Regresamos al hotel donde me hospedaba, sintiendo una mezcla de esperanza y temor. Sabía que el camino por delante sería arduo, pero estaba decidida a seguir adelante. Alejandro Ferrer había entrado en mi vida de manera inesperada y, aunque el futuro era incierto, no podía imaginarme sin él.
La oscuridad de la noche se sentía menos intimidante ahora que tenía nuestro pacto secreto para guiarme. Y mientras me preparaba para enfrentar los días venideros, sabía que, pase lo que pase, Alejandro y yo estábamos juntos en esto.
—Hora de cenar —me dice.
Mis ojos miran la cama y luego la mesa del hotel, y no veo platos de comida, o platos desechables, me quedo pensando.
—¿Cenar? —Pregunto.
—Comerte —me dice entre dientes con una sonrisa.
—¿Quieres Pasión en la Suite del Hotel? —Le pregunto.
—Si —me pone su dedo en mi boca.
Las luces de la ciudad se reflejaban en los ventanales de la suite del hotel, creando un ambiente íntimo y cargado de misterio. El sonido lejano del tráfico parecía apagarse, dejándonos a Alejandro y a mí en un mundo aparte, aislado del bullicio de la vida cotidiana.
Me encontraba de pie en el centro de la habitación del hotel, observando cómo Alejandro cerraba la puerta detrás de él. Su presencia llenaba el espacio con una energía electrizante que me hacía olvidar cualquier preocupación.
—Valeria —dijo suavemente, acercándose a mí—. He esperado este momento todo el día.
Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo mientras sus palabras resonaban en mis oídos. Alejandro se detuvo frente a mí, sus ojos oscuros fijándose en los míos con una intensidad que me dejó sin aliento.
—Yo también, Alejandro —respondí, mi voz apenas un susurro.
Alejandro levantó una mano y rozó mi mejilla con sus dedos, su toque suave y tentador. Inclinó la cabeza y sus labios se encontraron con los míos en un beso lento y profundo que me hizo olvidar todo lo demás. Mis manos se movieron instintivamente, aferrándose a los bordes de su camisa mientras su beso se volvía más urgente, más demandante.
Nos separamos solo lo suficiente para recuperar el aliento, pero la distancia entre nosotros era mínima. Alejandro desabrochó los primeros botones de mi blusa con una precisión lenta, dejándome tiempo para detenerlo si quería, pero no tenía intención de hacerlo. Mi piel se erizó al sentir el aire fresco de la habitación, y sus manos siguieron su camino, explorando mi cuerpo con una mezcla de ternura y pasión, me quito los tacones.
—Eres increíble, Valeria —susurró contra mi cuello, sus labios dejando un rastro de besos ardientes.
Mi blusa cayó al suelo y me quedé allí, vulnerable y expuesta, pero segura en sus brazos. Mis manos encontraron su camino bajo su camisa, explorando la piel firme de su abdomen antes de deslizarse hacia arriba para desabrochar los botones. Alejandro dejó escapar un gemido bajo, su propia necesidad reflejada en sus ojos mientras me ayudaba a quitarle la prenda.
Nos movimos juntos hacia la cama, nuestras respiraciones entrecortadas y sincronizadas. Alejandro me guio con cuidado, depositándome sobre las sábanas suaves antes de despojarse de sus pantalones. Lo observé, fascinada por cada uno de sus movimientos, deseando sentir su piel contra la mía.
Se inclinó sobre mí, sus labios encontrando los míos nuevamente en un beso que parecía robarme el alma. Mi cuerpo respondió al suyo, nuestras pieles se tocaron, encajando perfectamente. Cada caricia, cada beso, cada susurro entrecortado intensificaba el deseo que nos envolvía.
—Alejandro... —gemí su nombre, mis manos aferrándose a sus hombros mientras él se movía sobre mí con una habilidad que me hacía olvidar todo lo demás.
—Valeria, te necesito —murmuró contra mis labios, su voz ronca y cargada de deseo.
Nos fundimos en un ritmo sincronizado, nuestros cuerpos moviéndose al unísono, buscando y encontrando placer en cada movimiento. El mundo exterior se desvaneció, dejando solo el sonido de nuestras respiraciones y los latidos de nuestros corazones como testigos de nuestra pasión.
El clímax llegó como una ola arrasadora, llevándonos a ambos al borde del éxtasis. Nos aferramos el uno al otro, nuestras respiraciones desordenadas y entrelazadas mientras el placer se desvanecía lentamente, dejando una sensación de paz y satisfacción.
Alejandro se desplomó a mi lado, su cuerpo aún temblando ligeramente. Nos quedamos allí, envueltos en la penumbra de la habitación y en el calor de nuestros cuerpos, sin necesidad de palabras. Su mano encontró la mía y la sostuvo con firmeza, una promesa silenciosa de que, sin importar los desafíos que enfrentáramos, estábamos juntos en esto.
Finalmente, rompí el silencio con un susurro.
—Te amo, Alejandro.
Él giró la cabeza para mirarme, sus ojos brillando con una mezcla de amor y devoción.
—Yo también te amo, Valeria. Más de lo que jamás imaginé.
Nos quedamos así, abrazados en la suite del hotel, conscientes de que este momento era solo nuestro. La noche nos envolvía, y en la oscuridad, nuestro amor brillaba con una intensidad que ninguna sombra podía apagar, no tenía ni la dimensión de lo que estaba haciendo.
La luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas, llenando la habitación con un brillo suave y dorado. Desperté entrelazada con Alejandro, su brazo firme alrededor de mi cintura, manteniéndome cerca de él. Por un momento, todo parecía perfecto, como si el mundo exterior no existiera y solo estuviéramos él y yo en este refugio secreto.
Pero sabía que la realidad nos esperaba fuera de estas paredes. Lentamente, me deslicé fuera de la cama, tratando de no despertarlo. Me bañé rápido, me vestí en silencio, me perfumé, y mis pensamientos girando en torno a los desafíos que enfrentaríamos.
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Editado: 14.06.2024