¿embaraza? La Nerd

Capítulo 2: Hora de Correr...

¿Han tenido alguna vez esa sensación de que algo terrible va a pasar y, aún así, caminan directo hacia eso como si nada?

Bueno, así me sentí al entrar al colegio.

Como si fuera directo al matadero... Solo que, en lugar de un cuchillo, lo que me amenazaba era un chico con sonrisa arrogante y abdominales que deberían ser ilegales.

Caminé por el pasillo como si estuviera en una película de acción: lenta, dramática, con música de tensión en mi cabeza. Chan-chan-chan.

—¡Anny! —mi mejor amiga, Zoe, apareció como un huracán con moño rosa y olor a perfume potente—. ¿Sobreviviste? ¡Dime que no lloraste anoche!

La miré. Quise decir: "sí, lloré. Me comí media caja de galletas y hablé con mi almohada durante dos horas como si fuera terapeuta".

Pero solo dije:

—No, estoy bien.

Mentira número doscientos. El Oscar es mío, gracias por venir.

—¿Y entonces? ¿Vas a hablar con el chico responsable del problemita que te crece en el útero? —susurró Zoe con tono de novela mexicana—. ¡Han pasado tres días desde que te hiciste la prueba!

—Zoe, por favor...

—¡Tres días! ¡Setenta y dos horas! ¡Cuatro mil trescientos veinte minutos! —contó exageradamente, moviendo las manos como si eso ayudara a respirar menos pánico.

Yo respiré profundo.

—Tal vez... hoy. En el recreo.

—¡Anny! ¿Sabes qué hora es?

—¿Hora de correr? —pregunté con una sonrisa nerviosa.

—¡Hora de decirle a Cody que va a ser papá! —y lo dijo en voz tan alta que hasta la señora de intendencia dejó de barrer para mirarnos.

—¡Zoe! —le tapé la boca—. ¿Quieres que me dé un infarto ahora o después?

—Perdón, perdón. Es que me emociono —dijo entre risas, bajando la voz—. Pero en serio, tienes que hablar con él. ¡Y mejor antes de que tu barriga empiece a tener código postal propio!

Caminamos rápido al aula antes de que mi reputación pasara de "estudiante modelo" a "protagonista de culebrón escolar".

Me senté en mi pupitre. Cody entró tres minutos tarde, como siempre. Cabello rebelde, cara de "no me importa nada", y olor a desodorante caro mezclado con problemas emocionales.

Se sentó a dos filas de mí. No me miró. Ni siquiera un "hola" telepático.

Perfecto. Más sola que un marcador azul en exámenes.

Pasaron las clases. Yo no escuché ni una palabra. Si me preguntan hoy qué es el teorema de Pitágoras, probablemente responda: "un tipo que no se embarazó, así que no me interesa".

***

La cafetería olía a pan tostado y drama juvenil. Entré con Zoe a mi lado, repitiéndome como mantra: Puedes hacerlo, Anny. Solo dilo y corre.

Y ahí estaba él. Con su grupo de amigos ruidosos, los más "cool" del colegio. Reían por cualquier cosa y uno de ellos golpeaba la mesa con una botella vacía. Él se reía también. Sonrisa de comercial, chaqueta de cuero, y ese cabello despeinado que parecía cuidadosamente planeado para verse "casual".

Me detuve. ¿Cómo se supone que le diga algo así?

"Hola, ¿recuerdas aquella vez que no usamos condón porque dijiste que era sólo una vez?" ¿O tal vez algo más dulce como: "Sorpresa, vamos a tener un mini tú con cara de 'no me importa nada'"?

No. No puedo solo acercarme y llamarlo. Si ni siquiera nos hablamos a menos que él necesite ayuda en matemáticas.

Desimos "hola" cuando nos cruzamos. Nada más. Ni un chat. Ni un emoji.

Y ahora tengo que decirle que, gracias al estúpido reto de Zoe, terminamos una noche loca en su cama. Una noche que se repitió más veces de las que puedo admitir sin ruborizarme.

Y que, a veces, cuando nos cruzamos en los pasillos y no hay nadie más... Terminamos sin ropa. Dios. Qué desastre somos.

Un desastre que solo él y yo entendemos... ¿o no?

—Ve, Anny —susurró Zoe, dándome un codazo—. ¡Tienes que hacerlo!

—Ya voy —mentí.

Dí un paso. Otro. Estaba a punto de acercarme a su mesa. Él me vio. Me miró directo a los ojos. ¡Dios mío, contacto visual! ¡ALERTA ROJA!

Pánico. Sudor. Temblores. ¡Y patas pa' qué te quiero!

Salí corriendo.

Literal. Dí media vuelta y salí disparada hacia la puerta, dejando a Zoe gritando detrás de mí:

—¡¡ANNY!! ¡¡PÁRATEEEE!! ¡¡PÁRATE COBARDE!!

Corrí como si el SATANÁS del embarazo me persiguiera. Porque sí. Es mejor correr que morir.

Me escondí en el baño del segundo piso, respirando como si acabara de correr una maratón.

Zoe es la única que sabe de este enredo. La única que conoce todos mis secretos, desde que teníamos cinco años. Y sí... En cierta parte, todo esto es culpa suya. Porque fue ella quien dijo: "Hazlo, Anny, no seas gallina. Solo un beso. Un reto es un reto."

Un beso. Claro.

Ese "beso" terminó en una cama, con ropa tirada por el suelo y mi dignidad tomando el primer taxi de regreso a casa.

Y ahora... Ahora estoy embarazada de un chico que apenas me saluda. Y ni siquiera pude hablar con él.

Hora de correr... Sí. Pero a este paso, voy a terminar corriendo con barriga.



#359 en Otros
#151 en Humor
#1099 en Novela romántica

En el texto hay: humor, humoe y romance, humor bebe embarazo

Editado: 25.04.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.