—Este es tu contrato de confidencialidad —explicó—. Necesitamos asegurarnos de que toda la información que manejes como mi asistente personal se mantenga en estricta confidencialidad.
Asentí mientras él me pasaba el contrato. Lo leí con atención, asegurándome de entender cada cláusula. Alejandro observó pacientemente, y cuando terminé, me ofreció una pluma. Los ojos del padre de Alejandro me observaban.
—¿Estás de acuerdo con todo? —preguntó.
—Sí, estoy de acuerdo —respondí con firmeza.
Firmé mi nombre al final del documento y completé los datos personales que requería: nombre completo, dirección, número de identificación, y número de teléfono. La pluma se deslizó con suavidad sobre el papel, dejando una huella de tinta que parecía marcar un nuevo capítulo en mi vida.
Alejandro tomó el documento y lo colocó en una pila ordenada.
—Perfecto. Ahora, hay un par de formularios adicionales que necesitan tu firma.
—Hola, señorita Valeria, soy de la directiva me llamo Vanesa, represento a la empresa, y bueno olvidaron poner estos papeles importantes, y vine entregarlos lo antes posible, dijeron que solo querían a un representante de la directiva, por lo que yo me asesorare que usted firme todo, y si tiene preguntas me lo deje saber —me dice Vanesa con cortesía.
Me pasó una serie de documentos relacionados con mis responsabilidades, beneficios, y políticas de la empresa. Firmé cada uno con cuidado, sintiendo la mirada de Alejandro sobre mí. Había una intensidad en su presencia que me hacía consciente de cada movimiento.
Finalmente, llegamos al último documento.
—Gracias señora Vanesa e firmado todo —le respondo.
—Este es tu acceso al sistema de seguridad de la empresa —dijo, entregándome una tarjeta de acceso—. Te permitirá moverte libremente por las áreas restringidas necesarias para tu trabajo.
Tomé la tarjeta, notando el peso simbólico que parecía tener. Alejandro se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con una mezcla de profesionalismo y algo más íntimo, todo muy cauteloso.
Vanesa levanto la vista y se dirigió a Alejandro.
—Solo me asegurara que la tarjeta fuera perfecta, y me aseguraba que los números seriales estuvieron correctos —responde Alejandro mirado a Vanesa fijamente.
—Hijo, sabes que hacemos todo perfecto sin errores, no hace falta que te asegures —dijo el padre de Alejandro en tono molesto.
—Señor Alejandro nosotros hacemos todos con profesionalismo, no se que le aflige —responde Vanesa.
—Yo tambien soy estricto y no quiero errores —dice Alejandro.
—Bueno como sea, señor Alejandro, tengo más de 15 años trabajando para usted, no se me escapan errores, en fin, Valeria, confío en ti. Sé qué harás un excelente trabajo —añade Vanesa.
—Gracias, señora Vanesa, Alejandro y tu padre. No te decepcionaré —respondí, sintiendo una oleada de determinación.
—Eso espero —añadió el padre de Alejandro que ni siquiera se tomo la molestia de decirme su nombre.
—Escaneare los documentos que firmaste y te los daré, me esperas —me responde Vanesa.
—Claro que si la espero —le digo.
—Hijo ve a trabajar ahorita mismo —dijo el padre de Alejandro.
—Claro —dijo Alejandro retirándose.
—¿Eres soltera? —Me pregunta el padre.
—Si —digo con firmeza.
—Te diré una cosa, en nuestra empresa no se puede meter novios, tampoco puedes tener novio dentro de la empresa, ya sabes hombres que son empleados, o asistentes. No puedes salir con el ceo y mucho menos los otros jefes de cada oficina, en resumen, no te puedes enamorar dentro de la empresa, ya que eso sería un castigo, una sanción, asi que no puedes andar de novia con nadie en esta empresa, no sé si tendrás novio, pero te diré una cosa es mejor que lo veas afuera de esta empresa, espero te quede claro —me dice.
—Me queda mas que claro señor —le respondo.
—Espera los papeles afuera de mi oficina, señorita Valeria, le prohíbo que use esa ropa, aquí en la empresa a las empleadas se les da ropa holgada de trabajo, ya que vienen a trabajar, no a buscar marido —me dice en tono grosero.
—Ok —respondo retirándome de su oficina.
4 minutos despues.
—Listo señorita Valeria aquí esta la copia de sus papeles —me dice Vanesa.
—Gracias —le digo mientras Valeria desaparece de mi vista.
Guardó los documentos firmados en mi carpeta. Alzo mi vista y hay esta mi jefe Alejandro.
—¿Debo decirte jefe o CEO de la empresa? —Me pregunta.
Alejandro se recostó en la silla que estaba cerca de mí, observándome con una sonrisa que parecía llevar un significado más profundo.
—Bien, eso es todo por ahora. Puedes empezar a familiarizarte con el sistema y las tareas que te he asignado. Si necesitas algo, estaré aquí. Puedes llamarme como desees hay que ser discretos yo te llamare señorita Valeria y tú puedes llamarme jefe o CEO como quieras —me dice con unos ojos intensos.
—Está bien. Me cambiaron de oficina, es la 3D, no tengo idea donde es. ¿Puedes guiarme? —Le pregunto.
—Claro —me responde.
Me levanté y me dirigí a la puerta de vidrio, pero antes de salir, me detuve y me giré para mirarlo.
—Alejandro... —comencé, sin estar segura de cómo expresar lo que sentía.
Él me miró con una suavidad que contrastaba con su habitual firmeza.
—¿Sí, Señorita Valeria?
—Gracias por confiar en mí.
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Editado: 14.06.2024