¿embaraza? La Nerd

Capítulo 24: lo que me hizo quedarme.

Narrado por Cody

Volver al hospital fue como respirar después de estar demasiado tiempo bajo el agua.

Las luces blancas. El olor a desinfectante. El eco suave de pasos y máquinas. Y esa sensación de que todo sigue en pausa... menos los latidos de su corazón.

Caminé por el pasillo como si fuera mío. Saludé con un gesto a la enfermera que ya me conocía por nombre. Y entré.

Allí estaba ella.

Dormida.

Tan frágil y tan fuerte al mismo tiempo. Como una flor que crece entre el concreto.

Me acerqué despacio, casi sin hacer ruido.
Le arreglé un mechón rebelde de cabello que caía sobre su rostro.
Me senté a su lado. Y me quedé en silencio.

Solo respiré con ella. Como si bastara con eso para sentir que todo estaba bien. Aunque no lo estaba.

—¿Volviste?

La voz detrás de mí era suave, pero tensa. Me giré.

Era su madre.

Asentí.

—No podía quedarme lejos.

Ella caminó hasta el otro lado de la cama, se sentó con una lentitud medida. Sus manos estaban entrelazadas, apoyadas en su regazo. Su rostro... su rostro decía que no había dormido. Ni llorado lo suficiente para vaciar todo lo que sentía.

—¿La amas, verdad?

La pregunta fue directa. Una lanza al pecho.

—Sí —respondí sin dudar—. La amo incluso cuando no sé cómo ayudarla. La amo incluso cuando me da miedo hacerlo mal.

Ella bajó la mirada. Y por primera vez, sentí que me estaba viendo... no como el chico que embarazó a su hija. Sino como un muchacho que también está roto por dentro.

Saqué el celular del bolsillo. Dudé un segundo, pero lo hice de todas formas.

—¿Quiere ver algo?

Ella me miró con cautela, pero asintió. Le mostré la foto.

Era de hace meses.

Anny, frente a un espejo en una tienda, con un vestido azul claro. Estaba con Zoe, riéndose, libre. Como si no existiera nada que la hiciera sentir pequeña.

Yo la había visto desde la calle. No entré. No dije nada. Solo me quedé ahí. Viéndola.

—Se reía como si el mundo no doliera —murmuré—. Y yo... me sentí afortunado solo por mirar. No quise interrumpir. A veces uno no quiere arruinar la belleza de lo simple.

La madre de Anny se quedó observando la pantalla. En sus ojos vi algo que no esperaba: ternura.

—¿Ella lo sabe?

—No —negué con una sonrisa triste—. A veces pienso que si lo supiera, se burlaría. Pero otras veces... creo que lo entendería. Porque esa risa... esa risa me salvó muchas veces sin que ella lo supiera.

Me devolvió el teléfono. Sus ojos seguían fijos en su hija.

—Gracias por cuidarla.

—No me dé las gracias —dije enseguida—. No lo hago por deber. Lo hago porque... no sabría cómo vivir sin ella.

Ella suspiró, miró al techo por un momento y luego me habló, más desde el alma que desde la razón:

—Estoy tratando de entender todo esto, Cody. Créeme, estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano por no colapsar. La idea de que mi hija está en una cama de hospital, embarazada, débil, confundida... no es fácil de procesar. Yo... quería algo distinto para ella.

—Yo también —respondí sin pensarlo—. No esto. No este miedo. Pero no cambiaría amarla por nada. Ni cambiaría que ese bebé exista. Aunque me muera de miedo todos los días.

Ella me miró. Me miró como si por fin empezara a verme completo.

—¿Sabes qué es lo que más me cuesta? —dijo de pronto—. No es solo que ella esté embarazada. Es que ya no es solo mía. Es de ella misma... y tuya. Y ahora también de alguien más. Y yo no puedo protegerla como antes.

Yo bajé la cabeza. Me dolía escucharla, porque tenía razón.

—No quiero que se sienta sola —dije—. Ni usted, ni ella. No estoy huyendo. No voy a hacerlo.

—Lo sé —respondió, con un hilo de voz—. Por eso estoy aquí, sentada contigo. Porque en estos días, te vi. Vi cómo la miras. Vi cómo no te mueves del pasillo. Cómo hablas con los doctores, con las enfermeras... Cómo le hablas aunque esté dormida. Te vi.

Un silencio se instaló entre nosotros. Pero no era incómodo. Era ese tipo de silencio que te permite respirar un poco más profundo.

—Voy a apoyarlos —continuó ella—. Pero si llega el momento... si me toca elegir entre salvar a mi hija o a ese bebé...

—Lo entiendo —dije con un nudo en la garganta—. No la cuestionaría por eso. Yo... haría lo mismo si fuera mi hija.

Ella cerró los ojos por un momento. Y cuando los abrió, algo había cambiado. No era aceptación total. Pero era el inicio de algo.

—Hazme una promesa, Cody.

—La que quiera.

—No desaparezcas. No huyas si esto se pone peor. No la dejes sola si todo se derrumba. Ella te ama. Aunque a veces le cueste decirlo.

—Lo prometo —susurré—. Me quedo. Con ella. Con lo que venga.

Ella se levantó. Me tocó el hombro, y por primera vez, su mano temblorosa no me rechazó. Solo me acompañó.

—Entonces, tal vez... no todo está perdido —dijo, mirando a su hija dormida.

Y por primera vez en días, sentí que podía respirar un poco mejor.



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Editado: 30.04.2025

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