Embarazada Del Jefe Millonario

El Duelo de Elegancia y Astucia

—Mamá, Papá, sera que me dejan hablar a solas con mi amiga Laura —les digo.

 

—Si hija, claro, estaremos para lo que sea, si necesitas consejos nos avisas, me alegro de que tengas trabajo estable, tus padres y yo iremos a cenar, ustedes pueden comer cualquier cosa, asi hablas más amenamente con tu amiga —me dicen.

 

—Esta bien —les digo dándoles un beso en la mejilla.

 

Mis padres se retiran y veo como desaparecen por la puerta.

 

Segundos invaden la casa.

 

—¿Tuviste sexo con él verdad? —Me pregunta Laura fijamente.

 

—Yo... —respondo.

 

—Si, tu, quien más, enserio tuviste intimidad con él, lo se porque tu cara me lo dice, y aparte ese dolor no te lo hiciste tu sola, claro como fue tu primera vez —me dice Laura.

 

—A ti no se te escapa nada —le respondo en tono displicente.

 

—¿Qué tal es en la cama? —Me pregunta.

 

—Laura, no te diré los detalles, si tuve intimidad con él, y fue mágico, fue otra galaxia, y me emocione mucho, solo paso una vez, y no pasara nada, tampoco que tenga intimidad mañana, tarde, y noche con él —le respondo mientras trato de no moverme.

—¿Tan salvaje fue lo de anoche? —Me pregunta.

 

—Si, deje mis uñas en su espalda, se sabe mover con profesión —le respondo.

 

—¿Entonces no estuviste trabajando? —Me pregunta.

 

—No, pasé divirtiéndome, y aprendí a subirme a caballo, dentro de 15 días darán una noche de gala—le digo.

 

—¡No quiero imaginar lo que vio el pobre caballo! —me responde.

 

—No le digas nada a mis padres, no quiero que sepan nada —le advierto.

 

—Amiga, pero… ¿Se protegieron para tener intimidad? —Pregunto Laura.

 

—No, no hubo tiempo para pensar eso, mi vestido se enredo en algo y luego, el vestido se bajo enfrente de él, y quede en ropas menores, él me vio y bueno quede a la deriva, luego olvide todo —le dije con tono nerviosa.

 

—Increíble, pediré la cena mejor, veo que pasaste tiempo con Alejandro, si su madre se entera sera la muerte —me dice.

 

—No lo sabrá, mientras mantengas tu boca cerrada —le advierto.

 

—Te prometo no decir nada —Me dice.

 

—Pide la cena, que tengo hambre —le digo.

 

15 días después.

 

La noche de la gala, Lorena me ayudó a prepararme. Me sentí como una princesa a punto de salir al baile. Todo estaba cuidadosamente planeado.

 

—Recuerde, señorita, mantenga la calma y la dignidad. No permita que nadie, especialmente la madre del señor Alejandro, la haga sentir menos. Usted es fuerte y capaz —me dijo Rosa, antes de que saliéramos.

 

—Gracias, Lorena. No sé qué haría sin ti —respondí, abrazándola brevemente.

 

En la gala a la que asistimos, la tensión en el ambiente era palpable. La señora Mercedes, la madre de Alejandro, parecía determinada a ponerme en ridículo frente a los invitados más importantes. Mientras conversábamos con algunos de los presentes, ella aprovechó cada oportunidad para hacer comentarios despectivos sobre mi origen humilde y mi falta de experiencia en el mundo de la alta sociedad.

 

—Oh, Valeria, ¿has probado alguna vez el caviar? —preguntó con una sonrisa falsa mientras me miraba con desdén—. Supongo que, para alguien como tú, acostumbrada a comidas más simples, esto debe ser todo un lujo.

 

Ante su provocación, sonreí con tranquilidad, sin dejarme intimidar por sus insinuaciones.

 

—En realidad, sí, señora Mercedes. Pero permítame decirle que, aunque aprecio el valor del caviar, también he aprendido a valorar la autenticidad y la sinceridad en las personas, algo que no siempre se encuentra en los círculos más exclusivos —respondí con una mirada firme, pero educada.

 

La señora Mercedes se quedó momentáneamente sin palabras, sorprendida por mi respuesta inesperada. Los demás invitados también parecieron notar el intercambio, observando con curiosidad cómo se desarrollaba la conversación.

 

—¿De donde sacaste ese vestido tan feo?, te hace ver gorda, arruina tu figura —me reta.

 

—Me lo regalo su hijo —le respondo seria.

 

—Hay mi hijo, tiene buen corazón, pero déjame decirte una cosa, las feas como tú que se visten con vestidos caros, siguen siendo la mona que s viste de seda, mona se queda, por mas que quieras vestirte con esas prendas, estas igual de fea o peor —me dice frunciendo el ceño.

 

—Se nota que eres una muerta de hambre —me dice.

 

—Lo sé, pero hay otras arpías, muertas de hambre, que no saben valorar al marido que tiene, por eso el marido decide mejor hablar con otras mujeres que tengan su tensión, por cierto que bonito moño, y su vestido le combina perfectamente con su collar, que es similar al de un perro, me gustaría saber quién lo confecciono para ponerme uno —añado.

 

Sin embargo, la señora Mercedes no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente. Decidió cambiar de táctica y hacer un comentario sobre mi vestido, insinuando que no estaba a la altura del evento.

 

—Valeria, querida, ya dime ¿de dónde sacaste ese vestido?, no creo que mi hijo te lo haya dado, porque el paso dos noches conmigo, no pudo habértelo dado él, ese vestido Parece un poco... fuera de lugar aquí —dijo con una sonrisa condescendiente.

 

Esta vez, decidí responder con humor, sabiendo que una respuesta aguda podría desarmarla por completo.

 

—Oh, este vestido es un regalo muy especial. Me lo prestó una amiga que dice que ya no le queda, pero creo que simplemente estaba celosa de lo bien que luce en mí. ¿No cree, señora Mercedes?, o le parece que el vestido confeccionado, por alguien que lo diseño, dejaría que su clienta se viera gorda, si fuera asi, los hombres no pararían de mirarme, que quiere que le diga —respondí con una sonrisa radiante, desviando la atención hacia la positividad y el ingenio.




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