Había pasado dos semanas desde que el gato se había colado en el apartamento y ahora se había convertido en mi acompañante por las noches y dormía en la cama acurrucado sobre o junto a mi vientre. El pequeño bebé pateaba al sentir la presencia de la bola de pelos y eso me causaba risa. La fecha del nacimiento ya estaba cerca y estaba ansiosa y nerviosa al mismo tiempo. Quería ver la carita de mi bebé y poder sostenerlo en mis brazos, acunarlo y acariciar sus facciones; pero a su vez tenía miedo de que se pareciera a Ian. ¿Y si sus ojos eran del color de una tormenta en el horizonte como los de Ian? ¿Y si su cabello era chocolate? ¿Cómo explicaría eso? Un padre es capaz de reconocer a su hijo incluso sin saber que lo es y más si lo sospecha; o eso había leído en internet.
-¿En qué tienes tan ocupada tu cabeza amiga?
Sam, llamo mi atención mientras traía consigo un par de vasos y una jarra de jugo de naranja recién exprimido. No sabía cómo es que ella lo hacía, pero siempre sabía cuando algo me estaba atormentando.
-Entiendo cosas.
-¿En cosas? Pues en Matt y su posible enamoramiento no es, eso ya lo hablaron. – Me recordó mientras servía los vasos.- Así que, o me dices o haré preguntas hasta adivinar.
Suspiré a sabiendas de que hablaba en serio. Desde pequeñas ella siempre tubo la predisposición a ser perseverante para que los demás le contáramos nuestros problemas; quisiéramos o no.
-Solo; estaba pensando.
-Si, eso lo noté, pero “en qué” estabas pensando es lo que quiero saber.
-En cuando nazca el bebé. ¿Y si se parece a Ian y él lo reconoce?
Ella sirvió un largo trago de su jugo y sus ojos miraron al techo; gesto que solía usar cuando se planteaba varios escenarios en si cabeza.
-Si. – Dijo al fin mirándome mientras remojada su dedo en el jugo de naranja intentando atrapar una semilla que se le debió haber escapado del exprimidor. – Definitivamente tienes motivos para preocuparte amiga.
-¿Y se supone que tú debes hacerme sentir bien?
-¡Lo siento! Pero, qué prefieres ¿Qué te sea honesta o que te mienta? Decídete mujer y pronto.
-Pero supuesto que quiero la honestidad.
-En ese caso, solo queda por decir que en cuanto Ian vea al bebé, sabrá de inmediato que es su hijo.
-¿Y como estás tan segura?
-¡Porque espero que sea clavadito a él! ¿Te imaginas si saca sus ojos? ¡Y no digamos el resto de él! Sería un rompecorazones desde el momento en el que asomé su linda cabeza de tu…
-¡Oye! ¡Ya no sigas! ¡Eres asquerosa!
Le grite al tiempo que le daba con una almohada en la cabeza y nos reímos sin poder evitarlo. Pero ella tenía razón; probablemente el bebé saldría igual a Ian y entonces sería imposible negarle nada.
Suspiré cansada y sin saber que hacer. Lo mejor era decirle a Ian de una vez por todas que él era el padre del bebé.
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Editado: 21.03.2024