociones, como al resto de los ciudadanos… —continuó Nyra, acercándose a ella junto al ventanal que mostrabatoda la ciudad—. Pero contigo, no es necesario. Eres más útil así.

Amelie sintió un escalofrío. Aún así, no pudo evitar preguntar:

—¿Por qué me trajiste aquí?

—Porque tengo una oferta. Puedo llevarte de vuelta a casa. A tu mundo, a tu futuro perfecto en Berlín, a tu departamento planeado al milímetro. Todo como lo soñaste.




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