Narrador Neutro.
El monitor sonaba en la habitación blanca, donde Anny dormía atrapada en un silencio que dolía. Un tubo bajaba por su garganta, y su piel, más pálida que nunca, parecía de cristal. Cody estaba sentado al lado, con la cabeza inclinada, tomándole la mano como si fuera lo único que aún lo conectara a ella.
—Hola, mi amor… soy yo —susurró con la voz rota—. Sé que no podés escucharme, o tal vez sí… Pero igual voy a hablarte, porque no puedo dejar de hacerlo.
Acarició su mejilla con ternura, sus dedos temblaban.
—Te ves tan frágil, tan lejana… pero yo estoy acá. No me voy a ir.
Anny, dentro de sí misma, sintió algo.
Oscuridad.
Silencio.
Y luego… una luz. Leve. Un susurro. “Estoy contigo, mamá”, dijo una voz suave, cálida, inocente. No sabía de dónde venía, pero sí lo que significaba. Su bebé. Su bebé la llamaba.
Ella caminaba descalza sobre lo que parecía un campo de flores blancas que brillaban como luciérnagas. A lo lejos, vio a una figura. Pequeña. Un niño con cabellos dorados y ojos como los de Cody. La miraba.
—¿Eres tú? —preguntó, sin oír su propia voz.
El niño solo sonrió, y desapareció.
Volvió la oscuridad.
—Anny… te extraño tanto. —Cody le apretó la mano—. Me hablás en sueños, ¿sabías? Anoche sentí tu voz. Dijiste que querías a nuestro bebé. Y yo… yo también. No voy a rendirme por ustedes.
Dentro de su mente, Anny se encontró en otra visión. Un puente de piedra flotando sobre la nada. A un lado, su cuerpo. Al otro, una puerta abierta donde brillaba una luz cálida. Podía escuchar el sonido de un río, podía sentir el peso del amor, del miedo, de la vida.
Y otra vez, la voz de su bebé:
“Papá te espera. No te vayas, mamá.”
—Si tenés que pelear, peleá. Pero no me dejes —dijo Cody, con lágrimas cayendo—. Si no querés hacerlo por mí, hacelo por él… por esa cosita que crece dentro tuyo y que ya me cambió la vida.
—Cody… —la voz de Anny sonó entre las sombras, apenas un suspiro, pero él no la escuchó.
Solo la máquina, el silencio… y una esperanza colgando de un hilo.
Ella giró la cabeza, en su visión, y vio una imagen: él, con el bebé en brazos, llorando, sonriendo, diciéndole que todo estaba bien. Quería llegar ahí. Quería vivir eso.
Y en su mente, Anny vio una puerta abrirse. Una oportunidad. Una promesa.
La luz era más cálida ahora. El puente que flotaba en la nada seguía ahí, pero algo había cambiado.
Anny caminaba sobre él. Despacio. Descalza. Cada paso se sentía ligero, pero su corazón estaba inquieto. Al otro lado, la figura de una mujer apareció. Su cabello largo, su vestido blanco como la niebla. Su madre.
—Abuela… —susurró Anny, sin voz, solo pensamiento.
La mujer sonrió. Se acercó. Su rostro era dulce, sus ojos brillaban como si conocieran el universo entero.
—Has crecido tanto… —dijo la mujer—. Y ahora estás al borde.
—No puedo dejarlo… no quiero dejarlo. A él ni a nuestro bebé. Pero me siento tan cansada, tan lejos…
Su abuela alzó la mano y acarició su mejilla, como cuando era niña.
—No todo lo que es paz, es el final. Y no todo lo que es lucha, es sufrimiento. Lo que amas… vale cada batalla.
Anny bajó la mirada. El puente tembló levemente.
—¿Y si no puedo volver?
—Siempre puedes —susurró su abuela—. Él te espera. Escúchalo.
En la habitación, Cody estaba al lado de su cama, susurrando.
—Hoy amaneció lloviendo… como la primera vez que nos besamos. ¿Te acordás? Dijiste que la lluvia siempre limpiaba el alma. Yo te dije que mi alma solo se limpiaba con tus besos. Qué tonto sonó eso —rió suavemente entre lágrimas—. Pero era verdad.
Anny escuchaba. Su mente, aún atrapada en ese mundo intermedio, empezaba a latir con más fuerza. La voz de Cody era una cuerda, una melodía que la tiraba hacia atrás.
—Lo amo —dijo a su abuela—. Y amo a nuestro hijo, aunque todavía no lo conozca. Quiero conocerlo. Quiero sentirlo crecer. Quiero tenerlo en mis brazos. Quiero vivir.
Su abuela le tomó las manos.
—Entonces, no cruces.
Anny dio un paso atrás en el puente. La figura de su abuela comenzó a desvanecerse con una sonrisa cálida.
—¿Volveré a verte?
—Cuando llegue el momento… pero no hoy.
Y la luz desapareció.
Todo se volvió oscuridad otra vez. Silencio.
Pero esta vez, no era el fin.
Era el principio.