Cerca de la media tarde un gran aguacero se abrió paso por la ciudad; la lluvia torrencial impactaba contra los ventanales del apartamento y el fuerte viento solo intensificaba el efecto del agua chocando. Me senté en el sofá con la laptop para responder correos y así ponerme al día, también quería ver las nuevas fotos del catálogo digital en dónde Samanta aparecía en primera plana. Mientras respondía los correos, dos de ellos llamaron mi atención.
Presioné sobre el primero y en cuanto leí las pequeñas letras negras, sentí mi respiración atascarse en mi pecho y las entrañas se contrajeron. El mensaje era de Ian; siete meses atrás, dónde me explicaba que había cambiado de celular ya que el suyo lo había perdido en el aeropuerto y que seguramente alguien lo había encontrado ya que al timbrarle una persona respondía y colgaba. Al final del mensaje me dejaba anotado su nuevo número telefónico y me indicaba cuánto deseaba volver a saber de mí.
Sentí mis ojos lagrimear de emoción al comprender que yo si le importaba y que él no había atendido el teléfono porque ya no lo tenía, no porque no quisiera saber nada de mí, pero a su vez, ahora era tarde para darle la noticia del bebé. Él ya estaba comprometido con otra y estaba algo más que segura de que creía que el bebé era de Matt. Un escalofrío me recorrió al pensar en Matt como una posibilidad para pareja y entonces las lágrimas cesaron y mi cabeza comenzó a trabajar. No es que fuera una mala persona ni un mal partido, pero yo lo veía con los ojos de la amistad casi hermandad y no podía imaginarlo de otro modo. Además, junto a Ian él no podía competir ni con sus hermosos ojos y su gran cabello; en todo ello Ian lo opacaba o al menos eso veía yo. Ian tenía esos hipnóticos ojos grises con betas azules que se asemejaban a una tormenta en el horizonte, pero una a la que si deseaba ir; los ojos estaban enmarcados por largas y curvadas pestañas que rozaban el borde de sus pómulos afilados cada vez que pestañeaba y su cabello chocolate con hebras color miel entremezclados estaba siempre peinado en un hopo de lado; su mandíbula fuerte y cuadrada estaba cubierta por una sombra de barba la última vez que habíamos estado juntos, ahora estaba rasurado.
Mi mente regreso al presente cuando el fuerte sonido de un rayo que iluminó la gran ciudad me sobresalto e inmediatamente la luz del apartamento sucumbió dejándome a oscuras. Deje la máquina en la mesita ratona junto al sofá y camine tanteando los muebles en busca de la llave de luz. Estaba a punto de llegar a la llave de luz para comprobar si está funcionaba, cuando un fuerte ruido en el gran ventanal de la terraza hizo que emitiera un gran grito desde lo más profundo de mis pulmones. Miré en dirección a la terraza, pero lo único que podía ver era la lluvia azotando fuertemente los vidrios y la tormenta eléctrica de fondo.
De repente alguien comenzó a golpear fuertemente la puerta de entrada y al principio me pregunte si sería lo mismo que había golpeado el ventanal, pero entonces una voz preocupada, dulce y que mi memoria podría reconocer en cualquier momento y lugar.
-¡Hana! ¡Soy Ian! ¿¡Estás bien!? ¡Te escuché gritar, ábreme la puerta por favor!
Por supuesto fui a la puerta para dejarlo entrar y esperaba poder hablar con él.
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Editado: 21.03.2024