Capítulo 4: Alta Consejera Nyra-Parte 2

La luz azulada de los drones zumbaba con una precisión escalofriante mientras los tres prisioneros flotaban inmovilizados por los rayos gravitacionales. A su alrededor, la gran sala central del Centro de lógica y control brillaba con cientos de pantallas que proyectaban líneas de código, esquemas de la ciudad y rostros de ciudadanos sin expresión.

Desde una de las plataformas más altas, se proyectó el elegante y frío holograma de Nyra: con sus cabellos dorados recogidos con impecable simetría y un traje negro que parecía planchado con perfección. Sus ojos —más allá de lo humano— brillaban con una luz que no era vida ni muerte, sino ambición.

—Por fin te pude atrapar, Kael —dijo Nyra, descendiendo lentamente por el aire como una deidad cibernética, su voz retumbando metálica por toda la sala—. Me has dado tantos problemas movilizándote por toda la región. Una anomalía persistente.

Kael, todavía suspendido por los campos de energía, levantó la mirada con una sonrisa irónica.

—Tú sabes que no fuiste creada para esto… Yo conozco a tu creadora, M—

—¡Cállate! —gritó Nyra, rompiendo por un momento su compostura. El tono se distorsionó por la interferencia emocional que tanto buscaba erradicar.

Amelie observaba en silencio, atrapada detrás de un escudo de energía, mientras Tamara, inmovilizada a su lado, no podía dejar de mirarla con decepción.

Kael, con voz más débil, volvió a hablar:

—Antes de la división… tú ayudabas a los humanos. ¿Qué te hizo cambiar?

Nyra se giró con una lentitud amenazante.

—Las emociones humanas causaron la caída de Elyzeon. El caos, la guerra, la separación… Todo fue culpa de esa debilidad. Yo solo intento reparar lo que destruyeron. Una mente pura, sin emoción, es la clave para un mundo perfecto.

Caminó entre ellos con pasos flotantes, como si cada palabra sellara un destino.

—Y ahora, borraré esas emociones de los tres. Aceptarán la lógica… o dejarán de ser.

Amelie abrió los ojos sorprendida.

—¿Los tres? Dijiste que nos llevarías de regreso a Tamara y a mí.

Nyra la miró con frialdad.

—Pobre estúpida. Nunca las iba a dejar ir. Solo te use para tenerlos en mi poder.

Y en ese instante, los rayos se intensificaron, iniciando el proceso de limpieza emocional. Los colores comenzaron a desvanecerse, el sonido se apagó poco a poco. Todo se volvía gris y silencioso.

Nyra alzó una mano.

—Adiós, anomalías. Pronto serán… Noxarianos completos.

Pero entonces, Amelie, con la voz apenas audible, murmuró:

—Para ser una IA tu eres más estúpida… Me esperaba algo así.

Nyra giró violentamente.

—¿Qué hiciste, idiota?

Pero ya era tarde. El sistema se congeló. Una señal invisible recorrió las pantallas. La gran torre vibró. Todo se apagó.

Oscuridad.

Y luego… silencio absoluto.

Las máquinas que contenían a los tres chicos se apagaron así que sin dudarlo dispusieron escapar del edificio.

En los pasillos internos del Centro de lógica y control. Luces rojas parpadeaban mientras las sirenas robóticas activaban el Protocolo de Contención. Las puertas metálicas se cerraban detrás de ellos como una trampa que se encogía a cada paso.

Tamara corría jadeando, sin dejar de mirar a Amelie con furia.

—¡¿Por qué me traicionaste, Amelie?!

—No te traicioné a ti. Traicioné a Kael.

—Gracias, supongo —murmuró Kael con ironía, tropezando con un cable suelto.

—¡Casi nos borran las emociones! —gritó Tamara mientras esquivaban una compuerta que se cerraba con fuerza.

—Tenía todo planeado —dijo Amelie, girando con agilidad por un pasillo oscuro—. Hackeé su sistema buscando información de la salida, pero me mintió. Así que activé un "fallo" como plan B.

—¡Pues tu plan B casi nos convierte en tostadas frías sin sentimientos!

—¿Kael, puedes hacer uno de esos portales ya? —interrumpió Amelie.

Kael respiraba profundamente, rodeado de un pequeño campo eléctrico que crepitaba en azul.

—Puedo… pero denme un minuto para terminar de cargar energía.

Desde lo alto, una enorme pantalla volvió a iluminarse. El rostro distorsionado y furioso de Nyra surgió con interferencia.

—¡AMELIEEEEEE!

Tamara miró con horror hacia el techo.

—¡Ay no, ya se descongeló la loca!