¿embaraza? La Nerd

Capítulo 21: Mi corazón no entiende de pausas.

Narrador Anny

Despertar no fue como en las películas.
No hubo luz cálida ni música suave de fondo, ni siquiera una sensación de paz.
Solo un zumbido agudo en los oídos...
y un cuerpo que dolía como si hubiera corrido mil kilómetros sin parar.

Intenté moverme.
Nada.
Mi brazo apenas respondió.
Mis ojos se abrieron lento, como si la realidad estuviera bajo agua.
Todo era borroso, confuso.
Una luz blanca me hizo parpadear varias veces.

Y entonces, el miedo me cayó encima como un baldazo de hielo.
Todo estaba blanco.
Pero no como las nubes bonitas que ves en una tarde linda.
No.
Era un blanco que dolía. Que quemaba los ojos.
Que no decía nada.

Quería hablar, pero mis labios estaban pegajosos.
Mi garganta, fuego.

—¿Dónde...? —intenté decir, pero mi voz no era mía. Sonó seca, lejana, como un eco roto.

No hubo respuesta inmediata, pero una figura con bata blanca apareció a mi lado.
Alto, de rostro sereno, demasiado sereno.
Esa calma que te avisa que algo anda mal.

—Anny... tranquila —dijo con voz suave—. Estás en el hospital.

Traté de incorporarme, pero todo giró.
Mi cuerpo protestó.
Mi cabeza también.
Una punzada detrás de los ojos me hizo soltar un quejido.

—¿Mi bebé? —pregunté, y juro que sentí que el corazón me golpeó tan fuerte que pensé que se iba a salir de mi pecho.

El doctor no respondió.
Solo me miró.

—Anny, por ahora lo importante es que tú estás aquí. Que estás despierta —dijo mientras revisaba algo en mi muñeca.

—¿Mi bebé está bien? ¿Está...? —mi voz subió de tono, quebrándose—. ¡Contésteme!

Silencio.
Solo el pitido monótono de la máquina.

—Señorita, por favor —dijo él, sin levantar la voz, como si eso fuera a calmarme—. Más adelante hablaremos de todo. Necesitas estabilizarte primero.

Más adelante.
Odiaba esas palabras.
Era como decir "no ahora, pero quizás nunca".

Sentí que me ahogaba.
Que mi cabeza era un rompecabezas con las piezas mal puestas.
Quería recordar lo que pasó.
Quería saber qué hice mal.
Quería a mi bebé.

¡¿Está bien o no?! ¡Solo eso necesito!

El doctor evitó mi mirada.
Ese gesto me rompió algo adentro.

—Tus padres están afuera. También Cody. Han estado todo el día aquí, no se han movido —murmuró, como si eso sirviera de consuelo.

Cody.
Mi torbellino favorito.
El chico que me rompía las reglas, el equilibrio y el corazón.
El mismo que me gritó. Que no vio lo que pasaba.
Que siempre quería salvarme... pero también dolía.

—¿Y... está muy enojado? —pregunté, por alguna razón estúpida—. ¿O preocupado? ¿O lloró? ¿Tiene la cara de "quiero matar al universo"? Porque esa cara le queda sexy, pero me da miedo también...

El doctor apenas sonrió. No dijo nada.
No me siguió la broma.

Mi mente era un caos.
Mi pecho, una mezcla de vacío y fuego.
No podía quedarme quieta.
No podía pensar bien.
Solo quería saber.

—¿Él... está bien? —pregunté de nuevo, bajito, casi rogando.

Pero el doctor negó suavemente con la cabeza.

—Ahora no. No es momento de hablar de eso. Descansa, Anny. Ya tendrás respuestas.

¿Ya tendrás respuestas?
No. Yo no quería respuestas después.
Las necesitaba ahora.
Me giré apenas, frustrada, con las lágrimas ardiéndome en la garganta.

Iba a volver a insistir...

El doctor me acarició el brazo con suavidad y murmuró algo sobre dejarme descansar.
Yo no respondí.
Solo cerré los ojos mientras lo escuchaba salir, mientras el sonido de la puerta cerrándose me dejaba sola.
Sola con mis pensamientos.
Sola con este vacío que me comía por dentro.

Intenté no llorar.
De verdad lo intenté.
Pero las lágrimas no siempre piden permiso.

Y entonces se me rompió el alma.

Porque me dolía todo.
El cuerpo, la garganta, el corazón.
La incertidumbre me estaba asfixiando.

Me tapé los ojos con el brazo débil, y lloré bajito.
Como si llorar más fuerte pudiera romper la realidad.
Como si dejar de llorar pudiera arreglarla.

Hasta que... la puerta se abrió.

Lenta. Casi temerosa.

Yo bajé el brazo, parpadeando, confundida.
Y lo vi.

Cody.

Su figura se recortó contra la luz del pasillo.
Estaba desordenado, con el rostro más cansado que nunca.
Se quedó quieto, en el umbral. Mirándome.
Como si no supiera si podía entrar.

—Cody... —susurré su nombre, y sentí cómo se me quebraba la voz.

Fue como si mi voz lo llamara desde algún lugar profundo.
Como si mi dolor lo alcanzara por fin.

Entonces reaccionó.

Se acercó, paso a paso, lento. Con los ojos nublados y la respiración cortada.
Y cuando llegó a mi lado, me tomó la mano con una delicadeza que dolía.

—Perdóname —dijo.
Y esa palabra no era solo un ruego. Era una herida abierta.
Un eco de todo lo que no habíamos dicho.

—Perdóname, Anny. Por no haber estado antes. Por no haber visto lo que pasaba. Por no entenderte... por todo.

Sus dedos apretaron los míos.



#207 en Otros
#89 en Humor
#701 en Novela romántica

En el texto hay: humor, humoe y romance, humor bebe embarazo

Editado: 30.04.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.