Emilia
—Hasta aquí llego yo, ahora debes enfrentar la verdad con ellos —me dice mi tía al llegar a la estación de bus.
—¿No vienes conmigo?
—Lo siento Emi, esto ya no me corresponde, habla con ellos, mi hermano y tu mamá no son malas personas, no será fácil, pero van a apoyarte, nunca estarás sola —me dijo y luego me abrazo.
Subí al micro para volver a casa, durante todo el viaje pensé las palabras correctas que iba a usar para decirle a mis padres la verdad.
Al llegar, abrí la puerta y ellos al verme se sorprendieron, ya que no hacía mucho me había ido supuestamente a pasar unos días a la playa.
—¿Emi? ¿Qué pasó? —dice mamá con asombro.
—No estaba tu tía —ahora dice papá y niego.
—No es eso, tía Maite, si estaba, pero volví por otra cosa, algo que olvidé decirles.
—Hay Emi, pero con una llamada o un texto, se podía solucionar cariño —dice mi madre.
—Es algo que no se puede decir por teléfono, o sí, pero solo los cobardes lo harían así.
—Emilia ya me estás asustando hija, por favor ¿Qué pasa? —dice papá y me siento al lado de mamá, luego saco el sobre con la ecografía y se lo entrego.
En ese instante, ella al tomarlo lo hace con curiosidad, todo lo que pensé que iba a decirles, se esfumó, en estos momentos las palabras no salían y era mejor ir a los hechos concretos.
—¿Qué es esto Emilia? —dice mi madre con enojo, mi papá a su vez toma el papel de la ecografía para verlo y su rostro se descompone.
—Es un bebé, y bueno… está creciendo aquí —señalo mi barriga, sabía que no era momento para hacer este tipo de gracias, pero no sabía que más decir o hacer.
—¿Cómo un bebé? ¿Te volviste loca Emilia? —mi padre es el primero en reaccionar.
—No puedes ser, tiene que estar mal esto —se lleva las manos a la cabeza mi mamá.
—Es real, hay un bebé, lamento esto, no quise decepcionarlos.
—¿Y el papá del bebé? ¿Se va a hacer cargo?
—Si, yo ya hablé con Leandro, el sí se va a ocupar de todo —no sabía aún con exactitud que iba a hacer con mi vida, puesto que el papá del bebé es Federico.
—Emilia ¿por qué? Si hablamos de este tema —me reclama mi madre y tenía razón.
—Lo siento mamá, sucedió todo tan rápido —de mi mente no salía la imagen de aquella noche, la única vez que hice el cuchí culinchi.
—¿Qué vamos a hacer? —comienza a caminar en círculos mi papá.
—Vamos a apoyar a nuestra hija, eso vamos a hacer.
—No espere que esto suceda tan pronto, Emi, te adelantaste mucho hija —dice con pesar mi papá— Pero como dice tu madre, somos tus padres y te vamos a apoyar siempre —me acerco a mi padre y me abrazo con fuerza a él.
—Lamento tanto haber fallado, pero sucedió — sollocé en sus brazos.
—Ahora hay que pensar en que vamos a hacer, donde vivirás con el bebé, la cuna, todo eso —siento tranquilidad al oír a papá.
—No quiero irme de aquí, sé que debería estar con Leandro, pero no es el chico de mi vida.
—Nadie te va a obligar a nada, si no quieres estar con él, me parece bien.
—¡Gracias, papá!
—¿Tu tía Maite sabía esto? Por eso regresaste —me pregunta mi padre.
—No, pero ella se dio cuenta y ahí nomás, me mandó de regreso para que hable con ustedes.
—Lo bien que hizo, ahora quiero que ese muchacho venga a casa a dar la cara, como fue que te dejo sola.
Horas más tarde
—¿Eso te dijeron tus padres? —mi mejor amiga no lo podía creer, y yo menos, ya que nunca espere está reacción de su parte.
—Si, y fue bueno, me saque un peso de encima.
—¿Y Leandro? Crees que él acepte lo que tus padres te dijeron.
—No lo sé, pero no me importa, si él no quiere al bebé, mucho mejor para mí.
—¡Oye! No digas eso, que después te vas a arrepentir.
Si mi amiga supiera que lo mejor era ser madre soltera, antes que dejar que otro se haga cargo de mi bebé, por cobarde no dije la verdad.
Federico
—Estaba muy ocupado ¿Qué pasó? —me consulta Leandro al llegar a casa.
—Cinthia está hospitalizada —dije con un sabor amargo en la boca.
—¿Qué? Pero… ¿Qué fue lo que pasó?
—Se cruzó a un auto, la choco, pero eso no es todo.
—No me asustes amigo, habla.
—Ella está en coma, no sabemos cuándo va a despertar, y también… —hice una pausa, respiré profundo y seguí— Perdió al bebé.
—¿Cómo? Escuché bien, dijiste un bebé.
—Sí, un bebé, estaba embarazada, según los médicos, de un mes de gestación.
—Es una locura todo esto, no lo puedo creer y ¿quién es papá?
—No sabemos, ella no tenía novio, o lo tenía y nunca nos dijo.
—Pero sí, ella está en coma, como van a saber.
—Eso es lo peor, que, si no despierta, nunca se descubrirá la verdad.
—Bueno, al menos lo perdió, imagínate que lo tuviera sola y sin saber quién es.
—Leandro no seas imbécil, estamos hablando de una vida que se perdió, además tú estás esperando un hijo con Emilia.
—No me lo recuerdes, que aún no hable con papá.
—¿Cómo no? No puedes seguir dilatando esto.
—No es fácil, entiendes, ponte en mi lugar.
—Lo sé, pero, aun así, no puedes tardar más, debes hablar con él y sus padres, no lo olvides.
—No sé qué voy a hacer, Emilia me arruinó con esto.
Quería mandarlo a Júpiter por las bobadas que decía, pero no podía, puesto que el bebé era mío, pero nadie más que yo lo sabía, ni siquiera Emilia.
Trate de convencer a mi amigo de que estaba mal lo que decía o suponía de Emilia, un bebé no se hace solo, pero como lo hacía entrar en razón.
Él se fue y quedé solo, a mi cabeza venía una y otra vez la imagen de mi hermana en esa cama de hospital, en donde estaba llena de cables y aparatos.
Al llegar la noche pedí una pizza al domicilio y mientras esperaba, recibí un texto de Emilia, entonces la invité a casa.