Emilia
—Hey Emi, te estoy hablando —me dice mi amiga Faustina, quien me había acompañado a comprar un pantalón nuevo, pesto que los que tenía ya me quedaban justos y mamá me dijo que no era apropiado usar ropa ajustada.
—Disculpa, me colgué pensando.
—¿Qué cosa?
—Es Leandro, aún no hablo con mis padres, y ni siquiera conozco a los suyos.
—Es un imbécil, como va a desaparecer así, te juro que lo odio —en ese momento decidí que debía hablar con alguien sobre lo que sabía, no podía seguir ocultando la verdad.
—Hay algo que no te dije —respire profundo y mire a Faustina.
—¡No! Él no se va a hacer cargo, sabía que ese cobarde iba a salir con esto.
—Es, pero que eso y es toda mi culpa.
—Ni de broma digas eso, no es culpa de nadie, un bebé no se hace solo, y eso lo sabe todo el mundo.
—Lo sé, pero mi bebé no es de Leandro.
—¿QUÉ? —fue tal el grito de mi amiga que las personas a nuestro alrededor nos observaron.
—¡Shhh! No quiero que nadie escuche.
—Pero acabas de decirme algo que es una locura, por dios Emilia.
—Si, ya sé, es muy loco todo, pero es así y no puedo decir la verdad, pero se lo tenía que contar a alguien o iba a explotar.
—¿Y qué hago yo con tu confesión?
—¡Guardarla! —le hago súplicas con mis manos y ella niega.
—¡Espera! Si no es Leandro, ¿quién es el padre? Porque me imagino que lo sabes.
—Hay Fausti, no es tan fácil como parece.
—Si me dices, tal vez entienda, pero no te calles, ya hablaste, termina de confesarlo.
—Está bien, —hago una larga pausa y hablo. —Es de Federico.
—¿QUÉ? —volvió a gritar mi amiga, pero esta vez enseguida tapo su boca.
—Si es de él.
—¿Y por qué no se lo dices?
—No puedo, él ni siquiera sabe que dormimos juntos.
—¿Y si, si lo sabe? No te pusiste a pensar eso.
—No, si supiera me lo habría dicho, conozco a Fede, además estábamos ebrios.
—A ver Emi, si tú lo recuerdas, él también.
—¿Y Leandro?
—El que tiene que ver, le fuiste infiel, pero no tiene que saberlo.
—Cuando todos sepan que el bebé es de otro, lo sabrá, además, Leandro asegura que durmió conmigo.
—¿Y no estuviste con él?
—¡No! Yo fui al hotel de la avenida con Federico.
—Entonces te engaño con otra, eres una cornuda amiga, aunque él también lo es, pero… a su favor, tu engaño vino con regalito.
—Ja, ja, ja, qué chistosa resultaste ser.
—Solo digo lo que es, y déjame decirte, que es mejor que no calles nada, es ahora cuando debes decir la verdad, los dos merecen saber.
—¡No puedo!
—Porque te cierras, tienes miedo a la realidad, ¿es eso?
—Es más complicado.
—¿Y él bebe? Le vas a negar su identidad por tus caprichos.
—Sabía que no era buena idea contarte la verdad.
—No estoy en tu contra, es todo lo contrario, lo hago porque te quiero.
Leandro
—Me vas a decir que te pasa, tuve que cancelar una cita con una paciente por tu causa —me encontraba en el consultorio de mi padre, quien es médico clínico en el hospital General de la capital.
—No estás nunca en casa y esto no puede seguir esperando.
—¿Qué es tan urgente?
—Te acuerdas de Emilia.
—¿Tu noviecita?
—Sí, ella.
—Que le paso, está enferma, necesita una receta, un turno, sabes que no puedo sacar turnos por nadie.
—No es eso.
—¿Y entonces?
—Ella está embarazada —le largo de repente, no podía seguir ocultando la verdad y necesito la ayuda de alguien mayor, puesto que no sé qué hacer.
—¿Qué? Es una broma, ¿verdad? —se levanta de su sillón y va hacia la ventana de su consultorio, la abre y enseguida prende un cigarrillo.
—¿Qué haces papá? No puedes fumar aquí —le señalo el cartel de prohibido fumar.
—Me importa un carajo, si te das cuenta la dimensión de lo que acabas de decirme, por favor, Leandro, en que estabas pensando cuándo la embrazaste, un millón de veces te dije que uses condón.
—Lo se papá, pero sucedió todo rápido.
—No me digas, que fuiste a hacerlo y olvidaste tus obligaciones, sabes muy bien que tener sexo sin protección no solo implica un embarazo no deseado, también existe la posibilidad de contraer una enfermedad venérea.
—Emilia no estuvo con nadie más, solo conmigo, además también fue mi primera vez.
—Nada justifica tu irresponsabilidad ¿Y cómo sabes que ese niño es tuyo?
—Lo sé y punto, ella no me va a mentir una cosa así, ya que pasamos la noche juntos, las sabanas se mancharon con sangre, eso es porque es virgen.
—Ahora eres experto en el tema.
—¡Papa! Necesito tu ayuda.
—Y la tendrás, pero primero exijo un ADN.
—No puedo hacer eso, sería como insultar a Emilia.
—No lo será, además sus padres también estarán de acuerdo, envíale ahora mismo un mensaje, esta noche iremos a su casa.