¿embaraza? La Nerd

Capítulo 34: El rugido del corazón

Narrado por Cody.

No sabía la hora exacta. Solo sé que era tarde. O temprano. No importa.

Estaba sentado al borde de la cama. La habitación estaba en silencio, solo el sonido intermitente de los monitores llenaba el aire.
Mis dedos recorrían con cuidado el vientre de Anny.
Tan suave. Tan frágil.
Ella seguía dormida. Inconsciente.

Me incliné para besar su frente, y le hablé bajito al bebé.

—Aguantá, campeón. Mamá está peleando. Vos también, ¿sí?

Le prometí que todo iba a estar bien. Que yo iba a encontrar una forma. Que no los iba a dejar. A ninguno.

Pero fue mentira. Porque en menos de cinco minutos, el mundo se vino abajo.

La puerta se abrió. Primero una enfermera, luego otra, luego otra más.
Dos doctores. Uno de ellos… el mismo con el que hablé hace unas horas.
Mi cuerpo se puso en alerta.

—¿Qué está pasando? —me levanté de inmediato—. ¿Qué hacen?

El doctor me miró.
Serio. Casi resignado.

—Sr. Montealva, por favor, acompáñenos afuera un momento.

—No, no, no. ¿Por qué? ¿Qué hacen con ella?

Intenté acercarme a Anny, pero ya estaban desconectando cosas. Preparando. Moviéndose como si todo ya estuviera decidido.
Y lo estaba.

—Van a llevarla al quirófano —dijo el médico—. La cesárea de emergencia fue autorizada.

Mi mundo se detuvo.

—¿Qué? No… no. Yo no firmé. ¡No autoricé nada! ¡Paren esto!

Me sentía atrapado en un sueño, uno donde todo sucede demasiado rápido, donde nadie te escucha aunque grites.
Y entonces lo vi.

De pie, apoyado contra el marco de la puerta.
El padre de Anny.

Mi mandíbula se tensó. Mis manos se cerraron en puños. El corazón me golpeó el pecho con fuerza.

—Fuiste vos —susurré. Y después grité—: ¡FUISTE VOS! ¡Hijo de puta! ¡¿Qué hiciste?! ¡Ella te dijo que quería luchar! ¡No tenés derecho! ¡NO TENÉS DERECHO!

Me lancé hacia él. No sé cómo, pero en dos segundos lo tenía contra la pared.
Quería romperle la cara. Quería hacerle sentir la mitad del dolor que me acababa de provocar.

—¡Lo decidiste vos! ¡Le arrebataste esa oportunidad! ¡Es MI hijo, mi familia!

El médico intentó separarme. No lo dejé.

Y justo cuando estaba por pegarle, la voz que me detuvo no fue la de él.

Fue la de Zoe.

—¡Cody, basta!

Llegó corriendo, me agarró por la espalda, me abrazó para detenerme.

—¡Soltame, Zoe! ¡No te metas!

—¡Estás en shock! ¡Anny y tu bebé están en riesgo! ¡Pensá!

Mis piernas se aflojaron. Sentí cómo todo el peso me caía encima.
Caí de rodillas.
Mis manos temblaban.
La rabia ardía como fuego, pero el miedo… el miedo quemaba más.

—La salvé —dijo ese hombre, frío como una roca.

—¡La traicionaste! —le grité con todo lo que tenía—. ¡No sabés lo que hiciste!

Zoe me abrazó más fuerte. No lloré. No podía.
No me salían las lágrimas.
Solo el silencio.

Las puertas del quirófano se cerraron tras Anny.
Y yo…

Yo me quedé con el corazón en la garganta.
Sin saber si la iba a volver a ver.
Sin saber si todavía tenía derecho a llamarme "papá".



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Editado: 30.04.2025

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