¿embaraza? La Nerd

Capítulo 22: Lo que late entre nosotros.

-Cody... ella quiere verte.
Eso fue lo que dijo el doctor.
Y por un segundo... juro que me tembló el alma.

Di un paso, pero el padre de Anny también lo hizo.
Su rostro era una tormenta contenida.
Entonces, su esposa, con la voz más suave del mundo, le sujetó el brazo.
-Déjalo -susurró-. Por favor.

Y él... solo asintió con la mandíbula apretada.
Mi propio padre, parado unos pasos atrás, me dio una mirada breve.
Y también asintió.
Sin palabras.
Como si entendiera que había cosas que un padre no puede impedir.

No pude evitar mirarlo otra vez.
Mi padre.
Tan firme. Tan callado.
Pero estaba ahí.
Y por primera vez... parecía estar defendiéndome. A mí.
A su hijo.

Entré con el alma hecha trizas.
El corazón a punto de explotar.
Mis manos temblaban.
Y entonces...

El cuarto parecía más frío de lo normal.
Las máquinas pitaban suave.
Y ella...

Ahí estaba.
Tan frágil.
Tan hermosa.
Tan viva.

-Cody... -susurró.

Esa voz.
Mi mundo entero contenido en esa sílaba.
Corrí a ella. Me lancé hacia su mano y la tomé como si fuera la última vez.
La besé, la apreté contra mi rostro... y me derrumbé.

-Cerebrito... me estás matando -dije con la voz rota, con el pecho colapsado de tanto miedo.

-Shhh -le susurré, mientras le besaba la frente, suave, como si tuviera miedo de romperla más-. Perdóname. Por gritarte. Por no ver lo que pasaba. Por no protegerte más.

-Tranquilo -susurró ella, con la voz cansada y dulce, esa voz que me había enseñado a respirar.

Y entonces, sin pensarlo, robé sus labios con los míos.
Su sabor. Su calor. Su vida.
Ella seguía aquí. Conmigo.

-Cody... -dijo con un hilo de voz-, tengo miedo. Mucho miedo.

Anny cerró los ojos, conteniendo las lágrimas.

Ella no dijo nada más.
Solo apretó mi mano con fuerza.
Y yo supe que estaba volviendo a mí.
Aunque fuera pedazo a pedazo.

La puerta sonó, y me separé un poco.
El doctor entró, con esa cara que da miedo pero también esperanza.

-Necesito que hablemos -dijo con tono firme, mientras sus ojos nos recorrían con algo más que preocupación.

-¿Puedo quedarme con ella? -pregunté.

-Unos minutos -respondió-. Luego necesito explicarte algo.

Asentí, pero ya no veía nada más que sus ojos.
Me senté en la cama, con cuidado, y la abracé con ternura.
Sentí su cuerpo frágil contra el mío, y cómo su respiración se agitaba al sentirme tan cerca.

-Va a estar todo bien -le susurré-. Estoy aquí. No me voy a ir.

Anny apoyó la cabeza en mi pecho, y por un momento, el mundo se detuvo.

-Cody... -dijo de pronto, casi sin voz-. Yo... yo no sé si todavía... si todavía está.

-¿Qué? -pregunté, confundido.

-El bebé -murmuró.

Y se me rompió el alma.

Le acaricié el cabello y la abracé más fuerte.
-Lo sé -le dije con el corazón en la garganta-. Lo sé. Pero vamos a salir de esta, ¿sí? Pase lo que pase... no estás sola.

-¿Mis padres... ya saben? -preguntó, sin mirarme.

-Sí -respondí-. Lo saben.

Ella suspiró largo, y se quedó en silencio.

- Me odian.

-No, Anny -dije, con la voz temblando-. No te odian. Solo tienen miedo. Todos tenemos miedo. Pero no estás sola. Ni ahora, ni nunca.

Ella se quedó quieta, abrazada a mí.
Y en ese momento, algo se rompió y algo se curó.
Todo al mismo tiempo.

-¿Te acordás...? -dije con una sonrisa nostálgica-. La noche que yo estaba en tu cuarto, y estábamos viendo esa película cursi con mil peluches alrededor tuyo.

Ella se rió bajito, apenas un suspiro.

-"No tenés mascotas, pero tenés un zoológico de peluches" -me repetiste mil veces -murmuró.

-Y ese día tus papás llegaron antes de lo que esperábamos.

Ella asintió, sonriendo con los ojos cerrados.

-Tuviste que esconderte debajo de la cama. Yo casi me muero de los nervios.
-Y yo casi me muero de risa -respondí-. Estabas tan cerca de estornudar que pensé que todo iba a explotar.

-Fue una noche divertida -susurró.

-Fue la noche en la que supe que eras mi lugar seguro.

Ella me miró. Sus ojos brillaban, llenos de lágrimas y de recuerdos.

-Y vos el mío -susurró.

Nos abrazamos otra vez.
Más fuerte.
Más sincero.
Más nosotros.

El doctor volvió a aparecer en la puerta, y yo no quise soltarla.
Porque sabía que lo que venía después... podía cambiarlo todo.

Pero por ahora, solo la tenía a ella.



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Editado: 30.04.2025

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