Cody me dejó frente a casa con el motor encendido y la música bajita, como si el momento no quisiera terminar.
-Nos vemos mañana, ¿sí? -dijo, acariciándome la mejilla con los nudillos.
-Sí...
-Y si sueñas conmigo, no te asustes. Me pasa seguido -añadió con esa sonrisa canalla que me desarma.
-Tonto -le dije, riendo bajito, aunque por dentro el corazón me latía como un tambor descontrolado.
Antes de bajarme, me atrajo hacia él y me dio un beso. No fue apresurado ni tímido. Fue cálido, lento, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Como si al decir "nos vemos mañana", me estuviera haciendo una promesa silenciosa.
-Buenas noches, Anny -susurró contra mis labios.
-Buenas noches, Cody -le respondí, apenas separándome.
Me bajé con una sonrisa tonta pintada en la cara. Subí los escalones flotando, como si el piso no pesara.
Adentro, la casa estaba en silencio. Mis padres seguían en el trabajo. Cerré la puerta y me dejé caer sobre la cama con un suspiro largo. No quería estudiar. No podía. Solo quería quedarme así, dejando que el recuerdo de ese beso siguiera dándome vueltas por el pecho.
Mi teléfono vibró.
Cody: Dulces sueños, Anny... para ti y para nuestro pequeño remolino.
Sonreí como boba. Como una chica enamorada. Escribí "Te odio por hacerme sentir así", pero solo le mandé un emoji de corazón. Y después, me venció el sueño. Cansada. Feliz. Asustada. Pero por primera vez en mucho tiempo... con esperanza.
***
El despertador sonó como si quisiera arruinar mi nueva vida amorosa. Abrí los ojos con esa sensación de que algo importante estaba por pasar... porque lo estaba.
Mi teléfono vibró.
Cody: Paso por ti para ir a clase. Yo hablo con tus padres.
Yo: ¿Te golpeaste la cabeza?
Cody: Te recojo en 10 minutos.
Me quedé mirando el celular como si se hubiera vuelto loco. Me vestí rápido: blusa blanca, falda plisada azul, el suéter que me quedaba grande y que mamá quería regalar. Me miré al espejo. No veía a una chica diferente... pero por dentro, algo en mí había cambiado.
Bajé las escaleras con calma, aunque cada paso era una bomba de ansiedad a punto de explotar.
-Buenos días -dije al entrar a la cocina.
Mi madre me miró desde la mesa, ya servida con café, pan y huevos revueltos.
-Buenos días, cariño -dijo-. ¿Dormiste bien? Anoche no bajaste a cenar.
-Sí... estaba cansada. Me quedé dormida estudiando -mentí con voz de "soy una buena hija responsable, no besé a un chico en el frente de su casa".
Ella asintió, pero luego frunció el ceño.
-Llevas dos días sin cenar, Anny. No está bien. ¿Estás enferma?
-No, mamá. Solo... no tenía hambre.
-Estás pálida.
-Estoy bien, de verdad.
Mi padre bajó el periódico con expresión de "no me mientas que te leo el alma", abrió la boca para hablar... y el timbre sonó.
Mi alma salió de mi cuerpo.
-¿Quién toca el timbre a esta hora? -dijo papá, ya poniéndose de pie.
-Debe ser... eh... el cartero digital. Nueva tecnología. Muy puntual -murmuré, tratando de parecer casual.
Papá abrió la puerta.
-Buenos días, señor García -saludó Cody, sonriendo con esa cara de "suegro, no me mate".
Papá lo miró de arriba abajo. Luego me miró a mí. Luego volvió a mirarlo a él.
-Tú eres... el chico de las reuniones del colegio.
-Sí, señor. Cody. Estoy en la clase de Anny. Pensé... bueno, quise pasar a recogerla. Vamos a llegar temprano. Prometo no estrellar el auto ni arriesgar su vida. Al menos no más de lo que lo haría en el bus escolar.
Silencio incómodo.
Mamá apareció detrás de papá, sonriendo con esa cara de "ay, qué tierno" mientras me lanzaba una mirada de "¡así que era por esto que no cenabas!".
-Hola, Cody. Qué detalle. ¿Quieres un café? -preguntó.
-Eh... no gracias, señora García. Solo venía por Anny.
-¿Tienes licencia? -preguntó papá, cruzado de brazos.
-Sí, señor. Y seguro del auto también. Sin puntos en contra, aún.
Papá lo miró unos segundos más, y luego dijo:
-Bien. Puedes llevarla... pero escúchame bien, muchacho.
Cody se puso derecho como un soldado.
-Si se te ocurre pasarte de listo con mi hija, vas a desear que solo fuera una amenaza emocional. ¿Estamos?
Cody tragó saliva.
-Clarísimo, señor García. Nivel FBI.
Papá asintió, satisfecho.
-Y una cosa más. Me enteré que te bañas. Con agua caliente. Todos los días. Que así sigas, muchacho.
-Sí, señor -respondió Cody, un poco confundido.
-Buena respuesta. Vayan, antes que me arrepienta.
Tomé mis cosas y salí con Cody, luchando por no reírme a carcajadas.
Cuando nos subimos al auto, él encendió el motor.
-¿Tu papá me acaba de amenazar y alabar por bañarme en la misma frase? -preguntó Cody, mirándome.
-Sí. Y créeme... eso es una buena señal.
-Estoy sudando frío. Literalmente.
-Y eso que todavía no lo viste en modo "modo suegro extremo".
Él me miró de reojo, sonriendo mientras arrancaba.
-¿Cómo te sientes? -preguntó, sin dejar de mirar el camino.
-Un poco mareada. Pero bien.
-¿Quieres ir al hospital?
-No, tranquilo... solo estoy nerviosa.
Asintió, sin agregar nada más. Yo miré por la ventana, con las manos apretadas en el regazo.
Por dentro, era un desastre.
Pero por fuera... por fuera me sentía un poquito más viva.