Narrado por Cody
Mis manos tiemblan, mi garganta se cierra.
—¡Carajo, Anny! ¡No me hagas esto... —susurro, apretando los puños contra mis ojos húmedos.
—Hijo...
La voz me sobresalta.
Mi padre está frente a mí. No lo escuché llegar.
Lo miro. No digo nada.
Él tampoco. Solo se sienta a mi lado, como cuando era niño y me caía de la bici. Nunca me decía nada. Solo se quedaba ahí, en silencio, acompañándome.
Pero esto no es una caída. Estoy roto.
Y, por primera vez en años, su mano en mi hombro no me molesta. No quiero discutir. No tengo fuerzas. No hoy. No cuando el amor de mi vida está al borde de irse... y con ella, todo.
Por una vez, no me importa si me ve llorar.
Porque hoy no soy el rebelde, el que se escapa o contesta. Hoy solo soy un tipo enamorado... aferrado al hilo que me queda.
—¿Es cierto lo del embarazo? —pregunta, seco, sin mirarme.
—Sí. Es mío —respondo sin pestañear.
—¿Vas a arruinar tu vida por esto? —lanza, como si se tratara de una mala inversión.
—¿Arruinar mi vida? —me río, pero es una risa sin alegría, cargada de cansancio y furia contenida—. Mi vida estaba arruinada antes de Anny. Antes de ella, yo solo era un nombre en listas, una sonrisa falsa en cenas familiares, un chico invisible en una casa vacía.
Lo miro directo, y lo digo todo.
—Ella y ese bebé... son mi vida. Lo único real que tengo.
Mi padre me clava los ojos. Esa mirada dura, de decepción. La conozco bien. La he visto desde que era niño, cada vez que hacía algo que no cabía en su molde perfecto.
—Vas a arruinar esta familia —dice al fin.
Y ahí exploto.
—¿Qué familia, papá? ¿La que solo existe en las postales navideñas? ¿La familia donde mamá nunca está porque siempre tiene un evento, un viaje o una excusa? ¿Donde tú solo existes para fabricar dinero y fingir que todo está bien desde tu maldita oficina?
Le lanzo cada palabra como si sacara las piedras de mi pecho.
—Yo aprendí a curarme solo las heridas, a consolarme cuando nadie estaba. No tengo familia, papá. Solo tengo la costumbre de sobrevivir.
Silencio.
Me levanto. Camino unos pasos y vuelvo a sentarme.
Porque si tengo que elegir, te lo dejo claro desde ya:
—Elijo a Anny. Elijo a mi hijo. Elijo la vida que quiero, no la que ustedes fabricaron para que yo salga bien en las fotos.
Mi padre no dice nada más.
Y entonces, sin esperarlo, una imagen me golpea. Un recuerdo.
***
Ese día...
Iba camino al cine con mis amigos. Todos hablando de la película, de una chica nueva en la escuela, de tonterías. Y entonces... la vi.
Anny.
No la había visto desde hacía cinco días. Desde que estuvimos en su casa, en su habitación, y olvidé hasta cómo sumar cuando me besó.
Y allí estaba. En la entrada del centro comercial, con Zoe.
Con ese cabello negro atado en una coleta alta, esa falda corta que no solía usar, unas botas negras de tacón y una blusa ajustada que se le ceñía al cuerpo como si la hubieran diseñado para ella.
¿Desde cuándo usa faldas así?, pensé.
No lo dudé.
Les dije a mis amigos que iba al baño... y la seguí. Como un idiota. Como un acosador.
Zoe entró al baño. Anny se quedó afuera, revisando algo en su celular.
Y no lo pensé.
Me acerqué. La tomé del brazo. La arrastré al estacionamiento. Nadie nos vio.
La llevé hasta una esquina entre autos, con las luces de neón temblando sobre nosotros.
La besé.
No la besé. La devoré.
Ese día fue una locura maravillosa.
Su risa entre beso y beso. Su susurro diciéndome "estás loco". Y yo, muriendo por volverme más loco por ella.
***
Ese fue el día que entendí que sin ella, todo era gris.
Ese fue el día que me perdí... y no quise volver.
Y por eso estoy aquí ahora.
Porque sin ella...
No sé vivir.
Narrador neutral
—¡Doctor! ¡Señor! ¡Tiene que venir YA! ¡Es Anny!
El grito de la enfermera atravesó el alma. El doctor corrió hacia la habitación y Cody se lanzó tras él, pero una mano firme lo detuvo.
—No puedes entrar aún.
—¡Es Anny! ¡Déjenme pasar!
—¡Cody! ¡Cody, tranquilo! —la madre de Anny lo sujetó—. Tienes que esperar...
Esperar.
Esa palabra nunca le había parecido tan cruel.
El señor García estaba junto a él, de pie, inmóvil, como si fuera de piedra. La madre de Anny lloraba bajito, repitiendo una oración. Y Cody... solo podía escuchar su corazón enloquecer.
Pasaron minutos que parecieron horas... hasta que la puerta se abrió.
El doctor salió con el rostro cansado, el cuerpo vencido... y un suspiro largo.
—Está estable. Pudimos controlarlo.
Todos respiraron aliviados. Pero cuando habló de nuevo, la sangre se les heló.
—. Respondió al tratamiento... los medicamentos están haciendo efecto.
Hubo un suspiro colectivo. Un instante de alivio.
Pero luego bajó la mirada.
—Ahora necesitamos hablar del bebé.
La tensión regresó como una ola que arrastra todo con ella.
—No hay garantía de que el embarazo sobreviva. Ella está en un estado muy crítico. El cuerpo está peleando por mantenerse... y eso puede afectar al feto.
El doctor sacó un formulario y lo extendió, con la voz grave, profesional pero humana.
—Este papel es para tomar una decisión. Necesitamos firme, alguien responsable, que entienda que hay riesgo de aborto. Es una autorización para priorizar la vida de la madre por encima del bebé, si llegamos a un punto crítico.
Silencio.
Un silencio denso, lleno de latidos contenidos.
El señor García avanzó. Tomó el papel sin decir palabra. Buscó el bolígrafo. Estaba a punto de firmar cuando algo se rompió en el aire.
Crack.