Narrador Neutro
El pasillo estaba en silencio. Solo el zumbido leve de las luces de hospital y el eco de pasos lejanos.
Cody apoyó la frente en la pared. Sentía el pecho comprimido, como si algo invisible lo apretara desde adentro. No sabía si eran los nervios o el miedo, pero le costaba respirar.
La puerta de la habitación se abrió despacio.
Era el doctor.
—Cody… ¿podés salir un momento?
Cody asintió en silencio. Miró una vez más a Anny, inconsciente, conectada a tubos y monitores, y cerró la puerta tras de sí.
El doctor lo llevó un poco más lejos, a una esquina tranquila del pasillo.
—Tenemos que hablar con total honestidad —dijo el médico, bajando el tono—. Las últimas 48 horas han sido críticas. Logramos estabilizarla temporalmente, pero su corazón... no está resistiendo bien el embarazo. No aguanta más presiones. Y lo que viene puede ser peor.
—¿Qué me está diciendo? —Cody frunció el ceño, endureciendo la mandíbula.
—Que seguir con la gestación como está… puede matarla. Así de claro.
El mundo giró un poco. Cody apretó los puños. El doctor respiró hondo.
—El bebé tiene solo seis meses. Está débil, pero si hacemos una cesárea de emergencia ahora mismo… hay una posibilidad de que ambos sobrevivan. Es riesgoso, pero es nuestra mejor opción. Anny no puede decidir. Necesitamos tu firma.
—¿Y si no lo hago? —susurró Cody, con la voz quebrada—. ¿Y si digo que no?
—Entonces estamos apostando a que su cuerpo aguante más tiempo. Y eso… es casi imposible. Puede fallar en cualquier momento. Si eso pasa, no salvaremos a ninguno.
Cody se quedó en silencio. Un millón de pensamientos le cruzaban la cabeza. Pensó en su hijo, en el pequeño ser que apenas había sentido moverse. En Anny, en sus manos, en su risa. En lo mucho que lo necesitaba. En todo lo que podía perder.
Y entonces, un pensamiento lo partió por dentro:
“¿Y si cuando despierte… si es que lo hace… me odia por esto?”
“¿Y si siente que la traicioné? ¿Que no luché por nuestro hijo como ella lo haría?”
“No quiero romperla. No quiero que cargue con un vacío tan grande. No quiero ser yo quien le robe la única parte de este amor que no pudo vivir.”
“¿Cómo se toma una decisión así… sin dejar de amarla?”
—No sé si puedo… elegir quién vive —dijo, casi sin voz—. ¿Cómo se hace eso?
El doctor bajó la mirada.
—A veces no elegimos. Solo hacemos lo que podemos con el tiempo que tenemos.
Del otro lado del pasillo, detrás de una puerta entreabierta, alguien escuchaba.
El padre de Anny. De pie, en silencio, con el rostro tenso. No necesitaba más. Para él, la decisión era clara. No importaba nada más. Solo su hija.
Mientras el doctor le daba a Cody unos minutos para pensarlo, él ya se estaba moviendo.
Ya sabía qué hacer.
Cody volvió a entrar a la habitación, temblando. Se sentó junto a Anny, tomó su mano y apoyó la frente contra ella.
—No puedo perderte —susurró—. No puedo perderlos. A ninguno. Pero... ¿qué hago si no tengo opción?
Afuera, sin que él lo supiera, los papeles se estaban firmando.
La orden ya estaba dada.
Y la cuenta regresiva acababa de empezar.