¿embaraza? La Nerd

Capítulo 13: Juguito de piña y veneno en el aire.

Narrada por Anny
La cafetería estaba más llena de lo normal. O tal vez solo lo sentía así porque cada mirada que se cruzaba conmigo parecía traer un "ahí va la chica de Cody". Me senté en una de las mesas del fondo, con mi emparedado de pollo y un jugo de piña que sabía más a cartón que a fruta. Pero bueno, sobrevivir al almuerzo escolar es un arte, me dije.

Estaba a punto de darle el primer mordisco cuando lo vi aparecer entre el bullicio.

Cody Montealva
Con el uniforme desordenado como siempre, sonrisa de comercial, y ese andar relajado como si el mundo le perteneciera.

Y en cuanto me vio, se dirigió directo hacia mí.
Sin una palabra. Sin un "hola".
Solo se inclinó, tomó mi rostro con una mano segura y me besó.

Lento.
Seguro.
De esos besos que hacen que se te olvide que estás en una cafetería llena de gente juzgona con sándwiches tristes en las manos.

-Hola, cerebrito -dijo al fin, como si no acabara de alterarme el ritmo cardíaco.

-Hola, tú -respondí en automático, los cachetes color piña madura.

-¡Hola, yerno! -dijo Zoe desde detrás de mi bandeja, dándole un toquecito juguetón en el brazo-. Cuídala o te cambio por uno más guapo.

-Suerte con eso -contestó él, guiñándole un ojo.

Zoe soltó una carcajada y se sentó junto a mí, mientras Cody ocupaba el espacio a mi otro lado. Estábamos en una de esas escenas que, si alguien las viera desde afuera, parecería que la vida nos iba perfecta.

Pero no duró mucho.

Justo cuando estaba por darle otro mordisco a mi emparedado, una voz cargada de ácido y perfume se escuchó desde la fila de atrás.

-Wow... parece que ser nerd está de moda. Hasta Cody Montealva quiere una.

El aire se tensó.
Sentí la sangre subir al rostro y mis manos se congelaron a medio camino del pan.

-¿Perdón? -dijo Zoe, girándose en su silla con una ceja peligrosamente alzada.

Carla.
Cómo no.
Pasaba junto a nuestra mesa con sus dos amigas clones, moviendo el cabello como si desfilara por una pasarela invisible. Fingió mirar sus uñas con desinterés.

-Nada, nada. Solo decía que... antes, los chicos como Cody no miraban a las chicas como tú.

Zoe iba a decir algo más -de eso no tenía duda-, pero Cody se levantó con calma y dio un paso hacia Carla.
Yo lo detuve, con una mano suave en su brazo.

-Déjala. No vale la pena -le dije en voz baja.

Pero él no se quedó callado.
-No, no la vale -respondió, mirándola directo a los ojos-. Porque ya tengo lo que quiero. Y lo que quiero está justo aquí.

Zoe soltó un suspiro dramático, digno de una telenovela venezolana.
-Alguien que me grabe... estoy presenciando historia pura.

Carla rodó los ojos y siguió caminando con sus amigas, pero la tensión quedó flotando como humo de incendio mal apagado.

Yo me volví a sentar. El corazón me latía a mil.
Estaba oficialmente en boca de todos.
No por mis notas.
No por algún proyecto de ciencias o una olimpiada de matemáticas.
Sino por Cody.
Por nosotros.

Y aunque el caos apenas comenzaba... no podía dejar de sonreír.

****

La tensión de la cafetería se disipó apenas Cody me tomó la mano para salir de ahí como si no acabáramos de quedar en medio de una escena de película adolescente. Me sentía un poco en las nubes, no lo voy a negar. Él estaba calmado, hablándome de la práctica de la tarde, de lo aburrido que era su profesor de historia... y yo apenas podía pensar en otra cosa que no fuera su mano entrelazada con la mía.

Cuando llegamos al pasillo de mi salón, se detuvo frente a mí.

-Te paso a buscar cuando termines, ¿sí?

-Sí -dije, y sonreí aunque por dentro algo me apretaba el pecho. No por él, sino por todo lo demás.

-Y si alguien dice algo estúpido -añadió-, solo ignóralo.

Asentí. Pero él ya sabía que no era tan fácil.

Me dio un beso rápido en la frente, y se fue.

Me quedé mirando cómo desaparecía entre los pasillos cuando escuché la primera voz, no muy lejos de donde estaba.

-¿Viste? Cody dejó a Carla por la nerd.

Mi espalda se tensó.

-Es obvio. ¿Quién no quiere tener una que haga tus tareas?

Las risas no se molestaron en disimularse.

-No solo eso. Escuché que ella le rogó. Que lo seguía como perrito hasta que él se cansó de Carla.

-Ay, y con esa carita de mosquita muerta... fijo se lo dio ya.

Mi corazón empezó a latir como si quisiera salirse por mi garganta.
Miradas.
Más murmullos.

-Yo creo saber por qué la eligió.

-Sí... ese tipo de chicas hacen cualquier cosa para mantenerlos.

Las palabras me cayeron encima como piedras. Una tras otra. Apretando el pecho. Cerrándome la garganta.

No dije nada. Solo... me di la vuelta.

Y caminé.

Lo más rápido que pude sin parecer desesperada.
Pasé de largo el aula. Pasé de largo las miradas.
Y cuando encontré el baño más cercano, entré, cerré la puerta del cubículo y me dejé caer sentada en el suelo, con la mochila aún colgando del hombro.

Me llevé las manos al rostro.
No estaba llorando.
Aún no.
Pero las lágrimas estaban justo ahí, al borde.
Como una ola esperando romper.

Me sentía pequeña.
Chiquita.
Como si, de repente, todo lo que habíamos construido se deshiciera con una sola frase. Un par de risas. Un puñado de prejuicios.

¿Y si tenían razón?
¿Y si yo no encajaba en su mundo?



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Editado: 30.04.2025

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