¿embaraza? La Nerd

Capítulo 53 - Noche de Navidad.

Cinco meses habían pasado desde que nos mudamos.

Colyn ya casi cumplía nueve meses, y nuestra casa —esa enorme, preciosa, exagerada casa que Cody insistió en comprar— ahora se sentía como un verdadero hogar. Había juguetes en cada rincón, dibujos en la nevera, tazas con manchas de café olvidadas por el cansancio, y en medio de todo, nosotros.

Esa noche, nuestra primera Navidad en familia, la casa estaba llena de voces, risas y olor a pavo horneado.

Mis padres estaban en la cocina, discutiendo si el relleno debía llevar pasas o no (como cada año). Zoe y sus padres ayudaban con la mesa, mientras Colyn gateaba por toda la sala con un gorrito navideño, robándose los corazones de todos. El padre de Cody no dejaba de hablarle como si fuera un adulto, orgulloso, completamente entregado a su rol de abuelo.

Y Cody... Cody me miraba desde el otro lado del comedor, con esa sonrisa tranquila que a veces se le escapa sin querer, cuando se permite sentirlo todo.

Pero no todo era perfecto. Su madre no vino.
Ni siquiera llamó.

Solo llegaron los regalos. Ostentosos, fríos, pesados.

Un auto deportivo para Cody. Un guardarropa de diseñador para Colyn. Y para mí... una caja con collares de diamantes, demasiado caros como para no esconder una excusa.

—"Quiere comprar el espacio que no se ha ganado" —me dijo Cody esa tarde, sin mirar los regalos.

Sabía que le dolía. Porque aunque diga que ya no espera nada, una parte de él todavía quiere una madre que esté. Que lo vea. Que lo elija.

Pero esa noche, no dejó que el dolor ganara.

Después de cenar, entre brindis y carcajadas, me tomó de la mano con suavidad.

—Ven —me dijo, sin necesidad de más palabras.

Salimos por la puerta trasera, donde el jardín se vestía de luces navideñas colgando de los árboles, suaves como estrellas bajitas. Caminamos descalzos sobre la madera tibia, dejando atrás el bullicio para abrazar el silencio.

Solo nuestros dedos entrelazados.

Solo nosotros.

Nos detuvimos bajo el viejo roble que habíamos decorado juntos, colgando estrellas blancas y guirnaldas de papel que Colyn había intentado comerse.

—¿Recuerdas cuando no sabíamos si íbamos a poder con todo esto? —preguntó, acariciándome la mejilla.

—A veces todavía lo dudo —susurré, con una sonrisa sincera.

Cody rió bajito y sacó una pequeña caja de su chaqueta.

—Yo no. No dudo de ti. No dudo de nosotros. Lo que vivimos este año... solo me confirmó lo que ya sabía.

Abrió la cajita. Un anillo. Sencillo. Hermoso. Perfecto.

—No necesito promesas perfectas —continuó, con la voz temblando un poco—. Solo quiero tu "sí" cada día.
¿Te casarías conmigo, Anny?
¿Seguirías caminando conmigo... en todo lo que falta?

No respondí.

Corrí a abrazarlo. Me lancé a su pecho.

—Sí —dije entre lágrimas—. Mil veces sí.

Nos besamos bajo la luz del roble, con el alma encendida.

Y justo en ese momento, escuchamos pasos suaves detrás de nosotros.

Zoe apareció primero, con una sonrisa emocionada.

—¡Lo sabía! ¡Sabía que lo harías esta noche!

Nuestros padres salieron después, entre risas y suspiros conmovidos. El padre de Cody llevaba a Colyn en brazos, dormido y ajeno al alboroto, con su gorrito chueco y su manita cerrada en puño.

Nos rodearon en silencio, abrazándonos con miradas y sonrisas.

Era como si el universo hubiera querido que todos estuviéramos allí, justo en ese instante. Unidos. Sinceros. Reales.

Porque no era una gran fiesta.
Era algo mejor.

Era amor. Familia. Un comienzo.

Y aunque parecía el final...

Era solo el primer capítulo de algo más grande.



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Editado: 23.05.2025

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