Actualidad.
8 Meses después.
Samanta sostiene el volante tan firme que temo pueda partirlo de un momento a otro y entonces terminemos ruedas arriba en alguna cuneta. Mis ojos viajan constantemente de su pie en el acelerador a la calle para ver que realmente respete los altos y semáforos.
-Sam, no quiero ser una aguafiestas, pero; ¿Podrías bajar la velocidad?
Samanta me miró a los ojos y se rio irónicamente mientras metía otro cambio bruscamente.
-Pero si nunca te quejaste de mi forma de manejar.
-De hecho, si lo hice en reiteradas ocasiones, pero ahora, te lo estoy pidiendo no solo por el bien de nuestras vidas, sino por él también. – Le digo al tiempo que señaló mi gran vientre para que sea consiente de que ahora somos tres viajando en el coche.- Hazlo por él.
La mirada de Samanta se ablando y disminuyo la marcha a regañadientes; sabia que estaba matando su sueño de conducir a gran velocidad por las calles de Nueva York, pero se que ella entendía el motivo. La verdad es que por vueltas de la vida, Samanta, Matt y yo nos habíamos mudado a la gran ciudad; Sam había conseguido un puesto como modelo para una de las revistas con gran influencia en el mundo de la moda, además, al parecer las cosas estaban funcionando bien con su novio Jon con quién salía hacia cuatro meses y él le dijo que se mudara a su apartamento. Matt, al fin había logrado comprar un local estilo vintage que tanto le gustaba y lo transformaría en un elegante restaurante, por supuesto la gran inversión la había tenido que barajar entre comprar ese local o un apartamento. Así que le dije que podía vivir conmigo hasta tanto él logrará solucionar su situación de vivienda, él acepto y a mi me venía bien un poco de ayuda.
-Estoy es genial Hana, los tres conseguimos nuestros sueños, Matt tiene su propio restaurante, tú tienes tu café librería y demás, por supuesto tu obtuviste más de lo que deseabas, pero….
Samanta miro sin discreción alguna mi vientre de 8 meses de embarazo y no termino la frase porque ambas sabíamos que ya habíamos tenido esa conversación la cantidad suficiente de veces.
En el cruce peatonal una señora trataba de que dos pequeños cruzarán la calle rápidamente antes de que el semáforo cambiara la luz, aunque el niño más pequeño se resistía.
-Obsérvala bien Hana, esa serás tu dentro de unos años.
Yo suspiré sabiendo que ella no dejaría ir el tema de mi bebe y del porque no se lo había dicho a Ian.
-Sam, lo llame y tú estabas ahí, no atendió a ninguna de las diez llamadas telefónicas. ¿Qué querías que hiciera? ¿Contratar a un detective o un secuestrador para que lo traiga ante mí?
-¡Caray Hana, no! Es que al pobre chico lo colocaste en la zona de amigos desde el principio. ¿De verdad le dijiste de etiquetar su relación como una amistad?
-¡Recién nos habíamos conocido!
-¡Pero jamás le digas eso a un hombre! Se lo toman muy literal. Pero yo que tu le abría insistido hasta que cogiera el teléfono, tiene derecho a saber que pronto será padre.
-No siquiera se si ser padre estaba en sus planes.
-Si no lo hubiera estado, se habría cuidado.
-Yo fui la idiota, él insistió en cuidarse, pero yo insistí en que estaba tomando las pastillas. En fin, creo que la combinación de las películas románticas y el alcohol no son buenas para que mi cerebro funcione con coherencia.
Samanta suspiro y en el fondo sabía que ella se sentía culpable por haberme insistido en acercarme a Ian, pero la verdad es que no la culpaba y por supuesto no me arrepentía de nada; nada excepto por esas estúpidas palabras de etiquetar lo nuestro como una amistad.
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Editado: 21.03.2024