Cuando llegamos al edificio, Sam solo me permitió subir con el bolso que tenía listo para llevar al nacimiento del bebe, mientras que ella saturó sus brazos con tres cajas que habíamos colocado en el asiento trasero del auto. El resto de las cajas las había traído Matt una semana antes; y ya había desempacado con anticipación sabiendo que estaría en viaje cuando yo me instalara. Era una fortuna que el edificio contara con un elevador, a diferencia de mi antiguo departamento dónde debía subir al octavo piso por las escaleras; no es que fuera una floja incapaz de lograrlo de hecho las había subido perfectamente durante cuatro años, pero en ese entonces no tenía un embarazo de ocho meses.
-¿Segura que estarás bien aquí tu sola? Matt demorará otro par de días en volver, yo podría quedarme hasta entonces.
Sam sonaba genuinamente preocupada y angustiada, pero también sabía que ella deseaba llegar a su nuevo hogar con Jon y por supuesto yo no sería el obstáculo que se lo arruinara.
-Sam, por supuesto que estaré bien, además, nunca estoy sola.
Las puertas del ascensor se abrieron con un “tin” al tiempo que Samanta rodaba sus ojos con exasperación.
-Sabes a que me refiero, podría quedarme contigo este par de días…
-No Sam, está bien, en serio. Si necesito algo te prometo llamar enseguida, pero también creo que si es de vid o muerte, tengo muchos vecinos y no creo que le nieguen la atención a una embarazada.
Caminamos hasta la puerta que indicaba 456 en números dorados sobre una superficie color caoba rojiza. Junto a la puerta, una gran maceta con un cactus en el centro esperaba con una nota clavada en una de sus púas.
-Vaya detalle por parte de Matt. ¿A caso cree que eres la Bella durmiente?
Sam sujeto la nota por mí mientras realizaba equilibrio con las cajas en sus brazos; cuando me la entregó sonreí ante la idea de que aunque Matt estuviera lejos, aún podía sentirlo cerca con sus cálidas palabras escritas mano dentro del papel doblado.
-Bien, entremos para ver que tal es el lugar. ¿Tienes las llaves, verdad Hana?
Comencé a coquetear mis bolsillos fingiendo rebuscar como si no supiera dónde tenía las llaves del apartamento. Pude ver el pánico en los ojos de mi mejor amiga, hasta que la risa me ganó y puso mala cara por la broma.
Cuando abrí la puerta, Sam fue la primera en ingresar y dejó las cajas en el suelo de la sala, como si estás se hubieran desmayado.
-Bien, ahora sí estoy libre para admirar tu nuevo hogar.
El ventanal de la sala era realmente grande y el balcón lo recorría de lado a lado con una vista impresionante a la ciudad de Nueva York. Los muebles de un beige claro ya estaban en su lugar, en el centro de la sala tres sofás blancos; uno largo y uno pequeño a cada lado de este rodeaban una mesa ratona de cristal y bajo está una alfombra negra y mullida los protegía. La cocina y la sala eran separadas por una larga mesada en la cual Matt ya había depositado algunos artículos.
-Bien. – Dijo Samanta con un ligero silbido mientras admiraba el entorno del apartamento.- Debes admitir que está mejor que tú antiguo hogar y lo mejor de todo es que Peter no está aquí, ni a la vuelta de la esquina como allá.
-Si, tienes razón. La verdad es que esto es muy hermoso, Matt si que se lució está vez; lo único que me preocupa es si podremos costearlo mes a mes o no.
-No creo que él haya sido tan idiota de hacer un contrato por un lugar que ninguno de los dos podrá pagar luego y menos aún, sabiendo como se preocupa por ti y el bebé.
Samanta tenía razón, Matt se había encargado de ocupar el lugar de un hombre en mi vida para asegurarse de que todo estaba bien durante mi embarazo. Incluso había dejado de lado sus noches de parranda por clubes y discotecas en diferentes ciudades. Con Sam creímos que una vez instalados los tres en la gran ciudad, él volvería a sus andanzas nocturnas, pero en su lugar, está cada vez más comprometido con el funcionamiento de su nuevo negocio y con hacerme sentir cómoda en nuestro nuevo hogar. En el fondo ambas extrañábamos al viejo Matt, pero también sabíamos que el cambio era favorable y más en este momento donde Sam estaba en una relación seria, y que en mi estado actual, no estaba como para salir a bailes en discotecas ni clubes.
-Deberías de estar más preocupada de tu bebé que del costo de este sitio.
Le iba a responder que preocuparme del alquiler era lo mismo que preocuparme por el futuro del bebé, cuando su teléfono sonó. Al ver su radiante rostro supe de inmediato que se trataba de Jon. Me fui al fondo del pasillo donde supuse estarían las habitaciones para darle un poco de privacidad; ella no tenía problema en que escuchará su conversación, pero a veces se ponían muy melosos y eso me ponía un poco incómoda.
Me detuve frente a una puerta de color celeste y algo me dijo que se trataba de la habitación del bebé, sonreí con alegría y nervios de ver que me deparaba al otro lado; por supuesto yo había escogido la cuna, el ropero, la mecedora, la ropa y su coche, pero Matt era quien había decorado el sitio. Tome aire y entonces abrí la puerta; tuve la sensación de ser devorada por un cuadro de algún pintor famoso. Las paredes eran la imitación de un pequeño zoológico con cientos de animales jugando y danzando.
-Vaya decoración a puesto, creo que el pequeño se asustara un poco.
La cuna estaba situada en el centro de la habitación y una pequeña mesita descansaba junto a ella con una veladora en sima.
-¡Hana!
El grito de Sam se acercaba desde el pasillo, no la alcance, preferí que entrara y viera el cuarto del bebé.
-Vaya, si que se esmeró, y eso que no es su hijo. ¿Te imaginas cuando tenga su propio hijo?
Nos miramos y ninguna de las dos logró contener la risa. Para cuándo pudimos parar, Sam me dijo que quien había llamado era Jon.
-No me digas, y yo aquí creyendo que era el repartidor de pizza.
-¿Tanto se me nota cuando se trata de él?
-Na, solo te falta vomitar unicornios rosas y arcoíris por toda la habitación.
-No exageres, no puede ser tan malo. – Al no obtener una negativa de mi parte, decidió cambiar de tema.- Como sea, me dijo que si ya estaba libre, pasaría a recogerme. Le dije que me quedaría contigo hoy así…
-No, por supuesto que no harás eso. Tú te vas a ir de aquí a disfrutar una hermosa cena con tu espectacular novio.
-¿Segura? Es tu primer día aquí sola y no me gustaría que te angustiaras.
-Estaré bien Sam, ve y disfruta de tu velada.
Samanta me abrazo fuertemente y luego corrió hacia la puerta de la entrada; olvidando su bolso en el proceso así que la alcancé con el en la mano y aproveché saludarla.
Una vez a solas, sentí el alivió de poder al fin derrumbarme sin tener a nadie junto a mi que sintiera lastima. Odiaba ver en las miradas de las personas lastima y compasión cuando no la deseaba y no disfrutaba que se compadecieran de mi al igual que lo hacían con un cachorro abandonado.
Una lágrima asomo tímidamente de mis ojos y al parpadear, mis largas y curvadas pestañas la capturaron, pero cuando está se convirtió en dos, y luego en cinco… ya no pude capturar ni una más; simplemente deje que ellas salieran sin restricciones.
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Editado: 21.03.2024