Narrado por anny
Pasó un mes. Los médicos esperaron las tres semanas recomendadas, más una extra, para poder realizarle la operación a Colyn.
Ese día nos llevamos un susto enorme: el doctor nos avisó que hubo una complicación con su respiración durante el procedimiento. Sin embargo, gracias a Dios, no pasó a mayores. Nuestro pequeño guerrero estaba en recuperación, y lo mejor de todo fue que, gracias a mi querido suegro —¡ese hombre en serio se ganó mi amor!—, me permitieron pasarme a una habitación privada donde podía tener a Colyn con nosotros.
Tocarlo por primera vez fue simplemente mágico.
Cody se volvió loco de amor cuando lo tocó, y yo... yo me derretí.
Esa hermosa escena no sale de mi cabeza.
Aquella tarde, mientras hablábamos bajito y planeábamos todo lo que haríamos una vez que Colyn estuviera bien, la puerta se abrió de golpe.
El doctor entró sonriendo, seguido de una enfermera muy amable —una mujer a la que siempre estaré agradecida—, que empujaba una pequeña cuna blanca.
Cuando la vi, mi corazón empezó a latir frenéticamente.
—¿Alguien quiere saludar? —preguntó la enfermera con una sonrisa cálida.
Miré a Cody, emocionada, y él me devolvió la misma mirada llena de amor.
La enfermera tomó a Colyn con el máximo cuidado y lo colocó en mis brazos.
Sentí que el mundo entero desaparecía a nuestro alrededor.
Mis ojos se aguaron al verlo tan pequeño, tan perfecto. Me acerqué lentamente y, con una ternura infinita, besé su frente.
Colyn abrió sus ojitos como si pudiera sentirme.
La emoción de Cody era tan palpable como la mía: Colyn tenía el color de mis ojos, un azul intenso, pero también un pequeño rastro de verde... igual que Cody.
Eran simplemente hermosos.
Cody estiró su mano y la pasó con una delicadeza inmensa por los bracitos diminutos de nuestro hijo.
—Es perfecto —susurré, como si hablar más fuerte pudiera romper aquel momento sagrado.
Nos quedamos mirándolo, embelesados, hasta que su pequeño llanto nos sacó de nuestro ensueño.
La enfermera regresó, esta vez trayendo un pequeño tetero.
—Es algo muy bonito —nos dijo, sonriendo—, tener ya a su bebé en sus brazos.
Nos dejó solos, dedicándonos una última sonrisa antes de salir.
Cody y yo nos miramos, riendo nerviosamente. Estábamos tan felices que no sabíamos por dónde empezar.
Me quedé mirando a Colyn, acurrucado en mis brazos, mientras sus pequeños labios se movían en busca de alimento.
—¿Quieres intentarlo tú primero? —preguntó Cody, acercándose, su voz llena de ternura.
Asentí, con el corazón a punto de explotar de amor. Cody me ayudó a acomodarlo mejor y luego colocó el tetero en mi mano.
Con cuidado, acerqué la tetina a sus labios, y, casi de inmediato, Colyn empezó a succionar con fuerza.
No pude evitar soltar una pequeña risa nerviosa.
—Tiene hambre —murmuré.
—Claro, es un leoncito —bromeó Cody, acariciando suavemente la cabeza de nuestro hijo.
Me sentía tan completa, tan llena de amor en ese momento, que las lágrimas volvieron a nublarme la vista.
Cody se sentó a mi lado en la cama, rodeándome con su brazo libre, observando cada pequeño movimiento de Colyn como si también estuviera viviendo un sueño.
—Lo estás haciendo perfecto, Anny —me susurró al oído, besando mi sien.
El silencio era perfecto, solo roto por el suave sonido de Colyn alimentándose.
Por un instante, todo el dolor, los miedos y las preocupaciones desaparecieron.
Éramos solo nosotros tres, en nuestro pequeño mundo.
Cuando Colyn terminó, Cody tomó un pañito y me ayudó a limpiarlo con cuidado.
Luego lo acomodó contra su pecho para sacarle los gases, moviéndose con una dulzura que me enamoró aún más.
Verlo con nuestro hijo en brazos fue una imagen que supe quedaría grabada para siempre en mi memoria.
Cody, aún sosteniendo a Colyn, levantó la mirada y me dedicó una de esas sonrisas que siempre lograban calmar cualquier tormenta.
—Anny —dijo, su voz suave pero llena de emoción—, tengo una noticia para ti.
—¿Qué noticia? —pregunté, acariciando la manita de nuestro bebé.
—El doctor dijo que en tres días te darán el alta —anunció, sus ojos brillando—.
Podremos llevar a nuestro pequeño a casa... y empezar nuestra vida juntos.
Me tapé la boca con la mano, sorprendida y emocionada.
Sentí que el corazón me latía tan fuerte que seguro se escuchaba en toda la habitación.
Una risa entre lágrimas escapó de mis labios.
Cody se inclinó hacia mí y rozó mis labios con los suyos en un beso suave, cargado de promesas.
—Todo va a estar bien —me susurró, apoyando su frente contra la mía—.
Te lo prometo.
Y por primera vez en mucho tiempo, lo creí con todo mi corazón.