—¿Bebé? —repitió su padre, como si cada letra fuera una piedra cayendo dentro de él.
—No... no puede ser —murmuró su madre, llevándose una mano a la boca, los ojos llenos de lágrimas—. No sabía... ¿Cómo...?
El doctor asintió con gravedad.
—Anny está embarazada. Y ahora mismo... su cuerpo está luchando para no perderlo. Haremos todo lo que podamos, pero la noche será crítica. Si el estrés continúa... no solo corre riesgo el bebé, sino también ella.
Un segundo de silencio.
Y después, la furia contenida.
El señor García se giró lentamente hacia mí. Sus ojos no eran los de un padre preocupado. Eran los de un hombre al borde del colapso.
—Estás muerto —dijo con la voz rota, baja... peligrosa.
Pero no se movió.
No me golpeó. No gritó.
Solo apretó los dientes y dejó que su esposa lo abrazara con fuerza, como si ambos estuvieran sosteniéndose mutuamente para no romperse.
Yo... apenas podía respirar.
Pero aun así, reuní el valor, como si cada palabra fuera una piedra que tragaba.
—¿Cu-cuándo puedo verla? —le pregunté al doctor, con la voz temblorosa.
El médico me miró por unos segundos. No con juicio. Solo con una compasión seca, profesional.
—Cuando esté estabilizada y la pasemos a una habitación, te avisaré. Está con el equipo ahora. Solo... tengan paciencia.
Asentí. Apenas. El doctor se marchó.
Y entonces... todo se derrumbó.
Me fui hacia la pared, tambaleándome. Me deslicé hasta caer sentado en el suelo. Mis manos temblaban. El corazón me golpeaba el pecho.
Y las lágrimas... las malditas lágrimas, empezaron a salir.
No pude detenerlas.
Me cubrí la cara con las manos, pero no sirvió de nada.
Y entonces vibró mi celular.
Zoe.
Contesté como pude, con la garganta cerrada.
—¿Cody? —dijo ella, preocupada—. ¿Estás con Anny? ¡La estoy llamando y no me contesta! ¡Estoy asustada!
No aguanté.
Me quebré.
—Estamos... estamos en el hospital —logré decir, entre sollozos—. Zoe... no sé qué hacer... no sé si va a estar bien... ¡Está muy mal! ¡Muy mal!
—¿Qué? ¿Qué pasó? —preguntó Zoe, ahora en pánico.
Pero no pude responderle.
Solo lloré.
Como si mi alma estuviera ardiendo por dentro.
Como si todo... se estuviera deshaciendo.
***
—¡Señora García! —Zoe corrió por el pasillo del hospital en cuanto me vio y reconoció a los padres de Anny.
La madre de Anny abrió los brazos sin dudarlo. Se abrazaron como si ya fueran familia. Zoe también abrazó al señor García, quien se mostró más firme, pero no le negó el gesto.
Y luego vino hacia mí.
No dijo nada.
Solo me abrazó.
Y yo... me dejé abrazar.
Me aferré a ella como un niño perdido. Como si en ese abrazo pudiera encontrar un poco de aire.
—Anny es fuerte —me susurró Zoe al oído—. Ella va a luchar. Ella es una guerrera... y ese mini Cody Jr. también. Está fuerte como su mamá... y tan necio como su papá.
Tuve que reír, aunque fuera con dolor.